Capítulo 34.

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Con la mente más despejada, Jailene se concentró totalmente en su proyecto para el concurso de fotografía. Ya había estado tomando y recopilando fotos de él a lo largo de el mes anterior, sólo faltaban unas cuantas, y entonces podría elegir las que incluiría en su galería.

—Gracias por aceptar ser el tema de mi proyecto — Sonrió a Chase.

Estaban en su casa.

—No es nada, si puedo ayudarte de algún modo, me alegra hacerlo.

—Sólo una mas — Insistió— y ya te dejaré en paz.

Accedió y Jailene le tomó la última fotografía.

—Genial.— Guardó la cámara.

—¿Cómo elegirás las que usarás?

—La próxima semana me reuniré con la profesora en el taller de la escuela, nos asesorará a todos los concursantes para elegir las mejores, y usarlas.

—Estoy seguro de que te irá genial.— Sonrió.

—Gracias.— Le devolvió la sonrisa— Creo que es tarde, será mejor que me vaya.— Miró su reloj.

—Claro, te acompaño a casa.

—Bien.— Tomó su mochila, y se disponían a salir de la habitación de Chase, pero escucharon un ruido muy fuerte, así que volvieron.

Al girar, descubrieron la causa. Al parecer, el hurón de Chase había movido una caja de alguna forma, haciendo caer un enorme estuche negro al piso, junto con otras cajas que estaban apiladas allí.

—Dorian — Lo riñó Chase, acercándose a recoger.

—Te ayudo.

El estuche negro parecía ser de una guitarra. Cosa que le extrañó a Jailene, pues no sabía que él supiera tocarla.

—¿Sabes tocar la guitarra?— Preguntó, mientras levantaba el estuche que había caído.

—No— Evadió, extrañamente con un tono serio.

—¿Entonces...?

—La compré porque me gustó, es todo.— Seguía cada vez más serio.

—¿Es linda?

—Sí, será mejor que la guarde.— Se acercó para tomarla.

—Quisiera verla, debe ser realmente hermosa si la cuidas tanto— Sonrió con entusiasmo.

—Es tarde, tal vez otro día. No quisiera retrasarte.

—No me retrasas, no tengo pris...

—Dije que no.— La Interrumpió, con voz seca.

—¿Cuál es tu problema? — Dejó el estuche sobre la cama.

—Necesito estar solo.

—Dime qué es lo que pas...

—Por favor.— Estaba molesto. Hizo una pausa— Te llevaré a casa— Añadió.

—Gracias, pero iré sola.— Tomó sus cosas.

—No te dejaré ir sola, es tarde— Seguía con su tono serio.

—No quiero que vengas conmigo.

—¡Bien!— Perdió la paciencia—, entonces ve con Peter, pero no dejaré que te vayas sola.

—Como quieras. Adiós.

Salió y cerró la puerta sonoramente.

¿Cuál era su problema? No entendía por qué se había puesto de esa manera. No había dicho nada malo.

A 1,000 yardas de tu corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora