Capítulo 8.

134 11 6
                                    

Jailene despertó en medio de la madrugada y miró el reloj que estaba sobre la mesita de noche, eran las 4 de la mañana. Tenía un hambre cruel así que se levantó para ir a la cocina.

Al llegar vio que la luz de la luna alumbraba una sombra. Era su padre.

—¿Papá?...

—Oh, hola, Jally ¿Qué haces despierta?—Respondió, y ella notó que evadía su mirada.

—Tengo hambre—Dijo mientras tomaba los ingredientes para prepararse un sándwich—¿Y tú?

—También tenía hambre, iré a dormir.

Caminó hacia las escaleras y luego de depositar un beso en la frente de su hija, se perdió en la oscuridad.

Había algo que no le cuadraba, primero los había visto discutiendo, y ahora esto.

-.-

El despertador sonó a las 6 de la mañana como todos los días, Jailene sintió como si sólo hubieran pasado un par de segundos desde que cerró los ojos.

De mala gana se levantó y luego de ducharse se puso el uniforme, una chamarra encima y un gorro verde. Hacía un frío increíble, decidió hacerse dos colitas para mantener su cabello un poco ordenado. Parecía como si trajera dos pequeñas y suaves bolas de pelo a cada lado, por lo esponjado que estaba.

Su madre y hermana ya estaban en el auto esperándola así que se apresuró a bajar, pero al pasar frente al cuarto de sus padres vio a su papá, él cerró la puerta.

Decidió acercarse a hablar, fuera lo que fuese que estaba sucediendo... quería saberlo.

Pegó la oreja a la puerta, parecía que hablaba con alguien.

—Sí, no tengo problema. A las 12 en el centro. No, ella no está, está molesta por lo que pasó. No te preocupes, no le diré.

Definitivamente algo no andaba bien, no quería preguntarles nada frente a su hermana, sabía que Anny también tendría derecho a saber si su padre tenía una aventura con otra persona, pero no la quería preocupar.

Se mantuvo callada durante todo el camino y su madre tampoco hablaba, Anny estaba leyendo y luego de 30 minutos llegaron.

—Que tengas un buen día, mi cielo— Se despidió su madre y Jailene le dio una sonrisa forzada.

¿Es que su padre estaba teniendo una aventura con otra persona? No, no podía ser eso. Él amaba a su madre, nunca lo haría.

Perdida en sus pensamientos ni siquiera se dio cuenta cuando ya estaba junto al entrenador sentada.

Para su alivio, vio que Lola se acercaba, había olvidado que prometió acompañarla a los entrenamientos por dos semanas.

—¿Pasa algo?—Preguntó, la conocía bien.

—No, es sólo que no descansé bien— Mintió lo mejor que pudo. Ella no le creyó, pero si Jailene no quería hablar de eso, no la iba a presionar.

La miró con preocupación durante todo el entrenamiento por su falta de energía. Debía ser algo muy grave, porque Jailene no les gritó a sus amigos como de costumbre cuando fallaron ni cuando soltaron el balón o bajaron la velocidad.

4 horas más tarde, hicieron el círculo que indicaba el fin de otro entrenamiento y se dispusieron a ir a clases. Jailene esperaba que no le preguntaran nada.

—¡Jailene!—Gritó Justin. No podía fingir que no había escuchado, así que se dio la vuelta y Lola la imitó.

Venía con su hermano, y con Chase.

A 1,000 yardas de tu corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora