Capítulo 39.

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Al día siguiente, todo el equipo de fotografía y futbol despertó con un terrible dolor de cabeza.

—No me dejes hacer esto de nuevo— Dijo Jailene a Patrick mientras ambos se encontraban en el pasillo camino a desayunar.

—Siento que me va a reventar la cabeza— Se quejó él, colocándose los dedos en la sien.

—Yo siento que necesito tomarme cuatro litros de agua. Tengo sed.

—¿Cuánto bebimos?

—No tengo la menor idea. Dejé de contar luego de la cuarta botella— Respondió Jailene susurrando, mientras llamaba el elevador.

—Buenos días — Dijo Hilda saliendo de su habitación.

Ninguno de los tres dijo nada en el resto del camino, y luego del desayuno Hilda le ordenó a Patrick tomar fotografías de los jugadores y a Jailene la mandó a revelar algunas que ya tenían.

—Son 14 rollos— Le explicó, mientras se los entregaba— ¿Crees que puedas ir sin el chofer? Necesito ir a otro sitio, bastante lejos.

—No hay problema— Sonrió.

Con un poco de dificultad y las manos llenas, se dirigió hacia la salida.

—¡Hey! — Escuchó que la llamaban.

Sintió cómo su corazón se aceleraba terriblemente cuando vio a Chase caminando hacia ella.

—¿Sí? — Respondió evasivamente, sin dejar de caminar.

—Tenemos que hablar.

—¿Sobre qué? — Preguntó confundida.

Chase entonces comprendió: Jailene no recordaba absolutamente nada de lo que había pasado en la noche anterior.

—Eh...

Si no lo recordaba, no se lo mencionaría.

—¿Y bien?

—¿Vas a alguna parte?

—Hilda me mandó a revelar 14 rollos de fotos.

—¿Te llevo? Me queda de paso— Mintió.

—¿A dónde vas tú? — Descubrió la mentira.

—Eh... iré a, a... lavar mi auto. Sí, eso.

—Ajá. — Lo ignoró y siguió caminando.

—Escucha... sé que me odias...

—No te odio.

—Bueno, pero tampoco de agrado. Y tienes razón. Pero... ¿no podríamos... ser amigos?

—¿Quieres ser mi amigo? — Rio.

—Pues, sí. Fuiste la razón de mi felicidad durante demasiado tiempo... y no me gustaría terminar así. No contigo.

Se quedó unos minutos pensando.

En su momento, había sufrido demasiado por él. Pero quizá... sólo quizá, podría olvidar eso.

Y en algo tenía razón él: ambos habían sido la felicidad del otro por mucho tiempo. Un amor que en su momento fue tan puro, no debía terminar así.

—De acuerdo, amigo. — Accedió.

—Entonces... ¿Te llevo?

—Bien. — Sonrió. —¿Podrías sostener mi bolso mientras guardo los rollos?

—Jailene... yo no me puedo colgar esto. — Tomó la bolsa con dos dedos y la alejó.

—¿Por?

A 1,000 yardas de tu corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora