14 Una vida diferente💖🔥

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Alan se negaba a moverse de su litera esa mañana, sintiendo como los brazos alrededor de él lo aprisionaban con amor

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Alan se negaba a moverse de su litera esa mañana, sintiendo como los brazos alrededor de él lo aprisionaban con amor. Sus ojos negros se abrieron lentamente dando paso a un nuevo día. Un día más que debería ser doloroso y triste, pero, después de una gran e inesperada confesión de parte de su compañero de celda, las cosas habían cambiado.

Tenía esperanzas, esas mismas que había extraviado cuando caminó por los pasillos de Erebo. Christian se las había devuelto una a una, como quien pierde preciosas gemas en medio del océano, y después de una zambullida mortífera y, sin tubo de oxígeno a metros de profundidad, va recuperando cada una de ellas.

¿Qué era esto que bramaba en su pecho? Esto que, lo invitaba a creer y lo alejaba del dolor.

«Christian».

Estaba mal, sabía que esto no era a largo plazo. Su vínculo había comenzado desde lo carnal, y el temor más grande era que, el deseo de Christian pasado unos meses, se extinguiera y lo abandonara.

Alan era un estúpido, se sentía de esa forma. Ese hombre poderoso y masculino lo había adormecido a base de caricias y besos, como alguien que recién descubre el contacto físico, alguien que anhela los roces de esas manos buscando embotarse de ellas.

«Un hombre, estoy perdiéndome por un hombre».

Él creía que su vida se había partido en dos, todos los aspectos de ella, incluido el sexual.

Fuera de Erebo, Alan tenía una vida independiente. Más allá del amor a sus padres, era un muchacho que siempre se había valido por sí mismo. Ahora, envuelto en esa bruma de deseo y desesperación, entendía la vida lejos de esos brazos que lo arropaban como algo inconcebible. De pensar a Christian Emerson con otro, el corazón se le estrujaba.

«Es un hombre».

Se lo repitió porque a su cerebro, al parecer, le costaba captar el mensaje, pero no las sensaciones. El placer era algo a lo que se estaba acostumbrando muy rápido. Y la ecuación siempre llevaba al mismo resultado suculento. Placer más Christian era igual a un orgasmo alucinante.

—¿Te pasa algo?

—Nada. —Alan giró su cabeza hacia la derecha, para enfocarse en esos ojos verdes, un bosque profundo e inexplorado—. Estaba pensando.

—¿En tu vida?

—Esta es mi vida.

—No —interrumpió Christian—. Hablo de la vida real. Esto, gracias a Dios, no es lo que les ocurre normalmente a las personas y mucho menos, con lo que sueñan.

Alan asintió, y se acercó más a ese hombre quien no lo soltaba ni siquiera un poco.

—En la «vida real» de la que hablas, nunca te hubiera conocido.

—Lo sé, y aun así serías muy feliz, ¿o me equivoco? —No se equivocaba. Alan tocó con la yema de sus dedos la mandíbula fuerte y perfecta, libre de vello.

—Es verdad, vivía bien —agregó el muchacho—. Tengo unos padres maravillosos que me esperan. Tenía una novia.

—Que seguramente también va a esperarte.

—No lo hará. —Alan frunció el ceño—. ¿Piensas qué se quedará por diez putos años atenta a mí? ¿Sin verme, ni sentirme? ¿Apegada a un triste recuerdo de lo que fuimos? ¿De lo que hubiera sido?

—¿Y por qué no? ¿Acaso no hay amores eternos, más allá del tiempo? ¿Diez años? ¿Veinte? Si amas, si de verdad tu corazón le pertenece a esa persona, no son nada.

—Es increíble. —Alan se derritió con esas preguntas. Christian nunca dejaba de sorprenderlo.

—¿Qué cosa?

—Lo que dices. Te sale natural, tan verdadero.

—Lo es. No hay mucho más de lo que te he contado, bueno, quizás sí, pero...

—Quiero saber todo sobre ti.

—¿No crees que es demasiado pronto para decepcionarte?

—No. —Alan rio y dejó besos cortos sobre el mentón del hombre—. Dijiste que no finges, y te creo, entonces, lo que me cuentes me mostrará cosas mejores de ti.

—Cosas mejores —pronunció con gracia Christian.

—¿Qué te parece tan gracioso?

—Es hora de levantarse, muy pronto abrirán las puertas —esquivó la pregunta, y Alan dio un suspiro profundo.

—No quiero levantarme hoy.

—¿Crees que tienes opción, amigo? Estás en la cárcel, recuérdalo siempre.

—Lo hago, sin embargo, me gustaría un día quedarme contigo, de este modo, durante todo el día.

—¿De qué hablas? —Christian se carcajeó—. Si no me equivoco, pasamos todo el maldito tiempo de esta forma. ¿De qué te quejas?

—Entiendes de lo que hablo.

—Sí. —Christian se sentó en la cama y llevó sus manos sobre el cabello negro, esa maraña de rulos sedosos y fuera de control—. No quieres verlos a ellos.

—Estos animales salen a buscar víctimas, a expandir su odio, su sadismo, dañar e imponerse. Yo los odio, jamás pensé que llegaría a odiar como lo hago. Nunca tuve estos sentimientos así, tan fuertes.

—Es el encierro —explicó Christian—. Todo se expande aquí. La racionalidad disminuye, somos puro instinto. ¡Vamos!, eso debes saberlo, eres estudiante de publicidad. Les gusta joder con la mente de la gente.

Ambos se pusieron de pie y comenzaron a lavarse. Alan se colocó la camiseta, la cual tenía una enorme rasgadura.

—Maldito bruto, ¿tenías que romper la única camiseta decente que me quedaba?

—Si te la hubieras quitado rápido, no habría pasado. —Christian se encogió de hombros como si lo ocurrido fuera inevitable.

—¿En serio, bastardo? Primero el bóxer, después uno de los pantalones y ahora esto.

El castaño negó, y le dio una sonrisa ladeada. Alan de verdad estaba molesto. Se acercó cuando este intentaba arreglarse la camiseta.

—No te molesta tanto cuando estás caliente.

—Eso porque no me dejas pensar —bufó, subiéndose el pantalón y haciendo una mueca de incomodidad.

—¿Estás bien?

—Más o menos, te pasaste anoche.

—¿De verdad vas a reclamarme eso? —Christian no quería reír, no obstante, era imposible. La forma en que Alan fruncía los labios conteniendo los insultos—. ¿Quieres que la próxima te deje estar arriba? —El muchacho esta vez lo observó con un dejo de sorpresa—. Eso, si quieres ser el activo. Vengarte de mí por ese dolorcito en tu culo.

—No lo sé. —Las mejillas de Alan estaban a punto de incendiarse. Dios, era tan lindo cuando estaba molesto o se avergonzaba.

Christian lo abrazó pese a sus intentos de zafarse del agarre. Era imposible. Era tan enorme, construido como un tanque de guerra. Puro músculo y belleza. Después de algunos besitos e insinuaciones, Alan comenzó a reír y le golpeó el pecho.

—¿Entonces? —volvió a preguntar Christian.

—¿Qué cosa?

—Lo que te pregunté. —La sirena sonó en ese segundo. Los guardias gritaron para la formación, era hora de salir al patio.

—Te respondo más tarde.

Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora