Capítulo 29.

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Cuando Jailene le dijo a Chase que "le daría su espacio", no estaba bromeando.

Al cabo de una semana, las clases reanudaron.

Acababan de entrar a último año. Las cosas se sentían diferentes. No sólo eran ahora los más grandes de la escuela, sino que también sentían la gran presión que implicaba saber el hecho de que pronto deberían aplicar el examen a la universidad.

El artículo de Chase había sido publicado en el periódico escolar el primer día de clase, llevándose tres casi cuatro páginas en total. En el Kelso High School no se hablaba de otra cosa que no fuera él, lo guapo que era, lo bien que jugaba, lo guapo que era, lo interesante que era el hecho de que fuera un chico tan misterioso, y lo guapo que era.

A Jailene no le hacía ninguna gracia tener que lidiar con la gran cantidad de chicas que se acercaban a ella diariamente durante los recesos, o cuando se las encontraba en el baño, y le pedían que por favor entregaran alguna carta o un dulce a Chase de parte suyo. La escuela entera sabía que eran cercanos, y por eso acudían a ella.

Colmaron su paciencia cuando una chica de primer año le entregó un inmenso cartel para que se lo diera. Lo encontró sentado haciendo deberes en un salón vacío.

—Ten—Se acercó a Chase, y le lanzó el cartel.

—¿Qué es esto?—Lo tomó.

—Un cartel, de una de tus fans.

—¿Mis qué?

—Tus fans, Chase, tus fans. Las chicas que diariamente me dan cartas, chocolates, carteles, o sus números de teléfono para que te los haga llegar a ti.

—Lamento esto, yo...

—Más vale que decidas con cual de todas tus fans vas a salir. Para que el resto se calme, y me dejen en paz.— Dio media vuelta y salió del salón.

El tiempo siguió pasando. Lola y Jailene comenzaban a salir solas al receso. Y los gemelos, junto con Alex, estaban con Chase.

Jailene y Chase no se dirigían la palabra. Nuevamente habían quedado en el mismo salón, aunque por fortuna esta vez no debían sentarse juntos en ninguna clase.

Las cosas entre ellos no hicieron más que empeorar durante la clase de física que tuvieron aquel lunes por la tarde.

Resultó ser que la compañera de banca de Chase era nada más y nada menos que Karen.

Reían, ella lo abrazaba, le tomaba la mano para medirla con la suya, y estaba demasiado cerca suyo. Chase no le correspondía, pero tampoco hacía nada para evitarlo.

Jailene sentía que no podía controlarse. Era tan jodido ver esa escena. No sentía celos de Karen, sabía que él la quería a ella, pero no dejaba de molestarle verla tocándolo de la manera en que lo estaba haciendo.

Se concentró en la clase y en el trabajo que debían realizar. Si él quería estar coqueteando con otra a propósito, no le dejaría ver que la hacía enojar.

—Kozlov—Llamó el profesor —. Por favor, pase al pizarrón, y resuelva lo siguiente.

La cara de Karen palideció. Dejó de reír.

—Eh... profesor. Yo no sé resolver eso. Nunca había visto ese tipo de problemas.

—Estoy consciente de eso. Por eso acabo de explicarlo en las dos últimas horas transcurridas.

—Sí, pero...

—Claro que, si usted estuvo más preocupada por otras cosas que en poner atención, —Miró a Chase— entonces entenderé que no pueda resolverlo.

A 1,000 yardas de tu corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora