—Esa es semiautomática. Debes acomodar esto y ¡así! —explicó Caleb. Irina levantó las manos en señal de triunfo cuando pudo colocar el cargador y el silenciador, a una de las armas que estaban en el arsenal escondido en el guardarropa.
—Esto es fácil.
—Sí, aunque necesitas un poco de práctica.
—¿Estás loco? Jamás sería capaz de dispararle a alguien.
—Nunca niegues tu potencial. —Caleb arqueó una ceja.
—¿De qué hablas?
—Te gusta esto, y tus ojos me dicen que te encantaría sentirlas en tus manos disparando. —Caleb le dio una sonrisa ladeada.
—Nunca las usaría contra una persona, aunque, debo decir que me da un poco de curiosidad saber cómo se sienten cuando aprietas el gatillo.
Estaban sentados en la cama del hombre, el armamento estaba desperdigado sobre el colchón.
—¿Cuándo aprendiste a usar estas?
—Era un adolescente cuando tuve que matar a un bastardo que quiso atentar contra mi vida. —Caleb recordó con dolor.
La mujer pensó en lo maravillosa que había sido su vida, la manera en que sus padres siempre la habían protegido y alejado de la oscuridad del mundo. Por un segundo, pensó en la tristeza que debe haber embargado a ese enorme y divino hombre frente a ella, cuando tuvo que pelear por sobrevivir.
—¿Cómo fue?
—Mi padre había ido a buscar a Stephen a la escuela, era la segunda expulsión en el año, del hijo de puta, y me dejó solo en casa. Fue cuando las dos camionetas llegaron, y diez hombres bajaron de ellas. Había vivido eso tantas veces, ya sabía lo que venía, y no tenía a nadie que me ayudara. —La piel de ambos se erizó, proyectando el momento, reviviendo esa dolencia que martirizaba el corazón de ese vikingo cálido—. Me acerqué a la ventana y estuve a punto de cagarme en los pantalones. Estaba solo, y una decena de bastardos, a los cuales no les importaba nada, me dejarían como un maldito colador.
—¿Qué hiciste?
—Corrí hacia la habitación de papá y armé dos de estas —dijo sujetando en sus manos la ametralladora semiautomática—. Llegué a la sala de estar y me agaché cerca de la puerta, afirmándome en el sillón.
—Y entonces ellos ingresaron —agregó Irina. Caleb cerró los ojos y la película se reprodujo.
—Dos de ellos cruzaron la puerta, luego de patearla y que abriera. Jugué con el factor sorpresa. Los demás, ante mis disparos, retrocedieron lanzando gritos y tiros hacia todas partes. Fue cuando me arrojé al piso y las lágrimas comenzaron a salir sin control. Mis manos apenas apretaban el gatillo. La casa de madera pronto quedó perforada por todos lados. Los bastardos salieron, se colocaron frente a ella y vaciaron todas las balas sobre la madera y los vidrios.
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Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)
Romantik"No hay nada peor que un inocente en prisión, no hay nada más aberrante que expiar las culpas de un asesino impune en manos de bestias sádicas cansadas del encierro. Esta es mi historia, la historia del joven que fui y en el que me convertí". Alan...