A pesar de las distancias, Marit y Philips seguían manteniendo esa amistad que perduraba para siempre, aunque la vida dificultara las visitas. ¿O tal vez era Dissior? Esa separación hacía que cuando se reencontraban se quisiesen aún más.
El rey de Amcar jamás se enteraba de las escapadas de su hijo. Gracias a Minna y sus poderes mágicos.
Ambos escondían secretos y sentimientos; pensamientos ocultos en su cabeza.
Un día de auténtico invierno en los que ni los pájaros se atrevían a salir de sus agujeros, ni un atisbo de animales, sólo caían suavemente diminutos copos de nieve. Blanca y congelada. Era un paisaje muy hermoso. Hacía el mundo especial. Pero en Amcar, los habitantes - la mayoría sin hogar - morían congelados por el congelado frío. En el castillo, el hielo no traspasaba las puertas, algo evidente porque Dissior no dejaba paso a nadie. Solo salía y entraba él. A Canmia nunca la dejaba salir, aunque ella no se lo pedía. Ella sentía que debía estar dentro.
Dissior tenía sus claras intenciones. No iba a quedarse de brazos cruzados mientras veía a Melfos en ese pueblucho, - decía el rey - ocultándose de este. No había ni un solo día, en el que Dissior no pensara en aquel anciano. Este tenía los poderes que le transfirió a Dissior mientras dormía. Y quería acabar con él, porque creía que algún día, Melfos utilizaría los suyos para atacarle.
Pero necesitaba a alguien que controlara sus movimientos; alguien que estuviera todo el día observándolo. Pero el rey no podía hacerlo. Tenía otros asuntos indiscutibles; su reino. Quería seguir luchando con otros pueblos como el de Etrioy.Canmia era tímida. Una mujer alta y hermosa. Con el cabello ondulado y castaño. Sus ojos eran azules. Eran muy hermosos. A penas hablaba, solo cuando el rey le preguntaba algo sobre su pueblo. O si sabía de otros lejanos. Ella respondía palabras cortas. Tenía miedo de que hiciera algo fuera de las normas de Amcar y desapareciera.
Dissior tenía a la mujer adecuada para su querido plan. Tenía unas ganas inmensas de finalizarlo; de ver el resultado. Pero por supuesto, no iba a decirle nada a Canmia. La engañaría. Porque si se lo decía, esta se opondría rotundamente.En el pueblecito donde vivía Marit, todo el suelo de tierra había desaparecido y había una capa gorda de nieve. Los más pequeños salían muy abrigados a jugar a hacer muñecos de nieve y ángeles con su cuerpo tumbado. Era fascinante y maravilloso contemplar tantísima felicidad y paz. Los padres de los niños salían a verlos y coger pequeños troncos ya partidos, para llevarlos hasta la chimenea.
Los árboles del bosque estaban cubiertos por nieve. A veces, del enorme peso de esta, caía al suelo y daba en alguna cabecita de un Munfito. El pequeño zorro ya se hacía más grande y aún seguía queriendo jugar y atrapar a esas personitas que volaban. Era muy divertido y placentero ver todo aquel paisaje. Para Marit, su estación preferida era el invierno sin duda. El verano le producía demasiado calor y la agobiaba. A veces, incluso se enfadaba ella sola. El frío y los copos de nieve la hacía estar tranquila. Aunque hiciera un frío de miedo, no le importaba, porque en su cabaña también poseían una chimenea.
Cuando Melfos se quedaba solo en casa, - que era muy a menudo, ya que Marit salía a jugar - y se quedaba sin esos pequeños palos, encendía su fogón con sus manos; con magia. Y cuando lo conseguía, se sentía muy orgulloso de si mismo. Después de ese hechizo tan común, se sentaba al lado de ella con una mecedora de madera, y descansaba; a veces dormía horas.Pasaron semanas. Semanas de completa locura para el rey. Ansiaba más poder. Alguien que le siguiera. Y no podía confiar en su hijo después de todo lo que le había hecho.
Para Dissior ya no tenía ningún hijo.Pero llegó el gran día. Hacía una mañana espléndida. Pero cuando el rey salía, todo parecía esconderse. Los mendigos se ocultaban de él. Los pájaros dejaban de volar para esconderse y las nubes y el sol se escondían tras las montañas. Un viento acechaba desprevenido. Uno fuerte y veloz.
-Canmia, ¿te gustaría que fuéramos al jardín hoy? Hace unos días que no vamos. - preguntó a su querida visita. Dissior se había ganado la confianza de la muchacha hacía unos días. Él estaba orgulloso de sus progresos y le subía la autoestima para continuar con sus propósitos.
-¡Claro! Hoy hace fresco y aunque parece que el cielo esté oscuro, se está bien. - Dissior pareció más que encantado con la respuesta de Canmia.
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Flores de invierno I
FantasyPara Melfos su vida siempre había sido la misma. Pero cuando un día, ve junto a su puerta un bebé, su vida tal y como la conoce, cambia totalmente. Marit deberá afrontar todo lo que se ha estado haciendo en su ausencia. Tendrá que enfrentarse a sus...