El miedo me invade y es algo inevitable. Me gustaría decir que tengo fe y todo saldrá bien, que pronto estaremos en un lugar seguro, pero mi corazón teme, y soy incapaz de controlarlo.
Este estado de angustia en el que me he acostumbrado a vivir.
Esta sensación de intranquilidad constante que me llena, y me hace olvidar hasta de quién soy y mis sueños de libertad, incluso de mi vida antes de llegar a estos muros.
Christian se ha repuesto. No voy a decir que se encuentra bien, sin embargo, está listo para llevar esta batalla hasta las últimas consecuencias. Lo veo en sus ojos en los cuales arden llamas. Quiere venganza, anhela sangre derramada por todo lo que le ha sucedido, y creo que está en su derecho. No me gusta pensar en mí mismo como un hombre vengativo, aunque, si me hubieran infligido la mitad de los dolores que ha pasado él, actuaría del mismo modo.
El día ha despertado con bullicio, gente va y viene. Los presos están más inquietos que nunca, en estado de alerta, como bestias enjauladas que huelen la sangre cerca. Es momento del torneo, y solo los fuertes sobreviven, esta es la ley de Erebo. El maldito Darwin de seguro estaría orgulloso de estos infelices.
Mi corazón late a veces en cámara lenta, otras como un zumbido, en donde los latidos se asemejan a un tornado.
Me arreglo la camiseta con mis manos temblando, mientras que mi amante, este hombre que lleva un mes llenando mis días, se alista para dar el paso de su vida.
El miedo es un monstruo que domina y somete a sus víctimas; eso es lo que no deseo. Aprieto mi pecho, mi palma se hunde sobre él y Christian ríe. El maldito se ríe en medio de toda mi tragedia.
—Ya hombre, es una pelea, tú solo sigue el plan.
—¿Estarás bien? —Alan necesitaba escucharlo una y mil veces de la boca de ese hombre y, a lo mejor, así se calmaría.
—Mis puños funcionan, tú no te despegues de Alberto y Terrance. Las cosas se van a descontrolar una vez que las puertas de las celdas se abran. Mantente fuerte.
—Tengo que buscar a Elías. No merece morir aquí a manos de estas basuras.
Christian dio un gran suspiro, sabía que pelear con Alan, acerca de eso, era inútil y desgastante.
—Debes moverte rápido. Las explosiones empezarán una hora después de iniciado el torneo. Cada columna que sostiene Erebo va a caer, las tuberías de gas explotarán, ¿entiendes?
—¿Cómo lo han logrado?
El hombre se encogió de hombros, como si lo que fuera a decir fuera algo sencillo.
—Los chicos normalmente limpian los subsuelos, esa es una ventaja en este caso. El olor es insoportable, nadie entra ahí, excepto que lo obliguen. Todos los artefactos están preparados para trabajar en secuencia. Es una ventaja que todos hayamos trabajado en operaciones especiales.
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Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)
Romance"No hay nada peor que un inocente en prisión, no hay nada más aberrante que expiar las culpas de un asesino impune en manos de bestias sádicas cansadas del encierro. Esta es mi historia, la historia del joven que fui y en el que me convertí". Alan...