CAPÍTULO XXXVII: Para Marit.

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Al cabo de los años, después de aquella catástrofe, Melfos y los demás, intentaron de todas las formas posibles llegar hasta las nubes. Incluso los Munfos no pudieron. Aquel mundo distinto al suyo, no dejaba paso a ningún ser extraño.
Pero aún así no se rindieron para recuperar a su amiga.
Minna recuperó sus poderes cuando llegaron a su querido pueblo. Pero sintió la necesidad de seguir siendo humana.
El corazón de Melfos se debilitada cada vez. Su esperanza por recuperar a su criatura mengua a cada vez más. Estaba cansado. Su fuerzas le vencieron, y durante los últimos cincos años, pasó su vida en su cama.

Pero un día, cansado de tantos esfuerzos y lágrimas, de gritos y sueños en los que Marit volvía, el corazón del anciano dejó de latir.
Murió rodeado de su familia. Habían dejado de ser amigos con el paso del tiempo. Philips tenía angustia por la pérdida de un ser querido.
Pero este ya era un hombre con dieciocho años de edad. Sus lágrimas ya no salían, pues era demasiado duro.

Luzmor y Flomira se trasladaron años antes al pueblo donde vivía Melfos y los Munfos. Ahora formaban una familia unida, pero no feliz. Todos pensaban en Marit cada día y cada minuto. No hablaban de otras cosas, simplemente pensaban en ella.

La pérdida de Melfos supuso para todos el fin de todo. De toda esperanza, por muy pequeña que fuese.
Philips no dejaba de pensar en su hermana, en como estará, y si descubriera la muerte de Melfos. Philips era un muchacho alto y delgado, pero muy fuerte. Su pelo oscuro castaño y corto y sus ojos marrones, resaltaban con intensidad.
Pero había dejado de sonreír.
Luzmor también era ya un hombre. Alto y fuerte. Estaba luchando por su abuela. Estaba débil. Pocos después de la tragedia de Melfos, Flomira cayó enferma. Su aspecto empeoró hasta quedarse muy delgada.
Una noche, su respiración dejó de funcionar y se fue.
Todos despertaron con una nueva desgracia.
Las cosas estaban peor que antes. Y Philips y Luzmor estaban más unidos que nunca, junto con los Munfos y Minna. Esta apoyaba siempre a los muchachos. Pero esas muertes no impidieron que dejarán de luchar e intentar llegar a la nube de Folmer.
Ellos pasaban los días enteros en el granero de Melfos, trabajando en aparatos para poder subir.
Minna buscaba en investigaba en hechizos para sobrepasar la barrera del rey.

Mientras tanto en Amcar, una bruja planeaba nuevas cosas. Estaba sola y necesitaba compañeros. Brujos y brujas dispuestos a luchar y montar un ejército contra aquel que quisiera arrebatarle su reino.
Por ello, recogió a todos los habitantes que quedaban en Amcar y los refugió en el castillo. Los engañó a todos, prometiendo hogar y comida.
Pero mientras estos cogían fuerzas para su destino inesperado, Clanmiana rebuscaba en libros y papeles en los que Dissior inventó su poder para transformar a una persona, en una auténtica bruja.

Estaba claro que las cosas por la isla, no iban nada bien. Todo estaba siniestro. Todos los habitantes de los pueblos aportaban su grano de luz, de hacer que el día fuese una oportunidad para disfrutar y aprovechar de la vida, pero desde que Melfos y Flomira murieron, todo Palem y el otro poblado, se oscureció. Todo quedó en un rotundo silencio. Uno tenso y temido. Nadie salía de sus hogares por temor a lo que pudiera sobrevenir.

En Amcar no existía nadie en el pueblo. Todos habían muerto al entrar en el castillo.
Dentro de él, reponieron fuerzas, comieron y disfrutaron. Pero estaban algo confusos por la decisión de Clanmiana al acogerlos.
Quedaba algún niño, pero eso no importó para la bruja. Arrasaría con todo.

Un día en Palem, Minna recogía todos los objetos y ropa de Melfos. Querían guardarlos. Era bastante duro hacer como que aún seguía vivo. Era inútil. Mientras guardaba la ropa que tenía, ya desgastada, un papel cayó al suelo y voló hasta debajo de la cama.
Minna lo vio y se agachó para cogerlo. Estaba doblado y por las manchas de tinta que tenía el papel, pudo identificar que era una carta.
Le dio la vuelta y leyó lo siguiente:

Para Marit.

De repente se tapó la boca asombrada y desdobló el papel hasta visualizar que, en realidad era una carta. Una de Melfos para su criatura.
Minna no pudo aguantar más y empezó a llorar.

Mi querida criatura:
Desde que nos separamos no he dejado de pensar en ti ni un solo momento. Solo pienso en ti. Eres mi razón de vivir. Sé adonde has ido, y te buscaré. Te prometo que lo haré. No descansaré hasta abrazarte.
¿Recuerdas cuando te contaba el primer día que te vi? En ese mismo instante supe que no podía dejarte ir.
Te quiero Marit, a pesar de todo lo que hemos pasado juntos, pero también separados. Hemos superado muchas cosas, y esto va a ser una de ellas.
Te sacaré de allí y volveremos a ser tú y yo juntos.
Pero, tengo que contarte una cosa. Es un secreto. No puedes contárselo a nadie.
Debajo de esta casa, hay una cueva. Ahí tengo todas las cosas y pociones que he hecho desde que tengo magia. Tengo una poción. Una que puede subir a los cielos.
Una poción que hace inmortal a quien lo bebe. Sólo puedes beberla tú. Tú eres la fuerza que todos necesitamos para derrotar a Dissior.
Para orientarte mejor por la isla, te dejo un mapa que te ayudará.

Te quiero mi criatura. Te salvaré.

Minna yacía tirada en el suelo abatida

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Minna yacía tirada en el suelo abatida. Sus lágrimas salían una detrás de otra, sin esperar a que se absorvieran.
De repente, alguien llamó a la puerta. Era Philips.
-¿Minna, qué te ocurre? - se agachó corriendo hacia ella. Esta no le miró, pues se limitó a sollozar y mirar la carta.
Minna se la tendió y él, extrañado y con la carta en la mano, se levantó y la leyó.

Para Marit

Y el muchacho comenzó a llorar al leerla.

Flores de invierno IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora