Nadie está preparado para la cárcel, sin importar lo duro que seas, lo difícil que haya sido tu vida. Sabes los riesgos, lo que probablemente te sucederá cuando las jerarquías se impongan y prevalezca el más fuerte.
Sabía que me golpearían y humillarían. Entendí, con un nudo en el estómago, que sufriría de abusos físicos y sexuales.
En mi interior, supe la manera en que me sentiría. El miedo previo, el terror cuando un grupo de hombres me sostuviera contra mi voluntad, y uno a uno me tomaran, para saciar sus instintos de violencia y depravación. Y luego, el dolor infinito, las lágrimas, la saliva deslizándose por mi rostro. Mis ojos a punto de salirse cuando el primero ingresara en mí, el dolor físico, apenas dando pasos hacia la ducha para lavarme la evidencia de ese acto aborrecible. El comienzo de mi muerte, de mi pérdida de fe en el mundo. Todas las imágenes inundaron mi mente momentos antes de ingresar aquí, cuando recorrí los pasillos calurosos.
Entonces, apareció Christian Emerson y, de ser una persona que moriría en vida, me convertí en alguien dentro de este macabro sistema. Erebo no es un nombre dado por mera coincidencia. Erebo, para los griegos, era la sombra y la oscuridad. Esto era mucho peor. Un monstruo que devoraba hombres y los vomitaba, cuando los había triturado lo suficiente en su boca. La oscuridad alimentada por el miedo. Esa emoción que no te deja en ningún momento, ni siquiera cuando estás en tu cama y las pesadillas de tu maldito día sobrevienen una a una.
El mundo esclaviza a los débiles, los hace sus meretrices para su diversión y placer. Lo mismo ocurría aquí. Cada sitio era testigo de la crueldad humana, y de cómo las bestias incluso tenían más sentimientos para con su prójimo que estas basuras, que habían recorrido cada sistema penitenciario.
Es mi décimo día aquí, y todavía estoy vivo.
Alan sujetó en sus manos los cubiertos de plástico y observó hacia todos lados. Estaba en una mesa, sentado en soledad, como había ocurrido el día previo, y todos los anteriores a ese. Un completo desastre. Eso caracterizaba todos los días después de su llegada.
Un gran revuelo había acaecido entre esos muros en donde todos eran ciegos, sordos y mudos.
—Nadie sabe cómo ocurrió, es decir, eran enormes.
—¿Quién piensas tú que fue? Hace mucho que no asesinan a nadie aquí, es decir, heridos hay siempre, pero, esto es grande —dijo un tipo de la mesa cercana, que tenía marcado el número de interno treinta mil doscientos veinte.
«Diez mil números menos».
Alan de inmediato sacó cuentas. La enorme mole estaba hecha para albergar cerca de doscientos mil presidiarios venidos de todo el país. La cifra era exorbitante, y el muchacho consideró improbable que alguna vez ese lugar fuera a estar repleto, considerando que solo lo peor de lo peor iba a parar allí. Obviamente, su caso era diferente, extraño; algo así como un inodoro de colores.
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Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)
Romance"No hay nada peor que un inocente en prisión, no hay nada más aberrante que expiar las culpas de un asesino impune en manos de bestias sádicas cansadas del encierro. Esta es mi historia, la historia del joven que fui y en el que me convertí". Alan...