50 Espejos🔥💖

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El primer embiste fue profundo, del mismo modo que el segundo, tercero hasta el décimo. Irina apretó las sábanas percibiendo como la verga lubricada la abría.

Placer carnal en su máxima expresión. Caleb la sujetó del cabello y comenzó a cabalgarla, sacándole chillidos de gozo, y miradas de Jonathan y Stephen.

—Mírate en los espejos, cariño. Sé testigo de lo bella que eres.

Caleb la sujetó del cuello y llevó su cuerpo hacia adelante, subió sus rodillas y las apoyó en el borde de la cama. La hizo erguirse, e introdujo sus brazos por debajo de las axilas de ella. Irina estaba completamente expuesta mientras era penetrada con salvajismo.

Sus senos rebotaban, sus piernas abiertas y el hombre que la sujetaba, era puro músculo y poder. Un verdadero semental. Caleb clavó sus dedos en las caderas y la empujó hacia adelante para que cayera sobre su abdomen. Y fue allí cuando la folló sin piedad, inmovilizándola, mientras del otro lado Jonathan, que había terminado en Stephen se besaba con su pareja, y observaban la acción a su lado.

—Me vengo...

—Quiero escucharte —dijo Caleb besando su cuello.

El hombre movió sus caderas con una velocidad formidable. Irina gritó un nuevo orgasmo, y esta vez, su amante ni siquiera le dio tiempo de reponerse, sino que le dio la vuelta y de inmediato hundió su cabeza entre sus piernas para hacerle un nuevo oral.

—¿Tanto te gusta, maldita sea? —preguntó Irina en medio de un gemido.

—Este coñito se está convirtiendo en mi debilidad. —Y acto seguido volvió a perderse en sus piernas, aunque esta vez la lengua no solo recorrió su clítoris sino también sus abdominales y subió al cuello—. Móntame.

Caleb se acostó en la cama. Stephen y Jonathan se daban besos de lengua y se masturbaban. Irina fue sobre su amante, y este agarró una vez más el lubricante embadurnando el pene.

—A tu tiempo, despacio, adáptate —dijo el hombre. Irina cerró los ojos y comenzó a sentarse en su hombría resbaladiza.

Sus caderas se movieron rápido, después de un par de minutos, aunque no a profundidad. Caleb la sostuvo de la cintura y la arrojó sobre él, levantando su pelvis, penetrándola con intensidad.

Las palmas de las manos de la mujer fueron sobre la cama. Caleb buscó por enésima vez uno de sus senos y lo introdujo en su boca, el agarre no cedió y la pelvis del hombre adquirió velocidad y fuerza. Irina dio un largo gemido.

La cabeza de Jonathan dio sobre la almohada al lado de ella. Tenía los ojos vidriosos cuando Stephen ingresaba en él y este, mordía la almohada.

Jonathan e Irina se miraron y rieron antes de gemir al unísono, pensaban lo mismo. Se habían sacado la puta lotería.

—Muévete, quiero ver como rebotan estas bellezas. —Irina besó a Caleb luego de la propuesta caliente e hizo lo que le pidieron.

El pene se deslizaba a la perfección, entrando y saliendo. Alternaron movimientos, por momentos, su amante la sujetaba y le daba con todo lo que tenía, por minutos ella era quien dirigía el vaivén.

Dirigir en el acto sexual. Irina desconocía que una mujer era capaz de hacerlo tan bien. Ella nunca había tenido la oportunidad de llevarlo adelante.

Estocadas duras e intensas de varios minutos hicieron que el lubricante natural de Irina corriera una vez más, ya no recordaba cuántas veces se había venido, pero quería más. Una bestia que despierta con un hambre voraz, insaciable.

Caleb la sujetó de la cintura e hizo que retrocediera en la cama, después de eso le quitó las medias, dándole una de ellas a Stephen. Irina frunció el ceño.

—¿Qué van a hacer?

—¿La estás pasando bien, amor? —preguntó con sensualidad Caleb, llevando el cuerpo tembloroso a chocar con el de él por enésima vez. Irina asintió. Stephen sujetó las muñecas de Jonathan y las ató a su espalda con las medias, poniéndolo de costado. Caleb la besó y ella enredó sus brazos en el cuello del hombre.

—¿Vas a atarme?

—¿Te gusta la idea? —preguntó Caleb. Irina tragó saliva y la lengua de su amante la recorrió una vez más, aferrándola por sus muñecas, y atándoselas a su espalda.

—Esto es perverso —añadió ella, sin dejar de besar al hombre.

—¿Sí? No te veo muy arrepentida.

—He dicho que es perverso, no que me arrepiento —aclaró con suspicacia.

Caleb la arrojó a la cama y la colocó de costado, del mismo modo en que estaba Jonathan.

—La rodilla de la pierna de arriba que vaya a tu torso, quiero ver ese lugar que tanto me gusta.

Irina obedeció y Caleb llevó dos dedos para acariciar una vez más los labios de su entrada. Sostuvo a la mujer en posición, con sus manos en las caderas, mientras él se encontraba de rodillas. Ingresó hasta la empuñadura de una sola estocada. Sus gemidos comenzaron a mezclarse con los de Jonathan, a quien lo tenían en la misma posición.

Estocadas fuertes, duras, rápidas, profundas y placenteras, acariciando su cuerpo, cada retazo de piel ahora llevaba la marca de ese semental semianalfabeto, y estaba muy contenta de ello. Caleb, al cabo de quince minutos, se tumbó detrás de ella y continuó penetrándola. Irina giró su cabeza hacia el hombre, aprovechó para devorar su boca. El vaivén no cesaba.

—¿Está bien así, abogada? —susurró mordiendo el lóbulo de su oreja y apretando uno de sus turgentes senos.

—Sin objeciones, señor Emerson —respondió Irina, cuando Caleb encontró nuevamente su punto G y comenzó a embestir sobre este.

Sus bocas se unieron, ahogando gemidos que hubieran despertado a la parte del vecindario que no había despertado Jonathan. Se movieron juntos, disfrutando la cercanía, el sudor, el perfume de sus cuerpos. Irina se vino una vez más, y Caleb estaba a punto de salir de ella para venirse.

—¿Qué haces?

—Ya estoy, casi.

—Quiero sentirlo.

—¿Estás segura? —preguntó besando su cuello y retornando a embestir.

—Hazlo, por favor.

Caleb aprisionó ese cuerpo que tenía escasa capacidad de maniobra, ya que Irina se encontraba atada, y la taladró, literalmente, haciéndola chillar de placer y una pizca de dolor. Se derramó en ella, como una cascada, e Irina lo disfrutó como nunca.

La abogada abrió los ojos para ver a Jonathan ser acariciado con dulzura por Stephen, luego de que este se viniera. Sintió como sus muñecas eran desatadas y podía girarse hacia Caleb. El hombre intentó salir de la cama, y ella lo sujetó.

—¿Dónde vas?

—Iba a darme una ducha, soy un desastre. —Irina lo tiró hacia ella y sus manos acariciaron el cuerpo cubierto de sudor.

—¿Vamos a seguir? —Caleb sonrió.

—¿Tú estás en condiciones de seguir? —La abogada se perdió en esos ojos que reflejaban todos los colores del cielo, en su mandíbula fuerte y su cabello dorado. «Un guerrero vikingo»—. Quiero que esta noche sea eterna —susurró, abriendo sus piernas para que el hombre reposara sobre ella. Caleb la acarició con dulzura esta vez.

—Entonces, hagamos que lo sea, hermosa.

Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora