CAPÍTULO L: Miradas De Hielo.

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La mirada de Marit producía tanta nostalgia, tanto cariño y anhelo que las lágrimas resbalaban por sus mejillas sucias del viaje.
Philips estaba ya caminando hacia ella, cuando aquellas veinte sombras oscuras se aproximaban a la víctima más cercana. Marit.
-¡¡NO!! - los cuervos salieron espantados de donde reposaban, atentos a aquel espectáculo para ellos.

Aquello solo había estado en silencio unos instantes, cuando se integraron Kristan y Marit.
Pero ahora todos debían de juntarse más que nunca.
Ese grito de Philips fue el aviso que Marit se diese la vuelta para luchar, pero una de las sombras empujó a joven al otro extremo del castillo, donde empezaban a descender las escaleras.

En el cielo, las nubes parecían acompañar a Dissior en la lucha porque una terrible tormenta acechaba entre las torres delgadas.

Minna vio deslumbrada y muerta de miedo como lanzaban a su querida Marit por los aires. Pero no se lo pensó dos veces cuando corrió hacia ella. Se agachó y con las lágrimas ya derramándose, le acariciaba el pelo recogido.
-Marit, - dijo el hada en un susurro. Un hilo de voz que simplemente lo pudieran escuchar ellas. - levántate. Venga querida.
La joven abrió la boca con suavidad y cogió aire, abrió los ojos y parpadeó.
Ella había soñado durante años el despertarse y ver a su familia. Le reconfortaba. Le hacia estar segura. Y por una vez, aunque fuese en medio de todo lo oscuro que le rodeaba, su sueño se había cumplido. Y sonrió.
Le dio las fuerzas suficientes como para levantarse, coger su espada enganchada en su cintura y correr hacia las sombras, dejando atrás todo. Todo lo que más tarde tendría.

Philips vio por primera vez a su hermana luchar con tan valentía y fuerza que la acompañó por detrás. No iba a estar sola, y menos aún ahora.
Luzmor descubrió algo que jamás pensó que sentiría. Encontró pasión por aquello que se quiere. No pensó más de dos segundos cuando agarró su espada, respiró y siguió a su familia.
Minna estaba resplandeciente. Feliz. Pensó en que, a pesar de lo que ocurriese dentro de unos momentos, había visto como su vida había cambiado tanto, en como habían superado tantas cosas, y ahora se encontraban todos juntos. Y defendiendo su vida. Cada uno defendía la de los demás.
Juntó sus manos en un puño, cerró los ojos con fuerza y empezó a pronunciar una palabras extrañas.

Dissior se percató de aquel conjuro, pues desprendía una luz que no debía estar ahí, y mandó a los cuervos hacia Minna.
Las sombras abrían sus manos hacia los tres jóvenes para lanzar oscuridad, pero ellos la paraban con sus espadas. A veces no podían evitar que les diera.

La paciencia se agotaba. La sudor caía hasta en la tierra ya mojada por la lluvia que caía desde el cielo cubierto por una nube negra y extensa. Las fuerzas se acababan, pero la magia de las sombras era inagotable, eran como seres inhumanos.
-¡¡YA BASTA!! Estoy cansado de cada uno de vosotros. - señalaba uno a uno sin dejarse a nadie. - Esto se va a acabar ahora. No vais a poder conmigo. Es una estupidez seguir jugando a...
-¿Te olvidas de alguien no Dissior? - aquella voz inconfundible. Aquella voz que alteraba el corazón del rey.
- Tú. - Dissior se dio la vuelta y sus miradas se mataron entre sí. Era tal la tensión, la furia y la rabia de Dissior que él mismo, sin darse cuenta, había parado a las sombras.
-¿No me echabas de menos? - Kristan se cruzó de brazos mientras se reía del rey.
-¡No te burles de mí! No sabes de lo que soy capaz. - bajó la mirada dejando unas milésimas para que Kristan pudiera verle los ojos.
- Creo que no eres capaz. Lo has aniquilado todo. Ya no queda nada. Ni siquiera árboles ni plantas, nada. No queda nada. Lo has destruido todo. Pero sé que no tienes el coraje suficiente para matar a tu hermano.

Aquellas palabras resonaron una a una en la cabeza de Dissior.
Todos los chicos incluyendo a Marit, se quedaron helados.
-¿Her... Hermano? - preguntó Marit confundida.
-Sí. Es mi hermano. Mi hermano pequeño. Él fue quien me apartó de todo lo que me rodeaba. De nuestros padres. De mi pueblo. De Amcar. - Kristan hablaba, respondiendo a todas las preguntas que rondaban en las cabezas de todos. Pero la mirada seguía intacta en Dissior.
-¡Fuera! ¡No quiero verte! Vuelve a tu sitio. Ya me ocupo yo del desastre. - concluyó el rey.
-No dejaré que acabes con ellos. Olvida de eso Dissior. Por favor.
-He oído suficiente por hoy. - su rabia aumentó dentro de su interior, que las sombras volvieron en sí y cada una caminaba hacia su víctima más cercana.

Marit miró triste a su hermano. Quería abrazarle, pero ambos sabían que era ahora o nunca. Todas lasiradas se unieron y supieron que hacer.
Juntaron los picos afilados de las espadas empuñadas y un rayo de luz azul rompió aquella tormenta.
Las sombras desaparecieron y Dissior, por mucho que su enfado traspasara sus venas, no conseguía que volvieran.
Una fuerza extraña proviniente de aquel hechizo tan luminoso, hizo que el propio rey cayera al suelo como los caballeros que yacían en el suelo, esparcidos por todo el espacio de la lucha. El barro y la suciedad empezaban a cubrirles las manos y el pelo.
Philips y Luzmor se acercaron a Dissior con las espadas en las manos y con miradas de superioridad.
-¿Qué vamos a hacer contigo? - Philips ya no sentía ni el más mínimo ápice de compasión por ese hombre. Nunca se había comportado como un padre y no lo haría jamás.

Flores de invierno IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora