canción The kiss, de Andrew Lockington
El mismo día que Melfos acogió a una criatura abandonada, decidió darle sentido a su vida. Así que, decidió, criarla, cuidarla y quererla como si hubiese sido su querida hija.
La mañana siguiente a la tormenta; después de haber dormido plácidamente los dos sobre una butaca de madera, Melfos puso un nombre a la pequeña mientras la miraba con ternura.
-He pensado muchos nombres para ti mi criatura, y ninguno se asemeja a tu mirada, a tus ojos color esmeraldas y a la sonrisa más hermosa que el mundo haya tenido nunca. Por lo tanto, te llamaré... Marit. Sí. Mi preciosa criatura Marit. - la cogió en brazos y la besó con un amor intenso. Pensó en su esposa, ella se sentiría muy orgullosa de lo que su querido y amado esposo había hecho. El bebé, sonrió como nunca y empezó a tirar la barba del anciano. Este, comenzó a reír y los dos, lo celebraron felices.Durante esas semanas de continuación a aquel día, Melfos construyó una hermosa habitación en la parte de arriba, para que Marit pudiera dormir. Hizo una cunita para ella, un gran armario para guardar la ropita que él mismo le haría, y una estantería para guardar todos los peluches que este le iba a hacer pronto. El anciano, se hizo una cama justo al lado de la chimenea, para poder calentarse en las noches de invierno. No necesitaba nada más.
• • •
Después de que Dissior encontrara su propia magia, se aventuró de nuevo al bosque oscuro y tenebroso. Cuando entró en él, un viento llegó de improvisto que azotaba los árboles con fuerza. Hasta el propio bosque querría esconderse de aquel hombre tan siniestro. Para él ya no había nada que le diera miedo. Era él el temido. Se sentía feliz y poderoso. Ya podría ir al pueblo sin temor a que le hicieran daño. Ganaría aquel juego absurdo, y sin que nadie se esperase nada, dirá que será el primer rey del mundo entero.
Le reconfortaba pensar eso.Pasaron días enteros hasta que por fin halló el valle. Su pueblo aún era suyo, por más que lo echaran. Y ahora sería de él; ahora, era sólo de él.
Ese día comenzaba el gran torneo. Lo más esperado hasta ahora. Todo el pueblo estaba reunido en una gigantesca carpa que pusieron al acabar el pueblo, donde se enfrentarían los hombres más valientes. Cuando Dissior entró en la aldea, miró de una esquina a otra sin ver a nadie. Ya había empezado. Caminó sin prisa, hacia la carpa con prepotencia y chulería, pues iba a derrotarlos a todos.
Como si la magia hiciera efecto, todo el mundo, hasta los caballeros, giraron sus cabezas hasta Dissior. Él fue el centro de todas las miradas. La gente le miraba con curiosidad y desprecio. Zamill se encontraba allí, junto a los habitantes, como uno más.
-¿Qué haces aquí Dissior? Este ya no es tu pueblo. ¡Vete! - le dijo delante de todo el mundo. Las personas que estaban en la carpa, ya sabían la verdadera historia. Los caballeros que estaban luchando, uno contra uno, dejaron de luchar para juntarse todos y luchar contra él. Notaban algo raro en su mirada. No iba a ser nada bueno.
Dissior no estuvo entrenando de vuelta al pueblo con su palo, ni se imaginaba que era una espada. Con los días en el bosque, estuvo controlando su magia negra para poder vencer. Hasta los pájaros y los animales se escondían cuando él pasaba por su lado.Seguía caminando delante de todos, hasta posicionarse justo en medio de la carpa. Los caballeros se apartaron pero atentos a cada movimiento para poder actuar de inmediato. Dissior ya lo tenía todo planeado, sólo faltaba...
Dissior levantó el brazo y de repente, una larga luz oscura y humo negro, lanzó su nuevo y primer hechizo hacia Zamill. Este en el acto, murió.
La gente no daba crédito a lo que sus ojos veían. Estaban aterrorizados, no sabían que hacer. Se escondían unos entre otros, se oía algún que otro grito de miedo y algunos llantos de mujeres.
-¿Alguien quiere luchar conmigo? - abrió los brazos anunciando quién sería más hombre que él y vencerle.
No se oía nada. Nadie dijo nada. Ni siquiera los hombres con espadas. Dissior hizo un movimiento con su mano izquierda, justo donde se encontraban quietos los participantes, y tiró de un hechizo negro todas y cada una de las espadas. A la misma vez. Estos no tenían palabras para describir aquello.
Dissior empezaba a reírse de todo. La gente lo miraban con miedo; se abrazaban unos a otros llorando.
- Esto va a cambiar, - dijo en voz alta para que todos le oyeran. - y ahora mismo.
Con unos movimientos de sus manos, la tierra empezó a temblar, las mujeres empezaban a asustarse de verdad.
Todo el mundo miraba con atención el suelo de tierra y rocas. Dissior miraba con entusiasmo y reía, pues sabía lo que iba a nacer de ahí abajo.
De repente, por el filo de afuera de la carpa empezó a salir almenas por todos sitios, salían con rapidez pero con peso. Los habitantes gritaban asustados, mientras Dissior atendía su nuevo castillo. Ya habían aparecido torres altísimas que no acababan nunca hechas de piedra.
Cuando terminó el hechizo, todos se encontraban en una sala enorme. Todos permanecían callados y asustados. Algunos no podían mirar aún. La carpa hacia tiempo que había desaparecido, y ahora al principio de la sala, donde se hallaba Dissior, apareció un trono. Uno oscuro, con ramas que sobresalían de él. Una escaleras que descendían del sillón de metal.
Al sentarse en su propio trono, una corona negra como el tizón pero brillante como sus conjuros, apareció sin más, en su cabeza. Se sentía poderoso y fuerte.
-A partir de ahora yo seré el que mande aquí. Yo seré vuestro el rey. El primero que el mundo haya visto. Cualquier infracción tendrá sus duras consecuencias. - Señaló con su dedo hacia Zamill, que yacía aún en el suelo. Nadie se había atrevido a acercarse a ayudarlo.Había algo que a Dissior le faltaba. Un cetro. No tenía nada. Se sentía vacío sin su más preciado cetro. Pensó unos instantes, con un silencio rotundo en la sala, mientras todos seguían mirando sin mover ni un solo paso, como podría conseguir algo parecido. Miró a todos lados, buscando algo para ayudarle, hasta que vio las espadas en el suelo de baldosas. Cogio una, y la apretó con fuerza. Al cabo de unos segundos, la espada iba desapareciendo, formando a la vez un hermoso cetro negro fino. De él, empezaba a desprender un humo oscuro. La gente empezaba a impacientarse y a llorar en silencio.
Dissior ya sonreía feliz y orgulloso de sus progresos.
- Vosotros seréis mi más preciado ejército. Yo os formaré juntos para derrotar a otros pueblos y a hacerme con ellos para tener más hombres.
Los caballeros no podían hablar, excepto uno:
- ¿Y si no queremos? - desafío al rey. Dissior lo inclinó con brusquedad contra las baldosas con su cetro y le dijo:
-Pareces muy valiente, ¿serás lo mismo cuando te vaya a matar, por dirigirse así a tu rey? - Dissior apuntó con el cetro a uno de los caballeros y lanzó un hechizo negro, y este, empezó a temblar y a retorcerse con dolor, la gente se tapaba la boca con las manos del asombro; jamás habían visto cosa parecida.
El caballero dijo algo entrecortado quejándose y Dissior paró.
-Tú serás el jefe de mi ejército y los futuros de ellos. - confirmó a este.
- Si, mi rey - se puso de rodillas aún tembloroso, con la mirada fija en el suelo.
Ya de noche, el plan de Dissior aún no había acabado; debía ponerle fin a todo lo que le había perjudicado. Su esposa. Todo el mundo por fin descansaba en sus respectivas casas, intentando olvidar lo de ese día. El rey se dirigió a lo que antes fue su casa, llamó y Eleonor salió. Al verlo, sus pies retrocedieron rápidamente del asombro.
-¿Qué haces aquí? - dijo manteniendo sus ojos por todo su cuerpo, algo había cambiado. Sobre todo en sus ojos.
- ¿No me das la enhorabuena? Creo que me lo merezco. - respondió con una media sonrisa. Ella empezaba a asustarse, no podía ser cierto, no podía haber ganado. - Ahora soy algo más que un estúpido alcalde. Me he convertido en el primer rey del mundo. - mientras lo decía, levantó su centro con su mano izquierda.
Eleonor se detuvo un instante, antes de cerrar con un portazo la puerta con llave. Dissior se estaba enfadando demasiado. Le habían faltado el respeto, y eso, merecía unas consecuencias.
Con su cetro, destruyó la puerta a trozos que entraron disparados en la cabaña de su esposa.
-Me has faltado el respeto Eleonor; mereces un castigo por sus crueles actos, ¿o es que ya no te acuerdas de aquel día en el que me echaste? - insinuaba mientras la buscaba. Eleonor se había escondido con su pequeño hijo en una despensa donde guardaba la ropa. Estaba aterrorizada «¿cómo ha entrado? Necesito ayuda» pensó entre sollozos silenciosos. Menos mal que el bebé dormía. Aunque Eleonor no sabía cómo podía.
Dissior se chuleaba mientras la buscaba; la cabaña no era grande, pero tenía un buen espacio y otras habitaciones mucho más pequeñas.
-¡Cuando te encuentre, te haré pagar por tus delitos, aunque debería agradecértelo en parte; me llevaré a Philips conmigo, y será como su padre!¿Qué te parece, Eleonor? - gritó entre las paredes. Estos retumbaban por toda la casa, y por el silencio del pueblo, todo el mundo lo estaba escuchando, temiendo lo peor.
Al escuchar aquellas palabras, Eleonor empezó a llorar aún más, se le escapaban de los ojos. Philips oyó unos gritos, y sus ojos se abrieron, asustados. Su madre lo vio, y empezó a mecerlo entre ella para que no le descubriera, y por un milagro, volviera a dormirse.
Dissior se estaba impacientando, y con su cetro, comenzaba a tirar todo lo que veía al suelo. Ya no le importaba nada de lo que había allí. Él tenía algo mejor. Philips no podía dormir y oía ruidos estrepitosos cayendo sin parar; y se puso a llorar. Dissior lo estaba escuchando. Para él, el llanto era horrible, era escandaloso, y muy molesto. Pero, gracias a eso, encontró a Eleonor.El rey destruyó otra puerta, y por fin la encontró, sentada con su hijo, llorando y aterrorizada.
-Dame al niño. No te lo voy a volver a repetir. - señaló al pequeño.
-Antes prefiero morir. - dijo Eleonor con orgullo mientras le miraba. - Aunque te lo lleves, jamás será tuyo. - con esa frase, sus lágrimas volvieron a salir sin aviso.
-¡Pues que así sea! - empuñó su centro y la señaló, lanzando un hechizo contra ella para matarla. Eleonor murió, y Dissior lanzó otro conjuro para hacer levitar al bebé y llevárselo a su castillo, donde vivirían los dos.
De camino al castillo, Dissior se encontró mendigando a una muchacha ya entrada en años y le entregó el bebé:
-Tú te vendrás conmigo, y criarás a este niño por mí. - concluyó a la mujer. Esta se apresuró a cogerlo, pues temía que, si no lo hacía, le pasaría algo que lamentaría.
Los tres entraron en la sala del castillo. Dissior se sentó en su amado trono, y suspiró:
-Ahora si estoy feliz, ¿verdad? - preguntó a la mendiga con una sonrisa de oreja a oreja. Se podían partir muchos corazones con esa mirada. La mujer bajó y subió la cabeza afirmando su pregunta, mientras tenía al bebé en brazos.Dissior era el rey.
Ya nada podía derrotarle.
Ya no quedaba un rastro de luz en la aldea escondida; donde hasta las nubes se esconden.
ESTÁS LEYENDO
Flores de invierno I
FantasyPara Melfos su vida siempre había sido la misma. Pero cuando un día, ve junto a su puerta un bebé, su vida tal y como la conoce, cambia totalmente. Marit deberá afrontar todo lo que se ha estado haciendo en su ausencia. Tendrá que enfrentarse a sus...