CAPÍTULO XLIII: Ve A Por El Libro.

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-¿Habéis oído eso?
-Chhsss - chistó Phillips de repente. Quería estar concentrado todo lo posible, pero los nervios inevitables de Luzmor lo desconcentraban.

Justo cuando entraron en la vieja casa, la puerta se cerró de un portazo sordo y la oscuridad empezó a apoderarse de los visitantes.
Los tres miraron a todos lados en busca de una vela, de una luz, de, algo que pudieran ayudarles.
- Minna, utiliza tu poder para iluminar. - dijo Phillips.
El obedeció al chico, hizo un chasquido con sus dedos pero no se produjo ningún cambio.
- Que raro... Mis poderes siempre funcionan a menos que...
-¡Magia oscura! - gritó Phillips apretando aún más su afilada espada.
Todos se unieron y se concentraron al máximo. Con sus corazones en un puño y con un temblor de piernas increíblemente fuerte, intentaron no hacer ni el más mínimo ruido, ni uan sola palabra, tan sólo el suspiro de sus pulmones.

-Creo que nadie os ha invitado a venir aquí, ¿no? - una voz tan afilada como cruel, apareció sin más, de la nada, en medio de la sala.
Minna se asustó y Luzmor y Phillips apuntaron sus armas hacia la bruja.
-¿Qué haces tú aquí? - preguntó el hermano de Marit.
-Creo que debería hacerte la misma pregunta ¿no crees Phillips?
-Déjate de cuentos. Déjanos en paz. - advirtió a Clanmiana.
-Vete y no te haremos dado. - amenazó Luzmor. Unas carcajadas a pleno pulmón estremecieron al hada. Su corazón latía como si hubiera salido de su pecho.
-¿Por qué no haces magia hadita? - le preguntó con sarcasmo a Minna. Esta bajó la cabeza entristecida porque se sentía inútil y sin valor.
Phillips y Luzmor notaron cierta agresividad hacia su amiga y se interpusieron entre la bruja y Minna.

-No sois nada para mí. No sois un problema porque ya no os queda nada. Lo habéis perdido todo. - justo en ese momento, Phillips entrecerró los ojos y su furia se abrió paso con su espada.
Pero al intentar acabar con Clanmiana, esta se evaporó con su humo negro.
Que bien la definía con esa oscura niebla negra. Demostraba que no tenía corazón ni alma. Que podía acabar con todo el que quisiera.
Los tres amigos miraron hacia todos los lados vigilando la vuelta de la bruja.

Todo se quedó en silencio, todo oscuro, sin luz. Ninguno dijo nada. Se limitaron a pensar, a controlar y esperar a cualquier cosa.
-¡hahaha! - dolía más un puñal en el pecho que esa risa de dolor, escuchar aquello y estar allí solo significaba la muerte.
Y los tres lo sabían. Tenían la certeza de que o salían de allí ya, o esperaban a que Clanmiana les aniquilara.
-Bu. - Luzmor se sobresaltó de inmediato al oír algo en su oído. Pero se encogió con fuerza cuando empezó a notar un dolor insoportable en el costado. Soltó la espada por inercia y se agachó, retociéndose de dolor. Sus manos fueron directas a donde salía la sangre. Minna y Phillips se agacharon con él rápidamente, lo cogieron como pudieron y salieron de allí sin pararse un instante.
Clanmiana había desaparecido dejando un herido y un temor a su paso.

Tardaron horas en llegar hasta su hogar. Tenían que curar a Luzmor, que no dejaba de gritar y quejarse de los retortijones. Minna intentó curarle después de salir de aquella casa, pero la herida había sido causada por magia oscura.

-Vamos, túmbale aquí encima. - le dijo a Philips. Ambos lo tumbaron encima de la mesa. Apartaron todo lo que tenían y Minna empezó a dar vueltas y encontrar una solución.
Phillips estaba nervioso. Su rabia por acabar con aquella mujer no tenía límites.
-¡Duele! - gritó de nuevo Luzmor.
-Tranquilo, voy. - Minna ya no sabía a dónde ir. Se estaba empezando a desesperar.
-¡Oye! - le paró el muchacho con las espadas apretadas a su cintura. Minna se detuvo de inmediato esperando una respuesta a la herida. - ¿si traigo el libro podrás curarle?
El hada se limitó a mirar al chico herido, buscando soluciones.
-Sí. - sentenció. - Pero no lo permitiré. No te dejaré ir solo hasta Amcar.
-Sí lo haré. Era mi hogar. Sé donde está el libro y volveré. «volveré con la sangre manchada de la sangre de la bruja.»

Ambos se miraron desesperados, intentado descifrar todos los enigmas con los ojos.
-Vale. - tuvo que decir el hada. No le quedaba más remedio. No había otra opción, si lo que querían era salvar a Luzmor. - Ten. - buscó entre unos cajones hasta dar con el mapa que Melfos le dejó a Marit.
Phillips se enterneció por un instante, pero sus lágrimas no llegaron a apoderarse de sus ojos.
Cuando ya iban a despedirse, Philips le dijo a Minna:
-Volveré con la sangre cubierta la sangre de Clanmiana.
-Ve a por el libro. Vuelve vivo Phillips. - le aclaró al muchacho mientras esté se colocaba correctamente el cinturón que resguardaba dos espadas y tres cuchillos afilados.
Le sonrió a Minna, dejando claro que estaría bien y que haría todo lo posible por venir con el libro.
"Dichoso libro" - pronunciaron todos en sus cabezas.

Phillips emprendió un viaje lleno de peligros que le podían llevar a la muerte si se dejaba vencer. Tenía que ser fuerte. Iba a enfrentarse a su pasado. Un lugar que significó más que dolor para él.
No podía dejarse engatusar por lo que se pudiera encontrar. Cuando cogiese el libro, mataría a Clanmiana.

Pasaron un par de horas cuando Phillips llegó a la vieja casa de antes. Ni siquiera volvió a entrar. Pasó de largo. Pero no que no sabía era salían por la puerta veinte soldados armados hasta la cabeza.
Estaba claro que la bruja los había enviado para terminar con ellos.
Phillips se percató de aquellos sonidos de metal pero no se giró. Se limitó a caminar. Con su mano en la espada y la otra...
-¡Pum, pum, pum! - se giró al instante lanzando polvos blancos hacia los guardias de Amcar.
Se apartó un poco para no caer en el hechizo y miró detenidamente como los guardias volaban de un lado a otro sin parar. Chocándose unos a otros entre los árboles y en la cabaña abandonada.
El muchacho sonrió satisfecho pensando en que gracias a que Minna le había dado a última hora una bolsa con polvos blancos para el camino.
-Gracias Minna. - dijo al aire.
Y siguió con su viaje.

Quedarían otras dos horas cuando Phillips por fin llegó al infierno. Al lugar donde su infancia murió con él.
Miró a todos lados, con la simple y efímera esperanza de que, Amcar estuviera con un poco de luz. Con personas correteando o paseando.
Pero en lugar de eso, no vio a nadie. Nadie.
Todo estaba desierto. La acumulación de suciedad y barro aumentaba con lentitud. La mayoría de las casas ya estaban destruidas.
Pero lo que más dolió a Philips fue encontrarse con cuerpos tirados en el suelo. Personas, habitantes, niños yacían en el suelo, esperando una eternidad que ya nunca volvería que alguien los salvase. Pero para ellos ya nunca sería ese día.
Unas imágenes duras para un joven muchacho que había vivido en el castillo, que podía haber ayudado a todas esas personas. Les podía haber dado comida, un hogar. Si no hubiese sido por su padre, ahora todo hubiera estado bien.
Por un momento se preguntó quién había dejado que Dissior fuera rey. Qué había sido de ese pueblo que celebraba fiestas cuando algo bueno pasaba. O cuando llegaba el invierno y todo el mundo hacía muñecos de nieve o ángeles. O en verano cuando se iban a bañar al río.
Justo al final de pueblo se encontraba el castillo. Aquel siniestro y amanzador lugar.
Apretó aún más su espada y su mirada se oscureció.
Justo en la puerta grande se encontraba Clanmiana, protegida por cien guardias que apuntaban con sus espadas al muchacho.
-Tú, - señaló Philips con su espada a la puerta. - no mereces salir por la puerta grande. - y se rio. Intentando enfuerecer aún más a la "dueña" de Amcar.
Clanmiana lo acechó con sus ojos cada vez más cabreada.

-Creo que te has equivocado de lugar chico. - alzó la cabeza con superioridad y su sonrisa y abrió de un lado. - Acabad con él.
Todos los hombres corrieron sin ningún pudor hacia Philips. Este se quedó quieto. Con la esperanza de que funcionara.

Clanmiana observaba con pasión y alegría como destruía otra vida más de las que podía contar.
-Tranquilo Phillips. - respiró hondo y sacó su espada a la espera de algo grandioso.

Cuando los guardias estaban a escasos metros del chico, este subió su espada a la altura de su cabeza, de manera que el pico afilado de esta llegara a la frente.
En ese mismísimo instante, cerró los ojos y la espada se abrió con una barrera que cubrió la poca distancia quedaba entre ellos. Un brillo iluminó todo el lugar. Como una onda expansiva que no les dejaba pasar.
Todos los guardias chocaron a la barrera y Clanmiana se quedó de piedra al ver semejante cosa.

Phillips abrió los ojos y desapareció.










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