Alan había tenido varios momentos de desesperación en su vida.
La sentencia, la llegada a Erebo, el combate de Christian, la separación de ambos, la enfermedad y muerte de su esposa. Sin embargo, de un tiempo hacia acá, se había acostumbrado a la tranquilidad.
Una paz que había comenzado a perder desde que Jonathan, su único hijo, había intentado suicidarse.
—A la cuenta de tres lo levantamos.
Las bombillas de emergencia se activaron, y algo de luz se recuperó en ciertos sectores del hospital, como, por ejemplo, el área de cuidados intensivos donde se encontraba Caleb. Uno de cada lado, con Jonathan y Stephen custodiando la puerta armados hasta los dientes, se pusieron manos a la obra.
—Uno, dos, tres.
Empleando la fuerza de ambos, Christian y Alan lo trasladaron a una de las sillas de ruedas que estaba en la habitación. Una vez que lo acomodaron allí, Christian le dio un beso en la frente a su muchacho, quien continuaba inconsciente y observó a Alan.
—Nos van a perseguir, necesito que salgan de aquí.
—No me voy sin ti.
—Amor, te prometo que...
—La última vez que prometiste regresar no lo hiciste, y fue hace veinte años —interrumpió Alan—. Nos vamos todos, o nos quedamos y peleamos.
—Mierda, ¿no te das cuenta de que mi hijo corre peligro?
—Todos lo hacemos —señaló Alan—. Iremos juntos o moriremos aquí.
Stephen se colgó en su hombro el bolso con el resto de las armas.
—Alan, Stephen, ustedes atrás, cubriendo. Yo iré adelante —ordenó Christian a sabiendas de que Alan no daría marcha atrás en su decisión.
Jonathan sujetó la silla de ruedas, sabía que él debía llevarla. Salieron de la habitación por uno de los pasillos, buscando la salida de emergencia, y se encontraron de frente con cinco de los cazadores.
Christian apuntó de pie y Stephen cubrió a su hermano mientras continuaban avanzando. Pronto, las paredes blancas comenzaron a quedar adornadas con pinceladas de sangre y tejido, el panorama tétrico y desolador del combate por la supervivencia. Varias personas yacían muertas en el suelo, inocentes que nada tenían que ver en su conflicto.
Los hijos de puta ya habían incursionado en ese sitio, lo que significaba que...
Stephen observó la puerta de salida, la cual su padre abrió.
—¡Espera! ¡Papá! —gritó cuando su padre fue recibido por una decena de hombres armados en medio de luces y sombras. El primer disparo dio en la pierna de Christian y este tensó la mandíbula, cayendo de rodillas.
—¡No! —Alan corrió hacia adelante, cubriéndolo.
—Miren, ¿a quiénes tenemos aquí? —Esa voz, ese acento, había pasado tanto tiempo.
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Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)
Romance"No hay nada peor que un inocente en prisión, no hay nada más aberrante que expiar las culpas de un asesino impune en manos de bestias sádicas cansadas del encierro. Esta es mi historia, la historia del joven que fui y en el que me convertí". Alan...