2. PARTE - CAPÍTULO XXXVI: Inmortal.

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Pasarían once años encerrada desde que entró por primera vez en el castillo de Folmer.

Marit y Melfos, aún recuerdan aquel día:
El momento en el que Melfos tocó aquella esfera e hizo que una honda estrellara a todos en el suelo. La magia oscura fue tan potente que ni los Munfos hubieran podido romperla.
Se estremecía cuando recordaba aquella separación. Volar con los dos reyes, y desaparecer de Amcar.
Cuando estuvieron en lo alto de la nube más oscura que se podía ver, Marit miró fascinada aquel lugar. Era oscuro, pero era hermoso ver como un castillo se sostenía en una manta de algodón.
Era siniestro. No se oía nada. No había nadie. Ni los pájaros conseguían llegar hasta allí. Era triste, y sin embargo, Marit quedó impresiomada por todo lo que veía.
Los dos reyes se miraron estusiasmados. Pero ellos no sabían un detalle.
Clanmiana subía detrás de ellos con su escoba voladora.
Dissior la vio y al instante no quiso que fuera con él.
-Hazte cargo de mi castillo. No puedo abandonarlo. - intentó quitársela de encima, después de haberle quitado la vida a una hermosa muchacha, ahora no quería tener a Clanmiana al lado de él.
La bruja lo miró extrañado pero aceptó el cargo, pues lo que más deseaba era ser reina de un reino. Bajó sin decir nada, pero emocionada por su gran resultado.
Los dos reyes malvados se volvieron a mirar:
-Menos mal que por fin te has desecho de ella. Nos supone un problema. - Folmer rio con fuerza, junto con Dissior que le siguió.
Marit seguía mirando aquel inmenso lugar, pero su miedo aumentaba cada vez que se acercaban aún más al gigantesco castillo negro.
Justo encima de la torre más alta, una nube redonda y negra la envolvía.
Un repelús hizo que la pequeña se pusiera temblar.
Cuando los tres entraron, Folmer comunicó a su nuevo compañero, algunas normas que debía seguir.
-Tienes que tomar este líquido. - Dissior lo miró con curiosidad. A pesar de estar en el mismo bando, aún quedaba algo de desconfianza. - Tranquilo, es una poción que cree hace décadas para mantenerme inmortal cuando saliera algún día de las nubes. - Dissior no tenía constancia de aquel detalle tan grandioso.
-¿Eres inmortal? - abrió la boca y le quitó la botella de cristal con el mejunge dentro. Dio un trato fuerte y largo, y su cuerpo empezó a moverse.
Folmer le miraba con atención, esperando la gran respuesta de Dissior.
Marit abrió los ojos como platos. No entendía como había hecho aquel líquido.
Dissior dejó de moverse hasta sentirse más fuerte aún. Su cuerpo se tensó con rapidez, y sus ojos se tornaron más oscuros.
-¿Soy... soy inmortal? - su mirada de incredulidad hizo que Folmer se riera a carcajadas.
-Mientras estés aquí, tienes que beberlo, cuando bajes a la tierra no será necesario. Tú no fuiste inmortal, por lo tanto su cuerpo envejecerá si desciendes.
-No lo haré jamás. - dijo el rey de Amcar muy decidido.
Folmer no estuvo tan seguro.

Después de su conversación, miraron a Marit pensativos.
-¿Qué vamos a hacer con ella? - Folmer miró de nuevo a su compañero, y este sonrió con malicia.
-¿Tienes algún lugar para ella? - Dissior intervino y Marit se encogió cada vez que pronunciaban su nombre. Sus ojos estaban tristes, y su voz ronca de tanto gritar. No podía hablar.
-Tengo el sitio perfecto para ti. - ahora Folmer mantuvo la mirada fija en la joven, sonriendo y con un lugar que ni los cuervos se acercaban.

Abajo, en la tierra, Melfos, los dos muchachos , el guardián y Minna, salían del castillo, abatidos, tristes, descompuestos, destrozados, y perdidos.
Nadie habló. Se limitaron a caminar sin rumbo a ninguna parte. Melfos no estaba nada bien. La tenía demasiado cerca.
«Si no hubiese tocado aquella esfera, ahora estaría aquí» pensó durante horas.
Caminaron hacia el pueblo de Amcar. Querían salir de allí lo más pronto posible. Aunque sus pasos decían lo contrario.
Algo en el cielo bajaba rápido. No era un pájaro, ni nada parecido. Conforme se iba acercando, parecía la silueta de una persona.
De Clanmiana.

Luzmor miró un movimiento extraño en el cielo y de pronto, los advirtió a todos.
Pero ya era demasiado tarde huir, porque la bruja ya se encontraba en el suelo.
-Vaya, vaya. - posó sus ojos en todos y cada uno de ellos y una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara. - Parece que ya no tenéis a vuestra niña.
Melfos, que lo la había mirado antes, lo hizo ahora con furia. Sus ojos estaban encendidos. Hizo un movimiento para lanzarse a ella, pero Minna le cogió del brazo y le detuvo.
Philips estaba muy cabreado. Quería a su hermana, y cada vez que la perdía, su corazón se empequeñecía.
Nunca antes había tenido a nadie con quien jugar, o simplemente hablar, y ahora que tenía una hermana, no podía hacerlo.
-Podéis iros. Ya no os necesitamos. Además, ahora soy la nueva reina de Amcar. - su sonrisa se intensificó y empezó a reírse. Se marchó enseguida, dejando atrás a todos. Entró en el castillo y cerró las puertas sin tocarlas.
-Vámonos de aquí. - dijo Minna, decepcionada. Todos la siguieron.
-¿Adónde vamos? - Luzmor quería que fuesen a Palem. Allí descansarían y repondrían fuerzas.
Nadie le respondió, así que, continuó hablando.
-Venid a Palem. Descansad y continuaremos. - un simple hilo de esperanza albergaba aún en el corazón de Luzmor.
El guardián se acercó a él y por instinto, todos unieron sus manos, cerraron los ojos, y desaparecieron.

Segundos después, en Palem, Melfos yacía tirado en el suelo de tierra llorando. Philips se acercó a él y le abrazó.
-La sacaremos de allí. De verdad. - oír el llanto del anciano dolía a cualquiera. Este le miró y asintió levemente.

Una voz ronca y dulce, despertó a todos.
-¡Luzmor, Luzmor! ¡Hay mi pequeño! - corrió hacia él y ambos se fundieron en un tierno abrazo. - Te echado muchísimo de menos.
-Yo también abuela. - las lágrimas de Flomira salieron sin avisar, pero eran de felicidad pura.
-¿Dónde está Marit? - Melfos la miró de repente y luego a Luzmor.
-Se... se la han llevado. - la anciana no esperaba que aquel hombre tan mayor respondiera.
Flomira se tapó la boca asustada mientras se separaba de su nieto.

Flores de invierno IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora