52 Los encontramos🔥💖

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Irina sentía que el corazón se le iba a salir del pecho cuando se giró hacia el hombre desnudo y mojado detrás de ella.

—Caleb.

—Nadie entra aquí, vamos. —Se acercó y la sujetó del brazo, la mujer de inmediato reaccionó yendo hacia su cuerpo.

—¿Qué pasa con esto?

—Son armas.

—¿En serio? No me había dado cuenta —respondió con ironía y Caleb chasqueó la lengua.

—Camina, el desayuno está listo, deberías estar ahí y no andar de fisgona.

Irina se encogió de hombros. Sabía que estos hombres eran peligrosos y estaban listos para lo que fuera. El arsenal detrás de ella era contundente.

—Vamos.

—No —replicó Irina acariciando los pectorales húmedos.

—No vas a quedarte aquí, así tenga que arrastrarte.

—Bueno, con el tratamiento que me diste anoche por poco no término con mis extremidades sin movimiento, así que...

Caleb dio una respiración profunda, sus mejillas tornándose rojas. Irina sonrió, lo había avergonzado.

—Irina, no hagas las cosas más difíciles. —La mujer tomó la mano derecha del hombre y la llevó hacia su entrada, para que los dedos tocaran allí.

—Todavía estoy mojada, esto eres tú, Caleb Emerson. Nadie jamás me había hecho sentir así —afirmó, olvidándose de toda la charla de incompatibilidades y miedos que había tenido con Jonathan.

—No vas a desviarme del tema —musitó Caleb cerca de su boca. El dedo medio y el índice se apretaron en la zona e Irina gimió—. Estás muy sensible esta mañana. —Irina sonrió, el ardor en su zona baja era impresionante.

—Muéstrame, dime sus nombres. —Irina señaló a las armas detrás de ellos.

—Pensé que estabas en contra de la violencia.

—Lo estoy —dijo convencida—. Y ahora, soy consciente de que todo esto es necesario para sobrevivir. Es lo que ustedes han tratado de hacer todo este tiempo.

—Vamos, deja que me vista, desayuna, y después te muestro cada una de ellas.

—¿Lo prometes?

—¿Necesitas que lo haga?

La mujer negó, entendiendo que podía confiar en ese hombre, que él jamás la traicionaría o la dejaría a la deriva, y menos en cuestiones de vida o muerte, cómo estás.

—No, Caleb. Voy a confiar en ti, del mismo modo en que lo hice anoche.

***

—¡Eres un maldito idiota! —La mano fuerte dio contra la enorme mesa de roble, y Carson tembló ante la ira de su padre.

Irina siempre le había dicho que el temor extremo a su padre cuando se enojaba era irracional, sin embargo, si ella hubiera visto como ese bastardo mataba a su propia madre estrangulándola, una noche de alcohol y drogas, sabría que el miedo era comprensible.

Carson se había quedado debajo de la cama, como un pequeño asustado que no sabe qué hacer, escuchando los sonidos ahogados de su progenitora y luego, silencio. El más crudo silencio y un cuerpo cayendo del extremo opuesto de la habitación.

Su padre nunca supo que él fue testigo de ese asesinato, no obstante, era tal el sentimiento de terror, que Carson jamás hablaría en su contra o haría algo desafiando su voluntad. Entonces, allí estaba, escuchando el sermón, luego de que el hombre se enterara de sus manejos con respecto a los Emerson y Mathews Richter.

—Necesitaba resolver esto solo, por eso no te comenté que...

—¡Es mi problema! ¡Christian Emerson es la piedra en el zapato que no he podido quitarme por años! —gritó su padre. La voz estruendosa sonando en los pasillos de la mansión vacía, excepto por los guardaespaldas.

—Tengo decenas de hombres buscándolos, papá. Es solo cuestión de tiempo.

—Por supuesto, bastardo. —El viejo se lanzó sobre el cómodo sillón y se desabrochó la camisa, aflojando la corbata—. No vuelvas a tomar una decisión sin consultarme.

—Pero...

—Sin peros. —Señaló a su hijo con frialdad—. A la próxima, te largas de aquí.

Carson frunció el ceño. La verdad es que se sentía traicionado por su padre, por la falta de confianza. Más allá de lo de su madre, ese hombre actuaba como un desconocido cuando se trataba de él.

—¿Qué pasa? ¿Por qué no confías en mí? De hecho, creo que tenías más fe en mi exprometida que en tu propio hijo.

—¡Porque eres un cobarde! —exclamó, tajante—. Y el miedo te hace tomar decisiones equivocadas.

—¿Qué hubieras hecho diferente en este caso, eh? —preguntó Carson. El celular del viejo sonó. Y esta vez, el prestigioso abogado Rowan le dio una sonrisa maliciosa.

—Uno debe saber a qué fichas le apuesta. Y yo aquí, tengo el número ganador.

Carson frunció el ceño cuando su padre puso su celular en altavoz para que él también se enterara de las grandes noticias, o para humillarlo, demostrando que los hombres que él contrataba eran los mejores.

—Alessio.

—Ya los tengo, abogado Rowan —respondió el italiano, al otro lado de la línea—. ¿Y a qué no saben quién más los está acompañando?


Cuando te perdí T.JdP Libro 1 (gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora