Interlude; I hate you.

3.4K 558 34
                                    


Amane era un hombre sumamente recto y algo machista, de el tipo que creía que las mujeres debían quedarse en casa atendiendo las necesidades de su esposo y cuidando de sus hijos. Fue un pésimo esposo pero nadie podía decir que era un mal padre.

Él llevaba a su hijo a ver partidos los fines de semana Y le compraba las ediciones de comics que salían todos los martes y jueves. De vez en cuando sacaba un día libre del trabajo para llevarlo a pescar y siempre estaba en todos los eventos de la escuela y del Dojo.

Pero todo se fue a la mierda cuando recibieron aquella llamada de la estación de policía diciendo que su hijo estaba implicado en la muerte de un hombre.

Keisuke jamás podía olvidar ese día por más que lo intentara, recordaba cada detalle de una forma escalofriantemente palpable. Desde el frío de esas esposas de metal, la forma en que Mikey lo vió, el llanto desesperado de su madre, la fuerza con la que lo metieron a esa patrulla y sobre todo los golpes que su padre le dió al llegar a casa esa madrugada tan traumática.

"—¡No pienso tener un hijo delincuente!.—"

Fue lo último que escuchó salir de su boca antes de que saliera anotando la puerta para no volver a entrar jamás.

Lo odiaba. Lo odiaba por dejarle moretones en todo el cuerpo, lo odiaba por dejar a su madre sola, lo odiaba por no confiar en él y por abandonarlos ahí.

Pero a la vez no podía evitar extrañarlo, y se odiaba a sí mismo por ello.

Ya casi no quería volver a su casa, pues estar ahí sólo después de que su madre tuviera que conseguir un empleo era deprimente. Menos aún quería sentarse en ese sofá donde vio películas entre risas con ese hombre tantas veces, ni ver las fotos que su progenitora aún no quitaba de las paredes.

Su apetito había decaído, pues ella ya no tenía tiempo de prepararle los almuerzos deliciosos que solía comer con ansias. Cada vez estaba las delgado y sentía su poca resistencia al pelear con mas de algún idiota, Aún así, sacaba fuerzas de donde no tenía para jamás dejarse ganar.

Sabía que sus amigos estaban preocupados pero aquello no le preocupaba a sí mismo. Sólo necesitaba dormir un día completo y estaría bien.

No llegaba a clases y eso se vio reflejado en ese informe en rojo junto a la hoja explicando su situación y el por qué de su repitencia. Ya no había vuelta atrás y lo supo cuando vio los ojos de la mujer que le dio la vida empapados en lágrimas y apretando aquel papel desesperada.

Le prometió que el año siguiente no volvería a pasar lo mismo, aunque no estaba seguro de poder cumplir la promesa.

En las noches cálidas de verano seguía sintiendo el vacío de fines de semana en solitario, realmente no tenía ganas de salir de su habitación. Para lo único que iba fuera era dejar en el correo las cartas que le mandaba a Kazutora una vez por semana, aunque estaba seguro de que la mayoría parecen escritas por un niño pequeño.

Aún así, el 2004 parecía tener más sorpresas para él de lo que nunca que imaginó.

Leiko y Chifuyu fueron sus nuevos pilares, ella con su sonrisa y calor incondicional y él con sus palabras de aliento y bromas estúpidas.

Ya no se sentía tan sólo con ellos a su lado.

Y el tiempo le hizo ver que en realidad ellos tenían un propósito en su vida. Sacarlo de el hoyo en el que había caído.

Fue inevitable caer por esa pelinegra cuando ella preparaba comida para él y curaba sus heridas, cosa que su madre solía hacer pero que por el tiempo ya no podía.

Ella era como una especie de anestesia.

Las heridas en su corazón seguían ahí, y en días dolían mas que en otros. Había veces que sólo quería ver la cara de su padre y golpearlo gritándole que era una mierda, que lo odiaba y que si fuera por él mejor hubiera muerto.

Y había otras en que deseaba que ese hombre volviera después del trabajo a las siete y treinta con papas fritas y un dvd de alguna película de acción.

Y sabía que algún día pasaría, intentaba ser resiliente y usar la razón para pensar en ello. Aún así a veces había cosas que le echaban sal a los cortes y quería llorar días enteros sin ver a nadie nunca más.

Pero al menos ahora tenía los brazos de su novia para acurrucarse y olvidar el dolor por un rato.

Aquello era más que suficiente.

𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora