Dissior seguía sin noticias de Mussar, el jefe de la milicia, que se estremecía cada vez que pensaba en la reacción de su rey si no traía lo que quería.
Lo necesitaba desesperadamente. Buscaban en cada rincón. En cada parte del bosque. Era imposible que no lo vieran. A veces, Mussar se echaba las manos a la cabeza en busca de respuestas. No se le ocurría más lugares.
Entonces, se le vino un lugar a la mente. Un prado. Un extenso campo verde, después de salir de un bosque. Siempre estaba vacío. «Quizás ahora el viejo se haya construido una horrorosa cabaña con esa hija tan rara» pensó.
-¡Generales, caballeros, hemos viajado lejos, pero ahora creo que se donde puede estar! ¡Seguidme todos! - anunció en voz muy alta para que todos sus segundos lo anunciaran a los hombres.
Mientras se llevaba a cabo ese largo viaje, Dissior criaba a su hijo de nueve años. Sí. Pasaron tres larguísimos años sin haber encontrado a Melfos.
El niño se hacía mayor, y ya veía cosas en las que ponía cierto interés. Ya iba esas vigilancias y controles hacia el pueblo. Ya le gustaban más. Al principio tenía miedo. No sabía a dónde le llevaba su poderoso padre. Este, ya se sentía cada vez más orgulloso porque su descendiente actuaba como él. Como debía ser.
Philips veía lo feliz que era su padre cuando él hacía esos controles y ponía más ahínco.
Philips ya no era un niño. No. Ya no lo era. Hacía tiempo que dejó de serlo. En el momento que su padre le llevó a su primer paseo por ese sombrío pueblo.
La mayoría de las veces que iba, se oía como el joven gritaba a los habitantes - Los que quedaban de él - como si ellos fueran simples muñecos de trapo. Los maltratas y los tiras, y éstos ya no sirven. Igual. Philips ahora, casi llegaba a la altura del rey. Le demostraba como tenía que sentirse su padre cuando le miraba con atención. Como si hiciese una prueba importante.
-Cuando llegues a ser como yo, ya no tendré que preocuparme por quién dejar mi trono y mi querido cetro. Serás tú, hijo. Tú serás el próximo rey.
-Gracias, mi rey. Con gran gusto aceptaré tu petición para el futuro. - respondió a su padre, que se dirigía a él como el rey de Amcar. Dissior no le permitía nunca llamarle padre. Y tampoco hacer ninguna pregunta de: ¿por qué? Que solían ser muy frecuentes en Philips cuando era más pequeño. Cuando no era como el rey.• • •
Tres años. En los que pueden pasar millones de cosas. Como en Amcar. Pero también en el valle escondido; invisible.
Ciegos son los que no quieren ver más allá.
Eso le pasaban a algunos. Pero a Melfos y a Marit no. Sin nadie darse cuanta, Marit protegía ese pueblo. Con su magia. Nadie lo sabía. Ni siquiera Melfos. Ni Marit. Era algo asombroso. Pero los que estaban dentro si que podían ver lo de afuera. Antes de que ese padre y su criatura llegaran, ese pequeñito pueblo, no estaba protegido, cualquier persona maligna podía entrar. Pero ahora ellos estaban allí. Todas las casas, los campos cultivados y verdes, las granjas, y sus habitantes, eran protegidas por una bola transparente.
Marit la había hecho sin que ella lo supiera.
La niña se pasaba las tardes jugando por todo el pueblo con sus amigos. Melfos descansaba y ayudaba a cualquier cosa que necesitara alguien, como:Hacer una nueva mesa de madera.
Plantar semillas para sembrar hortalizas.
Arreglar tejados de algunas casitas desgastadas.A veces, Melfos no veía su casa en todo el día. Terminaba cansado, y como además, ya no era un muchacho, lo estaba aún más.
A cambio, el alcalde le proporcionaba a la familia todo lo que querían o necesitaban:Comida.
Agua.
Sábanas nuevas.
Y más comida y agua.Ellos no querían lujos. Eran humildes. Y buenos.
Todo seguía reinando la paz en el valle escondido tras una cúpula de magia.Uno de esos días de color y luz, un ruido atormentoso que provenía de lejos, hizo que el pueblo se detuviera de sus quehaceres y mirara con atención hacia la entrada de su poblado.
Entre árboles y ramas, el viento había frenado. Los animales se escondían a su paso. Todo se oscurecía mientras... El ejército de tres mil hombres, de Dissior, cabalgaba en el último bosque hasta llegar a aquel terreno grandioso, completamente vacío. Por donde pasaban, lo destruía sin piedad. Daba igual que fueran personas, familias, o animales indefensos.Todos los habitantes empezaron a moverse como si el mundo se estuviera acabando. Para ellos lo era. Melfos estaba buscando a Marit, y esta, buscaba a su padre. Hasta que por fin, después de unos segundos eternos, se encontraron entre la multitud.
-Cariño ven, vamos a escondernos con los demás. - le dijo a su hija. La cogió en brazos, a pesar de lo lo que pesaba, y todos fueron en una misma dirección; a una cueva subterránea enorme. El anciano y su criatura, quedaron fascinados de lo que veían. Todos estaban allí. Todos, menos
Delmor, el alcalde.
Sé había quedado plantado en la entrada esperando. Tenía que ser valiente; él era el que me mandaba, y debía hacerle frente. Aún se oían esos ruidos estrepitosos. Cada vez más cerca. Hasta que Mussar, que iba el primero de los tres mil caballeros, terminó aquel bosque infernal. Paró al caballo con un latigazo y contempló el sendero vacío. Dissior y él, pensaban que, al estar tan lejos, el viejo habría construido una fea cabaña justo aquí. Habían ido a todos los lugares que existían en el mapa, y sin rastro.
«¿donde estará?» pensó Mussar, mirando a 180° alrededor de todo el terreno. Empezaba a cabrearse. Por culpa de aquel hombre estropeado, Dissior se enfurecería con él. Este iba a pagar por Melfos.
Este era el punto de vista de Mussar y de todo el ejército. Pero fue todo lo contrario para Delmor.
Sus ojos pardos no podían expresar con palabras aquella imagen; aquella escena. Se quedó pasmado.
Cuando el alcalde vio que miles de hombres miraban de un lado a otro, con inquietud hacia su pueblo, sin hacer nada, él dijo:
-Buenos días, caballeros. - asustado. Le temblaba un poco la voz, pero hizo todo lo que pudo para que no se notara. Delmor veía que nadie le contestaba, pero también, que nadie le estaba mirando. Vio que, lo que parecía ser el jefe de todos aquellos, decía algo para sí mismo. Como buscando algo, o a alguien.
¿Cómo podía ser? ¿No le veían? Pero si estaba hablando.
«No lo entiendo». Pensó, una parte aliviado.
-¡VÁMONOS! ¡Aquí no hay ningún anciano viejo, ni su estúpida niña! - anunció a todos sus hombres, dando media vuelta. Los caballeros se abrieron ante el jefe, dejándolo pasar para que este fuera el primero en la cola.-Un anciano y una niña - dijo en voz alta Delmor.¡Buscaban a Melfos y a Marit! Pero ¿por qué?
Dio media vuelta al instante, y corrió hacía ese agujero subterráneo. Pero sus preguntas seguían aún en pie. Cuando entró, todos los habitantes posaron sus miradas hacia él:
-Delmor, ¿qué ha pasado? ¿Quiénes eran? ¿A qué venían? - decían voces lejanas. Todas con las mismas preguntas. Todos querían respuestas, pero ni siquiera el alcalde las sabía responder. Este observaba de vez en cuando a Melfos y a su hija, intentando encontrar fin a sus cuestiones. Ellos, le miraban a él con miedo y con preocupación a la vez.
-Buscaban algo, no sé el que. Pero voy a averiguarlo. - dijo esto por lo preocupar al valle; pero tenía que hablar antes con Melfos. Que le explicara algo. Habían cosas que con el paso del tiempo aún no se habían dicho.• • •
-Ni rastro mi rey. - entró en la sala hasta llegar a los pies del rey. - Hemos buscado en aquel lugar que me dijiste y no hay nada.
-Te dije que no volvieras hasta que me los trajeras. ¡¿NO OYES LO QUE TE DIGO!? - gritó con el cetro apuntando en la cabeza de Mussar. El cetro empezó a brillar con oscuridad, a salir humo de él.
A Dissior se le acabó la paciencia, pero estaba harto de ese jefe que tanto había odiado durante esos años.
El rey dijo un simple susurro, y una especie de conjuro verde salió del palo mágico, y llegó a la sien de Mussar. Este calló al suelo sin más.-Hijo. Tengo una sorpresa para ti. - decía mientras miraba a su lado izquierdo. - Tú serás el nuevo jefe. Creo que aunque tengas siete años recién cumplidos, - apareció una sonrisa de orgullo - tienes la suficiente capacidad y poder de ejercer lo que pido. Además, ya sabes hacer esa magia que te he estado enseñando.
-Sí, mi rey. - este, no tuvo que inclinarse de rodillas ante él. Sólo hizo una reverencia con la cabeza, y con eso bastó.Juntos sonrieron con maldad, mientras que en Palém, se celebraba una fiesta por haberse salvado de Dissior, o al menos hasta ahora.
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Flores de invierno I
FantasyPara Melfos su vida siempre había sido la misma. Pero cuando un día, ve junto a su puerta un bebé, su vida tal y como la conoce, cambia totalmente. Marit deberá afrontar todo lo que se ha estado haciendo en su ausencia. Tendrá que enfrentarse a sus...