Burn | B.S. |

Capítulo 45: Realidad.

Primera, única y última nota al principio de un capítulo:

¿Están listas?
Yo no, y voy a volver a molestar al final, pero quería pedirles de antemano disculpas por lo que van a leer.

La verdad no es el final que planeaba, ni el epílogo que después subiré, pero intenté hacer lo mejor que pude.

Las quiero, y les dejo el final de Burn.

No, definitivamente yo tampoco puedo creer que termine.

•••

No éramos amigos desde aquel día, pero tampoco algo más.

De hecho, esa misma mañana me había levantado solo en la cama.

Una nota había sido pegada en la puerta.

Tengo turno con mi psiquiatra.

Gracias por lo de anoche :)

Y esas habían sido las últimas señales de vida que había tenido de Sam.

La había buscado los días de trabajo, y los que no, también; sin embargo, nunca respondía el portero.

Esa semana había estado perdido, tanto que como resultado, mi celular había sido extraviado.

Tampoco es como si tuviera demasiada comunicación con otra gente, excepto las llamadas y mensajes que le hacia a Melina... para saber algo de Sam. Pero esta vez no iba insistir.

Samantha ignorándome me había hecho pensar... demasiado.
Pero su alejamiento mucho más.

Tal vez su "creo que ya no somos amigos" significaba que ella no quería ser mi amiga, porque simplemente no quería. No porque quisiera volver a construir una relación, quizás yo la estaba poniendo mal de alguna forma.

¿Era eso posible?
¿Realmente le hacia daño mi sola presencia?

Mi cabeza estaba a punto de estallar.

El beso me confundía mucho más, y por momentos me esforzaba por olvidarlo, pero era imposible.
Entre más quería evadirlo, más lo recordaba y más ganas de repetirlo tenía.

Las cosas no resultaron mucho mejores en Noche Buena.

Empezando por el momento del brindis, en el que mi madre había hecho casi un anuncio acerca de no ser apto para brindar con champaña, sino con un asqueroso jugo de manzana, al igual que mis primos más pequeños.

Y como regalo-cierre de la noche, Nat me había abrazado y felicitado por alejarme de las cosas que me hacían mal, nombrando éstas como el alcohol y Sam.

Para cuando papá trato de intervenir, mi hermana y yo ya habíamos intercambiado un par de insultos.

No lo pensé demasiado, con el dinero que me había regalado mi abuela, pedí un auto para que me llevara de vuelta a casa.
Probablemente el viaje más caro que haya pagado en mi vida, pero lo valió.
Después de todo, el hombre estaba haciéndome un favor un veinticinco de diciembre de madrugada.

Todo con tal de evitar más discusiones...

Yo ya estaba bastante mal, y las internas familiares eran lo último que necesitaba.

***

Unas cuadras antes de llegar a mi casa, pude distinguir que era una de las pocas que no estaba iluminada.
Porque claramente nadie estaba allí.

Fueron sólo unos segundos.

Le dije al chofer que fuera directo a la casa de Tristan y Melina.