Padre

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Zero cruzó de regreso el portal hacia el límite del otro mundo, acompañada del amado inuyoukai y la puerta se cerró tras ellos. Estaban de nuevo al abrigo de la oscura cueva. Los guardianes volvieron a su posición. Gozu y Mezu no podían decirle nada respecto del gran perro demonio porque técnicamente, éste estaba vivo, independientemente de las artes que habían usado para traerlo de regreso. Ellos sólo podían impedir el paso de seres vivos hacia el mundo de los muertos o de criaturas del inframundo hacia donde estaban los vivos. Inu no Taisho era un ente extraño y ellos no sabían cómo proceder.

Cuando llegaron al camino, él pudo ver una chica humana de corto cabello negro tirada en el suelo. Vestía ropas oscuras y una armadura de escamas y oro. Al contemplarla, vino a su mente una visión extraña, un sitio con el aire viciado y contaminado, ruidoso, lleno de bullicio de humanos y con edificaciones de hierro que casi tocaban las nubes, y recordó tres personas afectuosas, tres seres humanos.

Se tomó la cabeza.

─Esa chica muerta...

Zero, en pánico, le dio una patada al cadáver para sacarlo de la vista de ambos y el cuerpo de la hija de Sesshoumaru rodó lejos, a un rincón oscuro de la cueva.

─Zero ¿qué haces? ─preguntó extrañado.

─Es sólo un cadáver, ya estaba aquí cuando yo llegué ─lo tomó suavemente del brazo, mientras hablaba todo el tiempo en un tono dulce─. Debe saber que, desde su muerte, las guerras entre humanos no han hecho más que aumentar y debido a eso, ver cadáveres humanos como éstos es cosa de todos los días. Seguramente esa joven pensó que esta cueva era un buen refugio para venir a morir.

─Entiendo. Los humanos no cambian, ¿verdad? Las guerras sin motivo los siguen consumiendo.

─No debe preocuparse por eso, ahora que ha regresado, podrá establecer paz a través de su poder. Pero antes de hacer eso, debe descansar y reponerse en un sitio seguro. Tengo pensado un buen lugar. ¿Me permite guiarlo?

─Claro.

Moroha estaba completamente exhausta. Había derramado mucha sangre. Había perdido la cuenta de cuántos muertos vivientes de piel negra y ojos rojos había destruido a lo largo de las horas. Disparó una última flecha hacia las alturas por encima de su cabeza. La flecha se encendió en llamas y se multiplicó en todas direcciones, destruyendo a los sirvientes de Kuroka.

Cayó de rodillas sobre la tierra yerma, donde momentos antes había nieve, pero ahora se había derretido formando barro.

De pronto escuchó unos gruñidos y unos pasos pesados acercarse a ella.

─¿Y ahora qué? ─espetó, levantando la vista hacia los youkai que se le acercaban.

Eran ushioni, enormes onis de piel oscura con cabezas de toro que la observaban con sus ojos rojos. Habían venido atraídos por los disturbios cerca de su territorio y por el olor de la sangre de shihanyou.

─Una shihanyou que pertenece al clan inuyoukai ─murmuró uno─. Se creen dueños de todo el territorio y por eso invaden de todas maneras.

─Mira la herida que trae, no tenemos que preocuparnos, es sólo basura ─murmuró el otro.

─¿Nos la dividimos en partes? ─murmuró un tercero─. Aunque no hay mucho poder que sacar de alguien que tiene la sangre tan diluida y sucia.

─Se equivocan, es un malentendido, no vine a invadir territorio ─sabía que con este tipo de criatura era inútil hablar, pero estaba demasiado cansada y si usaba su carmesí para pelear con ellos, acabaría por perder la consciencia y en este momento tan crítico, necesitaba todos sus sentidos─. Estoy buscando a Sesshoumaru, mi tío.

Larga vida a la Reina - Fanfic Kirinmaru Towa - UADonde viven las historias. Descúbrelo ahora