Caleb jugó con sus pulgares mientras iba sentado de camino al bar, junto a Irina Vargas. La mujer lo observaba de soslayo de vez en cuando, intentando generar una conversación, sin embargo, el hombre no estaba interesado en decir más de lo que había dicho cuando subieron a la camioneta.
A Irina le había encantado su osadía pese a que ella no parecía la clase de chica que cae por un halago. Caleb tenía eso que le falta al resto de los hombres. Lo supo, apenas lo encontró en el bar, sirviendo tragos y sonriendo a los clientes. Por supuesto, ella no tuvo mejor idea que abrir una herida que no solo sangraba, sino que supuraba.
La hija de puta de su exmujer lo engañó y, como si fuera poco, le había dicho que el bebé que esperaban era suyo. Se imaginó un instante en esa situación, en la humillación del pobre Caleb. Los comentarios de Irina sobre su padre y el comportamiento de la familia, en realidad, habían hablado más de ella que de los hombres.
«Una estúpida insolente abogadita que vivía en una nube de flatulencia».
Es así como Irina se consideraba a sí misma, luego del desastre.
—¿Cuándo regresas a Nueva York? —indagó el hombre sacándola de los pensamientos lúgubres.
—Tranquilo, vaquero. No te desharás de mí tan pronto.
Una leve sonrisa apareció en el rostro de Caleb e iluminó sus hermosos ojos que, con el gris del día, parecían dagas afiladas. De esas que se te clavan en el medio del corazón y te humedecen las bragas.
—Es peligroso.
—Voy a ayudarlos —replicó sin titubear—. Haré todo lo que esté en mis manos para que esto salga a la luz.
—Entonces, los sicarios de todo el mundo vendrán a cazar a los Emerson, ¿eres consciente de eso? —preguntó Caleb—. Mi consejo es que tu boquita se mantenga cerrada.
—Mi boquita, como tú la llamas, no le gusta que le den órdenes —expresó ella con algo de enojo. Caleb sonrió y afirmó su cabeza en el respaldo, su vista sobre la mujer que ponía una nueva marcha, acelerando.
—Seguro que sí, pero en otros ámbitos.
Como una gran punzada que hizo vibrar su vulva, Irina contuvo un gemido frente a la frase cargada de seducción. ¿Qué es lo que le pasaba en torno a este hombre?
—Ni en este ámbito, ni en ningún otro. Yo domino, fin de la discusión.
—Eso es porque no has encontrado al amante correcto que te muestre, que tus necesidades no son las que tú piensas o temes experimentar. —Un libro abierto. Fue así como Irina se sintió cuando llegó al semáforo—. ¿Qué? ¿La abogada se quedó sin palabras?
—No me conoces.
—Tú tampoco, pero hiciste un gran trabajo incomodando y sacando viejas heridas, con las cuales nos enfrentamos todos los días.
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Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)
Romance"No hay nada peor que un inocente en prisión, no hay nada más aberrante que expiar las culpas de un asesino impune en manos de bestias sádicas cansadas del encierro. Esta es mi historia, la historia del joven que fui y en el que me convertí". Alan...