—¿Puedo verte un segundo pelear?
—Por supuesto, siempre y cuando estés con mis amigos, lo puedes hacer.
Christian sonrió al recordar la pregunta dulce y tímida. Alan quería verlo pelear, le había hecho tantas preguntas, y en sus orbes azabaches se notaba la fascinación y el miedo.
¡Qué implacable combinación! Nadie en ese lugar podría decir que no había sentido esas dos emociones recorrer su cuerpo.
Caminó por los pasillos de los pabellones, rumbo a la superficie. Sí, la superficie, considerando que en esa jaula de concreto ni siquiera se les permitía disfrutar de la luz solar.
Los gritos aumentaron a medida que llegaba al centro del lugar donde se llevaría adelante el combate. La arena blanca y hermosa, siendo testigo de la masacre que vendría, de cómo la sangre teñiría cada grano impoluto.
Mientras no fuera la de Alan o sus amigos, todo estaría bien.
El sol dio de lleno en su cabeza cuando salió al ring improvisado, armado para la ocasión. Sin barrotes, sin esas puertas metálicas que sofocaban con la humedad guarecida en las diminutas celdas.
Tribunas especialmente diseñadas y ensambladas a contrarreloj, en donde se sentarían los millonarios excéntricos ávidos de un combate en el Coliseo, en pleno siglo XXI. Hombres y mujeres de diversas edades, que disfrutaban del Champagne, y algún que otro Martini, observando a los guerreros prepararse.
Christian pensó cómo se sentiría estar ahí, sentado en el lugar de los privilegiados. Pensó también en si alguna vez ese sueño se haría realidad. Él, que toda su vida estuvo llena de contrariedades y ausencias, necesitando de personas que jamás le tendieron una mano, llorando la desgracia de los demás, haciéndose fuerte e indolente a base de ver tristeza y recibir humillación. Un maldito león en un gran circo que ahora se caería a pedazos, y con él, cada puto payaso y domador.
Su vista fue hacia el hombre más alto entre todas esas caras nuevas que buscaban una oportunidad para llevarse la gloria. Ahí estaba. No le había fallado. Alexander Karpov era un hombre de palabra.
El resto de los luchadores lo escrutaron de pies a cabeza. Era él. Christian Emerson, el último campeón. El mismo al que le habían golpeado y desangrado a su novio cuando lo colgaron de un mástil. Ese león que había recibido demasiadas heridas, pero no aplacaba su rugido.
—Emerson. —Alexander abrió sus brazos y Christian hizo lo mismo en señal de amistad.
Era una locura para el mundo, no podías convertirte en amigo de quién sería tu asesino. Sin embargo, después de lo ocurrido en el torneo anterior, Alexander sabía que no solo le debía la vida, sino también su lealtad a un hombre destrozado que ahora lucía, ¿diferente?
—Sabía que no me fallarías.
—Cuentas conmigo, ya te lo dije.
A Christian se le derritió el corazón cuando observó que los prisioneros comenzaban a ocupar un sector vallado y electrificado, en donde serían testigos de la pelea. Alan estaba allí, junto a Elías y Terrance.
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Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)
Romance"No hay nada peor que un inocente en prisión, no hay nada más aberrante que expiar las culpas de un asesino impune en manos de bestias sádicas cansadas del encierro. Esta es mi historia, la historia del joven que fui y en el que me convertí". Alan...