Capítulo 13.

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Faltaban 3 semanas para el último partido de la temporada y los entrenamientos seguían siendo igual de intensos, incluso más. Sin embargo, el 13 de junio todos hicieron espacio en sus agendas para visitar a Jailene en su casa, pues cumplía 17 años.

Nunca había sido fanática de las fiestas, pero accedió a la petición de su madre de organizar una "Reunión sin globos"

La lista de invitados consistía en: Los O'Connor, Los Clark, el entrenador Gibsley, Alex y Chase.

A la 1 en punto tal como ella les había indicado, sonó el timbre.

—Hola— Dijo Chase.

A ella le pareció extraño verlo con ropa ajena al uniforme, y lo observó de arriba abajo por más tiempo de lo habitual.

—¿Qué haces aquí?— Preguntó Jailene desconcertada y riendo.

—Vine a tu "Reunión sin globos"

—Sí, pero ¿Por qué llegaste a la 1?

—Porque tú dijiste que llegáramos a la 1 — Respondió.

—Sí, eso significa "Llega a las 3"— Le explicó.

Lo invitó a entrar y un tanto confundido accedió.

La madre de Jailene lo recibió con un abrazo y le indicó que se sentara en el sofá. Para desconcierto de Chase, aún no había nadie allí, ni lo hubo dentro de los próximos 30 minutos. Comenzaba a aburrirse y se arrepintió de haber llegado tan temprano, tomó nota mental: "Cuando Jailene Brown te invite a una fiesta, llega 3 horas más tarde."

—¿Por qué no salen al jardín?— Sugirió la señora Brown a su hija, parecía como si hubiera adivinado los pensamientos de Chase.

Jailene lo miró y le hizo una seña para que la siguiera. Salieron por la puerta del frente y se sentaron en las escaleras del pórtico.

—Ahora que lo pienso, eres muy impuntual Jailene— Dijo Chase.

—Tú eres muy puntual, Chase— Corrigió ella mientras abrazaba su pierna derecha y reía.

Chase apenas reparó en ella. No estaba vestida como de costumbre con ropa holgada o con el uniforme; llevaba unos Jeans ajustados azul petróleo y una playera mostaza que resaltaba la intensa mirada de sus ojos color ámbar. Su cabello color avellana estaba igual que siempre: Despeinado y con dirección a la izquierda. Pero él pensó que se veía linda, los colores y las facciones de su cara contrastaban a la perfección: sus cejas delgadas; las gruesas, largas y abundantes pestañas que cubrían el contorno dulce de sus grandes ojos; Las pecas que abrazaban su rostro, esparcidas y abundantes, sobre su tez blanca. Y luego estaban sus labios color frambuesa, suaves y húmedos a la vista, guardianes de sus besos y del interior de su boca...

—Los alemanes somos puntuales— Respondió Chase tragando saliva.

—Lo he notado— Admitió poniéndose de pie.

Chase se obligó a no mirarla, a no mirar con detenimiento su cuerpo... era como una tentación. Pero se contuvo.

—¿Quieres lanzar pases? Tengo un balón dentro— Sugirió Jailene señalando su casa.

—Se me ocurre algo— Dijo Chase mientras se ponía de pie también. Ella lo miró con intriga— Ven —. Le indico poniéndose detrás de ella y cubriendo sus ojos.

—¿A dónde vamos? No me irás a secuestrar ¿verdad?—Preguntó deteniéndose bruscamente.

—¿No puedes guardar silencio nunca?

—No— Respondió instantáneamente.

—No, Jailene. No te voy a secuestrar. Dime ¿Para qué quiero yo a una chica tan pequeña que no sabe hacer otra cosa que hablar y golpearme?

—Eres un...—Comenzó a decir ella mientras se daba la vuelta a ciegas buscando su rostro.

—Vale, vale. Cálmate— La detuvo y la giró para hacerla caminar.

Chase se arrepintió casi instantáneamente de haberle tapado los ojos y ser su guía, cuando en 2 ocasiones se vio en la obligación de sujetarla por la cintura para impedir que cayera. Para su suerte y la de su confundido corazón, el recorrido consistía únicamente en bajar las escaleras del pórtico y caminar unos metros más adelante.

Le indicó a Jailene que aguardara allí unos minutos sin abrir los ojos.

—No hagas trampa, niña, te observo— La riñó al sorprenderla en un intento disimulado por mirar a través de una rendija que formó entre sus dedos.

Chase caminó hacia el patio trasero donde había escondido su obsequio de cumpleaños y lo comenzó a conducir hasta donde ella estaba.

—¿Ya?— Preguntó impaciente.

—Espera un poco...— Pidió mientras posaba el obsequio delante suyo.

—¿Ya?

—Ya. Abre los ojos.

Ella acató su indicación y lo que vio a continuación la dejó sin habla. Sus labios formaron una sonrisa tan grande que los ojos casi se le cerraron por completo.

Delante de ella y sostenida por Chase, se encontraba una bicicleta color azul pastel; el asiento, las llantas y una canasta delantera mostraban un color café crema.

Jailene, incapaz de controlarse, se llevó las manos a la cara y comenzó a dar saltitos de emoción.

—¡No puedo creerlo! ¡Siempre he querido una bicicleta! ¿Cómo lo supiste? — Dijo emocionada mientras contemplaba su regalo.

—Tú me lo dijiste. La noche en que nos castigaron por hablar en clase de la señorita Lewis.

—Lo recordaste... —Dijo y él asintió.

—¿Te gusta?

—Es... es... ¡Es el mejor regalo que alguien me ha dado en 17 años! ¡Gracias, gracias, gracias! —Abrazó a Chase fuertemente.

Luego de agradecerle otras doscientas veces, recordó un pequeño detalle.

—Oye... pero... yo no sé andar en bicicleta.

—¿Qué?— Preguntó asombrado.

—Chase, usa la cabeza. Si nunca he tenido una ¿Cómo pretendes que sepa manejarla?

—Ya qué, te enseñaré.— Dijo disimulando su emoción con fastidio y reprimiendo la sonrisa que quería escapar.

Y así, durante las siguientes 2 horas, la acera fue testigo de las veces que Jailene casi cayó al suelo, pero como toda niña valiente lo volvió a intentar. También atestiguó que Chase era un maestro muy bueno y paciente, pero incluso la acera sospechaba que la forma tan peculiar con que la cuidaba y evitaba a toda costa que cayera suponía razones externas...quizá era porque se trataba de ella.

Para cuando los invitados llegaron, Jailene sabía manejar la bicicleta a la perfección, era tan maravilloso como se lo había imaginado desde niña, hasta más. Incluso aprendió a hacerlo con una sola mano.

Fue una agradable reunión sin globos, la comida y el pastel fueron deliciosos y Jailene estaba segura de que no podría haber tener mejor compañía. Al llegar la hora de dormir, lo último que vino a su mente fue la bicicleta que estaba guardada en la cochera, la emoción la invadió al pensar que por fin podría ir en ella a la escuela al día siguiente, tal como siempre había deseado desde que tenía 9. Se quedó dormida, feliz y con una sonrisa en el rostro.    

••••••×.

Corto, pero potente. 🚲💗

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