Capítulo 41.

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Cuando Jailene despertó a la mañana siguiente, tuvo una explosión de emociones que le fue imposible procesar.

Por una parte, estuvo confundida de haber despertado en una habitación que no era la suya. Luego estuvo feliz de ver a Chase dormido a su lado, y luego estuvo aterrada cuando recordó lo que sucedió.

—Maldición...— Susurró, sentándose de golpe en la cama.

—Buenos días. — Dijo él, despertando.

—Nada de buenos días, ¿Qué demonios hicimos?

—Ah pues...— Comenzó a explicar con una sonrisa coqueta en el rostro.

—¡Cállate! —Sus mejillas se pusieron rojas— sé lo que hicimos, pero no entiendo por qué. No debimos.

—Claro que debimos.

—No, no debimos. — Se levantó de la cama, con una sábana enredada en el cuerpo.

—¿A dónde vas?

—A vestirme. — Tomó su ropa del piso y se dirigió al baño.

-.-

—Parece como si quisieras escapar de prisión. — Se burló Chase abrochándose el cinturón, mientras veía a Jailene mirando de un lado a otro en el pasillo antes de salir de la habitación.

—No hay diferencia. — Lo miró mal.

—¿Vamos a hablar de esto?

—Sí, pero después. Ahora necesito asegurarme de que nadie supo que estuve aquí.

—¿Qué habría de malo en eso?

—Que esto estuvo mal. — Miró de un lado a otro nuevamente.

—No me lo pareció. — Sonrió.

—Deja de sonreír de esa manera, me pones nerviosa. — Pidió, molesta.

Con cautela, Jailene logró volver hasta su habitación sin ser vista. Chase se quedó en el elevador, pues él, junto con todo el equipo, debían asistir a un programa de televisión para dar una entrevista sobre su victoria del día anterior.

Jailene abrió la puerta de su habitación, aliviada.

—¿En dónde estabas, perra? — Sonrió Patrick. Estaba acostado en su cama, con una enorme sonrisa.

—Cállate. — Respondió entrando y cerrando la puerta tras de sí.

—¡Estabas con él! Lo sé, puedo verlo en tu rostro.

—Eso es men tira.

—Hueles a sexo, no soy estúpido.

—¡CÁLLATE! — Rio.

—De acuerdo, de acuerdo, no diré nada.

Luego del desayuno, ambos salieron del hotel. No tenían la menor idea de qué hacer.

—¿Podemos ir de compras? — Sugirió él.

—Es buena idea.

No lo fue. Las tiendas a donde fueron a comprar estaban junto a la playa, y sólo ella y dios sabían lo que la playa le recordaba.

Pero no tuvo opción. Fueron a la playa y estuvieron allí casi todo el día, simplemente disfrutando del sol y del ruido de las olas. Vieron a la gente que surfeaba, y a los que nadaban.

—Esto debería ser la vida— Exclamó Patrick, feliz.

—¿Qué cosa?

—Estar en la playa, tomando el sol, sin trabajo.

A 1,000 yardas de tu corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora