CAPÍTULO XXXI: Necesidad De Abrazarla.

10 4 2
                                    

-La encontraré. - se volvió hasta Melfos de nuevo y continuó. - Y cuando lo haga, la mataré. Supone un problema. La llevaré ante Dissior y la mataremos.
Se dio la vuelta y se fue satisfecha por haber congelado el corazón de Melfos. ¿Qué podían hacer? ¿Cómo salir y ayudar a Marit?

-¡¡¡QUÉ!!! - su cetro ardió en llamas y él se debilitó. Le temblaban las piernas y su corazón latía rápidamente y con fuerza. - ¿¿CÓMO?? - Dissior sabía perfectamente que sus voces llegaban hasta las mazmorras, pero le daba igual. Ya no importaba. Tenían que cogerla. Pero, ¿dónde estaba?
Clanmiana no se movía de su sitio. Se mantenía firme de pie, con su escoba en pie, mientras en sus oídos calaba profundamente la furia de su rey.
Los ojos de la bruja se volvieron verdes como los árboles de la noche. Sentía impotencia de no poder defenderse, pero... era su rey.
-La encontraré.
-¡No me vale! No tenías que dejarla. ¡Era nuestra solución! - le señaló con su dedo índice, culpándola de todos los hechos.

En un lugar, lejos de Amcar, donde el sol salía resplandeciente y los animales saltaban y cantaban, unos Munfos y una niña reposaban en el suelo, agotados.
Marit yacía en el suelo inconsciente.
-Corred. Haced un círculo, unir las manos y cerrar los ojos. - el guardián y los Munfos actuaron rápido.
El zorro y Luzmor permanecían inmóviles en un rincón, apartados y sorprendidos.
-Tenemos que hacer que la magia oscura salga y desaparezca. Pero tenemos que hacerlo rápido. Antes de que despierte. Como lo haga invocará al rey y vendrá a por ella.
Todos obedecieron las órdenes encantados. Luzmor se quedó totalmente sorprendido al ver que sus amigos habían traído a una niña. Ni siquiera sabía que podían transportarse de un lugar a otro.
Instantes después, cientos de personitas pronunciaban unas palabras en sus cabezas. Como un conjuro.
Eran poderosos. Habían vuelto a la vida a Melfos, y ahora sacarían la oscuridad de la pequeña.
El pecho de Marit se iluminó por una luz negra. Salía de su corazón. Cada vez salía más, y volaba a su alrededor.
Luzmor miraba atentamente aquella escena y sus ojos se abrieron de par en par.
-¿Qué...? - sus palabras se negaban a salir. No podía expresarlo de ninguna manera.
Ahora una bola gigante se formaba justo encima de la niña. El guardián pronunció algo demasiado extraño, y la magia oscura se lanzó hacia el cielo, desvaneciéndose en el aire.
Los Munfos se apartaron aún más de ella, dejándole espacio suficiente.
Unos minutos más tarde, Marit respiraba con suavidad mientras sus pestañas se movían con lentitud.
El niño que tenía al zorro en brazos, se acercó un poco, despacio. No quería que notaran su presencia, pero tenía que verla. Tenía que saber de quien se trataba y por qué. No entendía nada, pero de alguna manera, se sentía identificado con todo eso. Incluso con ella.
Sentía una conexión.
El guardián se aproximó hasta la niña y le susurro algo:
-Marit. ¿Cómo te encuentras? - sus palabras calaron en los oídos y en la cabeza de ella. Eso hizo que sus ojos se despertaran del todo. Esas esmeraldas brillaban con intensidad. Las lágrimas lucieron por sus mejillas y el guardián la acarició, quitándosela del dolor.
Se incorporó y apoyó su mano izquierda en el tronco de un árbol. Miró hacia donde había posado su piel, y comenzó a sentir la corteza de la naturaleza. Respiró hondo y el aire entró en sus pulmones con fuerza.
Su mirada ya no mostraba oscuridad ni vacío. Ahora estaba ella. Esa niña que resplandecía por donde iba.
Estaba confusa, pero eso no hizo que su sonrisa se desplegara despacio cuando vio a todos los Munfos.
-¿Qué me ha pasado? ¿Dónde estoy? - su mirada se dirigió a todos lados y en todas direcciones. Pero no conocía el lugar. Era igual de hermoso que su pueblo, pero no era el suyo.
-Estamos en Palem. Es... mi pueblo.
Todos lo miraron a él. Nadie esperaba que Luzmor hablara, y Marit lo observó con curiosidad.
-¿Quién eres? - Marit frunció el ceño confundida. Pero al ver que tenía al zorrito en sus brazos, no sintió temor por esa persona a la que no conocía.
-Me... me llamo Luzmor, - Marit miró a los Munfos, preguntándose qué hacía aquí. - soy amigo de los Munfos. «¿cómo sabe de la existencia de los Munfos? ¿Son amigos? ¿Por qué? Pensó la niña. Posó una mano sobre su cabeza. No se había dado cuenta hasta ahora de que le dolía. Y mucho.
-¿Dónde está Minna? - preguntó directamente al guardián. - Philips, ¿y Philips? ¡¿Dónde están están!? - hizo el intento de levantarse, pero sus fuerzas aún fallaban.
El guardián bajó la cabeza triste, pues no podía mirar a Marit. Tenía que contárselo todo, pero le dolería más que el propio dolor físico.
No le dio tiempo a hablar porque Marit se levantó y empezó a decir el nombre del anciano:
-¿Melfos? Guardián, - lo agarró con la mano y este ya estaba preparado para contestar a sus preguntas. - ¿dónde está mi padre? - Marit temía la respuesta. A pesar de haber sido ella la que bajó y visitó a Melfos y ambos se dieron la mano, no podía recordarlo aún. Su cabeza no dejaba de darle pinchazos. Había estado demasiado tiempo sin ser ella.
-Minna, Phillips y Melfos, fueron presos hace días.
La cara de la niña se descompuso totalmente. Todos los miembros de los Munfos permanecían en el mismo sitio, pero no escuchaban la conversación. Querían dejar espacio. Luzmor seguía mirando con atención a Marit. Ya era una cuestión de necesidad, escucharlo todo. No sabía por qué, pero lo ansiaba.
-¿Qué?
-Fueron apresados cuando tú ya estabas en el poder de... Dissior - no sabía que decir, si "Dissior" o "tu padre". Temía que volviera con él, pero tampoco quería mentirle.
-Mi padre. - el guardián escuchó aquello que no se esperaba para nada. Marit lo dijo con seguridad y eso hizo que todos la miraran.
-Sí. Él te hechizo, pero no pensaba que recordaras eso. - dijo confuso.
Marit mostró tristeza al saber que Melfos no era su verdadero padre. Le había engañado, esta claro.
-Dissior es mi padre, pero quiero a Melfos. Me ha cuidado y querido, - el guardián se quedó sorprendido por una parte, pero por otra, sabía como era la niña y sabía que su corazón era grande como el sol.
-Solo recuerdo estar en las tumbas con todos, pero Dissior bajó y nos encontró. Dijo que... - le dolía decir aquello. - yo era su hija y que Melfos no lo era. Intenté decir que de igual modo, quería irme con Melfos, porque él era despreciable y malvado, pero... al parecer no lo dije.
-No. Dissior te hechizó y te fuiste con él. - Marit agachó la cabeza tras oír aquello. Se sentía avergonzada y triste.
Se quedaron unos minutos en silencio, sin poder decir nada al respecto. Hasta que el guardián habló de nuevo:
-Marit, tengo que hablar contigo. Aún hay cosas que no sabes. Vamos a otro lugar solos para poder hablar tranquilamente. Ella le hizo caso y le soltó para que él munfito pudiese volar y guiar a la niña.
Atravesaron varios árboles, pues el objetivo era estar lejos de todos para reflexionar y pensar en todo lo que tenía que decir el hada.
-Marit, - esta se puso rígida, preparándose para todo, pero en realidad no lo estaba. Tenía miedo de lo que pudiera escuchar. - cuando Dissior te hechizó te convertiste en una Marit distinta a la que eres ahora. Eras oscura y fría. No hablabas, pues solo obedecías órdenes suyas o de Clanmiana, la bruja de Amcar. - Sólo con oír aquello, la pequeña se destrozó totalmente.
«¿Cómo he podido caer en él?»
Luzmor miraba desde lejos como el guardián y ella hablaban. El chico vio como Marit bajaba la cabeza triste, y él sintió la necesidad de acercarse a ella y abrazarla. Ni siquiera sabía por qué estaba así, pero quería hacerlo.
- Minna, Melfos y tu hermano, - Marit se tensó al oír aquella palabra. Jamás lo había sentido hasta ahora. Necesitaba verlo. - fueron al castillo a...
-Espera. ¿Fueron a Amcar? - su cara mostraba incredulidad y preocupación. Aún estaba totalmente perdida.
-Sí. Fueron a por ti, Marit. Melfos estaba destruido por tu repentina decisión, y cuando entraron en la sala del rey, tú estabas allí. Según me me dijo Minna, no te movías y no hablabas.
Marit estaba apunto de llorar. Sus ojos esmeraldas brillaban con fuerza. Pensó en Melfos, en lo que había sufrido.
-Continúa. - mostró decisión y volvió a mirar al guardián, preparada para todo lo que venía después.
-El rey los mandó a las mazmorras en cuanto los vio. No quería que te dijeran nada. Estuvieron días enteros encerrados. - el guardián se preparó para lo peor. - Pero un día, Melfos se encontraba muy mal. Su salud estaba demasiado mal y... - Marit se llevó las manos a la boca, temblaban y sus lágrimas no pudieron aguantar más y salieron con fuerza y dolor.
-Minna nos llamó mediante sus llantos y todos nosotros, - el guardián señaló a todos sus compañeros. - nos transportamos hasta las mazmorras para salvar a Melfos. Afortunadamente, lo salvamos. Ahora siguen encerrados. Los visito con frecuencia y les doy alimento. - Marit se hundió completamente. En ese momento nadie existía. Casi perdía a lo que más quería. De no haber sido por los Munfos, su padre no habría sobrevivido.
-Guardián, - tragó con dificultad. - No sé cómo darte las gracias. Sin vosotros... no estaría aquí, ni Melfos... - sus palabras penetraban en su interior. Jamás olvidaría todo eso. Pero por otra parte, quería olvidar todo lo malo que les había sucedido.

Luzmor vio que habían acabado la conversación, pero sentía pudor de acercarse. Así que decidió.
Soltó con dulzura al zorro, y lo dejó en el suelo, que segundos más tarde jugueteaban con las hadas.
La presencia del chico, alertó a Marit, y esta se levantó de la piedra y ambos se miraron.
-Ehh... sólo quería saber si te encontrabas bien. - la cara del muchacho se puso roja como un tomate y Marit se percató de aquello. Esta esquivó la mirada tímida y el guardián se rio por lo bajo.
Marit se lanzó a tranquilizar a Luzmor:
-Estamos... bien. Gracias por preocuparte. - ahora era ella la que se puso totalmente colorada al mirarle a los ojos de él.

El guardián sabía a la perfección que todo cambiaría, y que ya estaba cambiando.
Marit necesitaba reponer fuerzas.
Pero Clanmiana, cansada de buscar por todas partes, decidió buscar por el último sitio al que pensaba que estaría.

Flores de invierno IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora