CAPÍTULO XLI: Mitad Blanco, Mitad Rojo.

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Minna, Phillips y Luzmor estaban asustados. A pesar de ser grandes y fuertes y tener poderes, tenían que ser invisibles.
Minna intentó hacer un hechizo que los hiciera invisibles, pero no lo consiguió.
- Dejémoslo. Tenemos que entrar sin que nos vea.
- Hay guardias Phillips. - Minna era realista y eso hacía que el muchacho perdiera esperanza.
Luzmor cogió su propia espada y dijo:
-Juntos. - apoyo el pico del arma en el suelo, y Minna y Phillips cogieron las suyas. Luzmor era positivo. Todo lo veía capaz de hacerse.
Apoyaron sus espadas y las unieron.
-¡¡JUNTOS!! - gritaron al unísono.

Mientras tanto en el espacio, Marit y el gran zorro seguían flotando en la gran línea que separaba el cielo y las nubes de, el inmenso lugar oscuro pero increíblemente especial.
Marit contemplaba con verdadero asombro los planetas que flotaban quietos.
Giró la cabeza y la luna y el sol resplandecían únicos.
Era un paisaje que nunca olvidaría.
Cuando se aproximaron aún más a esas extrañas estrellas, se pudo percibir que encima de ellas había cientos de reinos.
Y en uno de ellos, en la entrada de un curioso castillo, parecía que había una persona; un hombre. Marit entrecerró los ojos para verlo mejor.
Encima de su cabeza se distinguía una corona.
En ese momento Marit empezó a temblar. Tenía miedo de que volviera a otro lugar en la que la tuvieran presa, o le hicieran daño.
Intentó retroceder pero la nube seguía subiendo a la misma vez que la del animal.
-¡No quiero subir! ¡No! - su paciencia se agotó. Estaba harta. No quería ir a ningún lado en el que no estuviera su familia.
Quería volver.

El zorro se acercó a ella, sentado en aquel algodón esponjoso, y cuando esté estuvo a escasos centímetros de la joven, posó su pata blanca en la frente de Marit.
Ambos se miraron fijamente. Marit miró con atención aquellos ojos tan hermosos pero tan extraños.
¿Cómo podía tener un ojo distinto al otro?

En esa conexión, la joven no vio ni espacio, ni al zorro. Nada.

Su vista se transladó a un bosque y una voz joven y hermosa empezó a hablar:

Leyenda del magestuoso zorro.

Cuenta la leyenda que, hace cientos de años, en la tierra, un animal rojizo y astuto caminaba por el inmenso bosque.
Su aspecto era deprimente y sucio.
No tenía a nadie.
Estaba hambriento y sediento. Además no podía escabullirse por el pueblo que tenía al final de los frondosos árboles. La gente del poblado se enteró de la presencia de zorros que robaban la comida de los pequeños comercios.
Por eso, todos los hombres salieron por la noche, cargados de armas de fuego y objetos afilados para acabar con aquella costumbre de los animales.

Aquel zorro, encontró un lugar donde refugiarse en las noches de frío. Aunque aquel agujero no le quitaba los temblores.
Por la mañana, como todas, salía a estirarse tras haber dormido plácidamente. Su vista se fijó en aquella estrella cegadora; el sol.
De tanto mirarlo, sus ojos empezaron a oscurecerse.
No supo lo que le ocurría, y de aquel susto, comenzó a moverse para intentar quitarse esa oscuridad de los ojos.
Pero ya era demasiado tarde. Se había quedado ciego.

El pobre animal estuvo encerrado en su agujero durante días enteros. Su cuerpo empezaba a apagarse. Su estómago temblaba cada segundo. La respiración se fue disipando, hasta que su aliento se apagó por completo.

El sol y la luna vieron aquella tragedia. Y tras pensar y pensar, ambos decidieron concederle una segunda oportunidad.
El sol soltó de sí mismo un rayo que atravesó el cuerpo yacente del animal.
Este despertó minutos después. Pero cuando se fijó en él, vio que había cambiado por completo.
Una voz muy intrigante alertó al zorro y supo que se trataba de el sol y la luna.
-Te concedemos una segunda oportunidad. Haremos que cuides de tus miembros, de tus compañeros, de cualquier amenaza que intente arrebataros vuestras vidas.
El animal asintió y se vio, ahora con más atención.
Ahora la mitad de su cuerpo brillaba de blanco, y la otra lucía de rojo oscuro.
Sus ojos eran distintos. Uno era verde y el otro era como la otra mitad de su cuerpo; naranja.

Quería saber si se encontraba bien, pues se dispuso a caminar. Se dio cuenta de que estaba mejor que antes. Ya no tenía hambre, ni sed. Volvió a mirar al sol y pensó en su propósito.
Protegería a todos sus amigos de los enemigos; de los exterminadores.

De repente oyó algo. El crujido de una rama. Empezó a correr sin parar. Sus patas eran silenciosas y su olfato muy potente. Olía a humanos.
Se escondió detrás de un tronco y vio la escena. Una cría de zorro se retorcía en la hierba jugueteando.

Se fijó ahora en un arma. Se veía escondida entre un arbusto. Estaba apuntando hacia la cría.
El zorro abrió la boca y lanzó un aire frío que atravesó al humano. Este se quedó inmóvil.
La cría se asustó y corrió sin detenerse.
Lo que este zorro no sabía era que había otro hombre vigilando. Corrió hasta el pueblo y contó lo que había ocurrido.
Desde ese momento, dejaron de masacrar a los zorros, y se centraron en uno. Seguro que valía una fortuna por aquel animal tan especial.

Ese mismo hombre salió por la noche, intentando coger ventaja a todos sus compañeros, pues lo quería para él, lo vendería y se haría muy poderoso.

El hombre estuvo buscando durante horas en el mismo sitio donde lo vio.
Sus pies caminaban hacia su destino. Sin saberlo, llegó hasta la guarida del gran zorro. Se adentró un poco temeroso.
Sus piernas temblaban pero se hizo el valiente.
Desde lejos, el magestuoso zorro escuchó los pasos del humano y se aproximó a él. Sus ojos brillaban, y el muchacho pudo verlo. Instantes después, sus miradas se juntaron y enlazaron.
Pero la intención del zorro era diferente.
Aquella mirada pretificó al hombre mientras este apuntaba con su arma.
Lo transformó en un gran árbol que ascendía con altitud sin fin.

El zorro miró una vez más al sol, y el animal desapareció, dejando en el pueblo una incertidumbre por aquellas dos desapariciones.
Jamás volvieron a adentrarse en aquel bosque.

Flores de invierno IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora