26 Errores placenteros💖🔥

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«No pienses en él. Es gordo y feo, imagínalo así».

Jonathan dio una respiración profunda, exhaló aire con lentitud, buscando la calma que le estaba siendo negada después de todo el maremoto de hormonas que se le había despertado.

La noticia lo golpeó. Ese hombre hermoso que ahora se daba una ducha, estaba prohibido.

Esta no era su historia de amor, sino la de Alan y Christian. Él solo la había traído a la vida, estaba a punto de materializarla.

«Cinco mil kilómetros».

Esa era la distancia que separaba a Kansas de Alaska. Jonathan no estaba seguro de poder aguantar tantos días completos al lado de Stephen, ese pecado hecho hombre, literalmente.

«¿Qué carajo te pasa? ¡Tú no eres así!».

¿Y si lo era? Si Stephen hubiera venido para hacerle descubrir su verdadera esencia. Un hombre fuera de control de sus instintos, y deseos más bajos.

Jonathan sabía que era diferente, siempre lo había sido, nunca había encajado en ningún lado. Ni con las chicas, chicos, gays o quienes fueran. Era tan especial, bueno, él no buscaba ser «especial» al estilo de Rafa Gorgory en Los Simpson, sin embargo, todo el tiempo se había sentido de ese modo, pese al amor de sus padres, y de Irina. Su vida se había sentido como una constante lucha.

Esa noche, Stephen, por primera vez, le había dado claridad y enfoque de lo que anhelaba. ¡Jonathan quería vivir!, la universidad ni siquiera se sentía bien. Era una obligación, una necesidad de cumplir con su familia que le entregaba todo, pero ¿qué era lo que él deseaba?

Después estaba su intimidad, mejor dicho, la falta de ello. Tenía dieciocho años, y nunca antes dio un beso. Stephen había sido el primero, ¿el bastardo se reiría si le contara? Era lo más probable, es decir, existían varios niveles de patético, Jonathan sentía que los había cruzado todos.

Se sentó en la cama, cruzando sus piernas y apoyando sus brazos en ellas, como si estuviera en posición de yoga. El agua de la ducha se cerró.

«Dios, dame fuerzas, sé que esto que me pasa con él está mal».

Entendió que Dios lo quería muy poquito, cuando Stephen salió del baño, secándose el cabello con una toalla blanca, completamente desnudo.

«Está bien, amigo, ya entendí el mensaje, no te intereso».

Pensó, mirando al techo de la habitación, ante semejante tentación que se paseaba frente a sus narices.

«¿Cómo debía sentirse ser así de bello?».

Se preguntó, mientras el hombre se agachaba delante de él. Stephen buscó el bóxer que estaba en el piso, dándole una panorámica de un trasero turgente que despertó el pene de Jonathan en un segundo. Si le diera una oportunidad, lo dejaría viendo estrellas.

Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora