CAPÍTULO XLII: Destino Al Descubierto.

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-Tenemos que atravesar el bosque y llegar al castillo.
-Sí, pero hay criaturas entre los árboles. ¿No recuerdas quien es ahora la reina de Amcar? - Luzmor atravesó con la mirada a Philips.
-Y mis poderes no hacen efecto cuando la magia oscura está cerca. Pero si la utilizamos ahora, perderé mis fuerzas y no lo conseguiremos.

Phillips bajó la cabeza y se fue enfurecido.
-No entienden nada. Tenemos que sacarla de ahí arriba. - el joven salió de la cabaña, cerrando de un portazo la puerta. Se dirigió sin saber adonde iba.
Quería estar solo, pensar y solucionar aquel problema.
Sus piernas le llevaron a un árbol que había no tan lejos de su hogar.
Todo estaba cubierto de hierba, pero el árbol era el único que había.
Como si este tuviera vida, Phillips empezó a desahogarse.
-Tenemos que conseguirlo. No puedo más. Necesito ayuda. Necesito a Marit. - se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar. Él era duro, pero había perdido tanto, que acabó por derrumbarse.

Un zarandeo empujó con suavidad al muchacho. Este se asustó y miró a todos lados, creyendo que era cosa de Clanmiana.
-Phillips.
Cuando la vista de Phillips volvió a su posición, enfrente del tronco, vio a Melfos.
El chico se sorprendió tanto que cayó al suelo.
-Me... Mel... ¿Melfos? - tuvo que parpadear unas cuantas veces para comprobar que no se estaba volviendo loco.
-Phillips. - el anciano estaba limpio. Completamente limpio. Incluso parecía feliz. Como si hubiera encontrado a su hija, como si la tuviera en los brazos.
Phillips se levantó y se aproximó lentamente hacia él. Extendió el brazo, afirmando que era real, pero su brazo atravesó el pecho del hombre.
-No eres real.
-Pero si estoy en tu corazón.
Ahora necesito que me escuches. - Phillips bajó el brazo y se separó para controlar la situación.
-Marit está capturada, Melfos. Se la han llevado al Reino del cielo.
-Lo sé. La he visto. Sé que está viva. Pero está encerrada.
Lleva años viviendo en una torre.
-¡¿Qué!? - puso las manos en la cabeza. Agobiado empezó a soltar lágrimas por sus ojos. Sus músculos se tensaron con fuerza.
-Tranquilo está bien. Ahora ha subido a otro reino. El del espacio. Ahí la tratarán bien. - Phillips se quedó paralizado al oír aquello.
-¿Hay otros reinos?
-Escúchame.
Tienes que conseguir el libro y las pociones que hay en la sala que hay en el castillo de Amcar.
-Confía en mí. Haré lo que haga falta por Marit.
-Lo sé. - y cómo si de humo se tratase, Melfos se esfumó desvaneciéndose en el aire.

Phillips estaba más decidido que nunca. Si tenía que luchar, lo haría, incluso sacrificarse por su hermana, que ahora era lo único que tenía.

Mientras tanto, en el espacio, rumbo a esos lugares tan asombrosos, Marit volvió en sí tras haber visto y escuchado la historia de aquel majestuoso zorro.
Se quedó confusa pero algo le decía que le transmitía fuerza y valentía.
De repente, cuando los visitantes que flotaban en la nube estaban a tan sólo unos pasos de saltar a la nube gigante donde un rey y su castillo los separaban, el zorro y ese supuesto rey hicieron un intercambio de miradas, cosa que hizo que Marit pensara dos cosas: que su objetivo de salvarla se había hecho realidad y la defenderían, o que habían conseguido lo que pretendían, capturarla.
El temblor en el cuerpo de la joven volvió a instalarse en ella y el zorro lo noto. Así que, como prueba de la verdad, el animal se acercó a ella y empezó a ronronear entre su pecho. Marit posó sus manos delicadas en el sedoso pelo del zorro y esta supo que el animal no le traería a un lugar tan bonito y único para hacer el mal. Podría ser el momento de que esa guerra se acabara y que todo por fin se calmara.

Unos instantes más tarde, el majestuoso zorro se apartó de ella y ambos saltaron a un reino muy distinto al que Marit había visto en la Tierra.

El aire que se respiraba era denso. Era como si el mismo viento pesara. Lo árboles verdes y frondosos ahora se habían convertido en troncos secos y vacíos, con la única existencia de miles de diminutas ramas.
La tierra estaba húmeda y la hierba había desaparecido. No había rastro de animales, ni pájaros ni cualquier cosa que tuviera vida.
Minna se emocionó al ver tal tristeza de lo que había sido su lugar tantos años.
Phillips conmovido, reflejaba pena al ver que su infancia había desaparecido con un bosque abandonado y a la merced de una reina oscura, que gobernaba un lugar tan oscuro como ella.
-Atentos. - dijo Phillips con su espada empuñada en su mano.
El hada y Luzmor activaron sus ojos y su astucia para vigilar cada rincón por si alguna criatura de Clanmiana acechaba en algún lugar para atacar a la mínima.
-¿Cuánto queda para llegar al castillo? - preguntó Luzmor sigilosamente a los otros dos amigos.
-Tenemos que cruzar la casa abandonada de Melfos y seguir el bosque. Creo que unos quinientos pasos más y hemos llegado al hogar de... - su voz se quebró al pensar en Marit y Melfos. Minna derramó algunas lágrimas silenciosas, y se las secó con el puño de su ropa.

Phillips no estaba muy confiado de que realmente estuviera abandonada aquella casa.
Pero de lo que sí estaba seguro, era de que no iba a soltar su espada por nada del mundo.

-Me parece que estos chicos nunca se cansarán de molestar hasta que alguien acabe con ellos. - dijo una bruja deseando de vencer.

Flores de invierno IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora