-Tienes que encontrarla Luzmor. - dijo con dificultad Flomira.
Luzmor la miró extraño. Apenas conocía a esa niña, pero sentía como si la conociese desde que nacieron. Había una conexión fuerte entre ellos. Y ahora que la habían conocido, no podían quedarse de brazos cruzados.
El chico pensó en que su abuela tenía toda la razón. Necesitaba su ayuda. No podían olvidarse de ella.
-Lo haré abuela. Tu descansa. - la ayudó a levantarse con mucha suavidad, y ambos se trasladaron a unos de los sillones de la sala principal. Flomira se había hecho daño después de aquel fuerte golpe. Le dolía la rodilla, pero no era tan preocupante, como lo que acababan de vivir.
-Luzmor, ¿qué era esa mujer? - aquella pregunta aún no la había pensado él, pero ahora que su abuela lo mencionaba, tenía de nuevo razón.
-Yo tampoco lo sé. Pero salvaré a Marit.
Flomira le agarró de la muñeca de su nieto, que ya se marchaba y le dijo:
-Mi pequeño, ten cuidado, por favor. - no le dio tiempo a responder, cuando estaban fundidos en un profundo abrazo. No dijeron nada, hasta que Luzmor se marchó.
Flomira no tenía ni idea de como su nirto iba a encontrar a su amiga, pero este, sabía a quien recurrir.
El muchacho emprendió su largo viaje empezando por el bosque. Necesitaba hablar con sus amigos los Munfos. Tenía que explicarle lo que había ocurrido.
Ya sólo, en el interior del frondoso bosque, empezó a susurrar:
-Guardián, guardián. - viendo que no se movía nada, llamó a todos los Munfos.
-Amiguitos, zorro. ¿Estáis ahí? - su ánimo bajaba, y empezó a recordar cuando iba en busca de tesoros y objetos perdidos. Parecía una eternidad aquello, cuando en realidad fue hace un par de días.
Miró a todos lados y en todas direcciones. Pero nada.
Pero de repente, un arbusto se mueve, se tambalea de izquierda a derecha.
-Zorrito, se que estás ahí. - la sonrisa de Luzmor se iluminó y al instante, el animal saltó de los matorrales y asustó al niño. Saltó hasta llegar a sus brazos y empezó a acariciarlo.
-¿Has visto a nuestros amiguitos? - le miró con atención y el zorro se volvió la vista hasta el mismo arbusto en el que él se había escondido. Luzmor también miró hacia donde se dirigían los ojos negros del animal.De la planta, empezaron a salir virutas de brillantina. Cientos de motitas brillantes saltaban en la planta.
Eran los Munfos.
Luzmor feliz por verlos, pero muy preocupado por Marit, se acercó a ellos corriendo, manteniendo aún en brazos al zorrito.
-¡Una mujer se ha llevado a Marit! Se fue volando en escoba, y... - sus lágrimas brotaron con dificultad, pies tenía mucha impotencia. - Yo... no pude hacer nada. Iba a matar a mi abuela, si Marit no se iba con ella. - bajó la cabeza disgustado por la tragedia.
Algunos Munfos soltaron un grito sordo, otros se taparon la boca, y el guardián, harto de Dissior y su bruja, arrugó el ceño.
-¿Qué podemos hacer? - viendo que el guardián no hablaba, Luzmor tuvo que intervenir. Se empezaba a poner nervioso.
-Iré a las mazmorras. - dijo por fin.
-¿Qué? ¿Qué mazmorras? - la curiosidad del muchacho no tenía límites, y necesitaba saber con urgencia, todo lo que le rodeaba. Si tenía que ayudar tenía que conocerlo todo.
-En las mazmorras está nuestra reina. Philips, el hermano de Marit y... Melfos, su padre. - no lo era, y eso al guardián le dolió, porque en realidad quería que fuese de verdad. - Bueno en realidad, su verdeo padre es Dissior,...
-¿Pero la tiene presa? - Luzmor empezaba a atar cabos, aunque le costaba.
- La utiliza para su planes. Y como Melfos la quiere como a su propia hija, le hace daño también a él. Es demasiado horrible. Por eso hay que sacarlos a todos de allí. Para que no corran peligro y para derrotar a Dissior.
-Pues yo me apunto a la lucha. Marit se a ido por proteger a mi abuela. Tiene que volver. - le dijo decidido al Munfo.
Ahota si que estaba decidido. El guardián dudo por un momento. Era un niño, pero le había transmisión mucha confianza y valentía. Además, el chico en un futuro tendría su destino.
-Está bien.Ambos se prepararon para transportarse hasta las profundidades de las mazmorras. Rescatarían a Minna, Melfos y Phillips, e hirían a por Marit.
Mientras tanto, en el castillo de Dissior, un rey malvado y un rey inmortal, estaban creando una esfera sólida para su prisionera especial.
Marit estaba dentro de aquella esfera dura y negra que la envolvía. Sus manos rebotaban en el momento en el que intentaba traspasar aquella bola. Era grande, pero lo suficiente como para que la niña se pudiese mover unos pequeños pasos.
Marit se había pasado golpeando su jaula desde que Dissior y Folmer la evaluaron.
En ese momento, el rey de Amcar la arrastró del brazo y la empujó unos metros más adelante, hasta hacerla caer en la alfombra de la sala. Empezó a sollozar varias veces. Pensó en que esta vez era distinto a la última vez que estuvo allí. Tenía miedo de lo que le pudieran hacer.
Dissior apuntó su cetro hacia ella y Flomer juntó sus manos en la misma dirección. Y ambos crearon una esfera con magia oscura para Marit.Los ojos de la pequeña estaban irritados de llorar. Su esperanza se había esfumado hacia ya varias horas. Era inútil escapar de allí.
De repente tuvo el presentimiento de que no volvería a ver la luz del sol en mucho tiempo. Se asustó con sólo pensar en aquello. Le aterraba no volver más a su familia.
Sus manos estaban rojas por forzar la burbuja que la tenía presa.
-Marit, deja de intentarlo, es imposible salir de ahí. - se recochineó Dissior. Ella lo miró enfadada. Ya sabía que no podía salir de ahí, no hacía falta que se lo recordara. Necesitaba intentarlo. Era valiente y no se iba dejar vencer. Sus lamentos se oían desde las mazmorras, y Melfos se estremecía cada vez que oía sus gritos.
-¡Hay que sacarla de ahí! ¡YA! - necesitaba salir. Quería abrazarla y salvarla de todo aquel que le hiciese daño.
Las lágrimas del Melfos hicieron que Minna y Philips se unieran a la desesperación.
Como si algo hubiese pasado justo delante de Minna, empezó a salir una especie de destello amarillo y brillante, que conocía perfectamente.
Se hizo a un lado, dando espacio a lo que venía. Philips miraba con atención, rezando porque fuesen los Munfos.
Melfos se tiró al suelo compungido. Estaba roto. Las voces de Marit temblaban en las paredes del castillo.
Momentos después, el guardián apareció, pero esta vez no lo hizo sólo. Luzmor lo acompañaba. Todos lo miraron a él.
-¿Quién eres chico? - preguntó Minna inquieta.
-Soy amigo de Marit.
-Es una larga historia. Ahora vamos a sacaros de aquí. - se acercó a los barrotes del agujero de Marit y los tocó. Apretó con fuerza hasta que salió una luz blanca. Era cegadora, pues Luzmor tuvo que taparse los ojos.
Después de haber hecho su magia especial, apartó las manos, relajándolas. Luego las volvió a poner, pero esta vez movió los palos de metal como si fuesen goma. Luzmor, Melfos y Philips quedaron muy sorprendidos pero aún quedaba lo más importante. Salvarla.
Minna salió de su agujero feliz, pues llevaba demasiados días encerrada. Ahora necesitaba recuperar sus poderes. Pero Dissior se los quitó y no los volvería a tener.
Aunque con la ayuda de sus compañeros, la conseguiría.
El guardián se posicionó delante del agujero de Melfos, e hizo la misma operación. El anciano estaba deseando de salir de aquel infierno que lo consumía cada instante. Unos minutos después, salió radiante. Pero tuvo que sujetarse a Minna. Sus fuerzas le fallaban con frecuencia. Necesitaba descansar.
El Munfo se colocó delante de los barrotes de Philips, y este saltaba sin parar. Su primer deseo se había cumplido. Ahora quería a su hermana. Necesitaba abrazarla.-Bien. - todos se juntaron en un círculo y empezaron a hablar en susurros. Minna miraba a su alrededor, como Luzmor. Ambos querían una cosa más.
-Ehh... guardián. - este le miró. - Tenemos que liberar a estas personas. Ellas son inocentes, como ellos. - y señaló a los tres rescatados. El guardián lo miró un momento y asintió, se acercó a el y le dijo:
-Tu fuerza y tu valentía dice mucho de ti. Gracias. - posó su manecilla en el hombro del chico y posteriormente, se marchó a cambiar las vidas de los demás prisioneros.
-No sé cómo no he probado esta energía antes. Estaríais todos fuera hacia días. - dijo el Munfo decepcionado.
Cuando hubo sacado a todos, estos saltaron de alegría y felicidad. Algunos se abrazaron. Otros eran familias separadas, que ahora volvían a estar unidas.
-Os llevaré a Palem. Allí estaréis a salvo. Sé que tenéis que comer y lavaros. Allí os lo proporcionarán todo. Seguidme. - todos le hicieron caso, y unieron sus manos. El guardián se hallaba en medio del círculo que había formado los prisioneros. - Vuelvo enseguida. - les dijo a sus amigos. Y de repente, todos desaparecieron, dejando motitas de luce citas brillantes volando. Estas desaparecieron segundos después.-¡¡Ayuda!! - aquella voz alertó a Luzmor. Era la primera vez que la oía gritar, y era horrible.
-Es Marit. - Phillips lo miró y ambos asintieron, preparándose para... cualquier cosa.Arriba, en la sala, ya estaban preparados.
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Flores de invierno I
FantasyPara Melfos su vida siempre había sido la misma. Pero cuando un día, ve junto a su puerta un bebé, su vida tal y como la conoce, cambia totalmente. Marit deberá afrontar todo lo que se ha estado haciendo en su ausencia. Tendrá que enfrentarse a sus...