Crazy Babies (En edición)

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Las temperaturas bajas de aquel gélido invierno estaban haciendo presencia en la ciudad, por poco congelando las pobres plantas que adornaban el bonito lugar al que fue arrastrado. Mark sintió pena por ellas, sabía gracias a su padre que al día siguiente no seguirían vivas porque el frío sobrepasaba sus límites. Se van a quemar, le hubiese dicho él, y pensándolo bien, era bastante gracioso.

Seguro fue una planta quemada en su vida pasada.

De todas maneras, las plantas con hielo no eran lo que llamó su atención de aquel lugar.

¿Qué pensaría su familia si lo veían allí? Tendría que despedirse de su respetable imagen de hijo perfecto para ser visto como el caliente de los dos. Su madre probablemente evitaría el tema, no sin antes darle una mirada de desaprobación, pero su padre y hermano eran capaces de repetirlo hasta aburrise. Y claramente como burla.

Volviendo con el tema anterior y dejando de lado su castigo si es que los llegaban a descubrir en aquel lugar tan cuestionable, lo que llamó su atención por completo fue la extraña felicidad que emanaba Donghyuck hasta por los poros, incluso iba saltando como un niño pequeño haría, observando todo a su alrededor con los ojos brillantes y sin quedarse quieto ni un segundo. ¿En serio se encontraba tan ansioso por tener sexo en otro espacio que no sean los comunes? ¡Como si en el internado no fuese lo suficientemente arriesgado!

¿Y lo peor? Que tuvo que ser él quien hablase. Él pidió la habitación hasta el día siguiente y él tuvo que dar la cara por ambos, como si fuese el más emocionado por tener sexo en un motel cualquiera de la ciudad, cuando deberían estar internados y no con las hormonas por los cielos.

Donghyuck lo empujó sutilmente hacia atrás, hasta que cayó en la cama matrimonial, rebotando en esta. Donghyuck mueve su pierna por el cuerpo de Mark y se sienta a horcajadas sobre él.

─Ya me aburrí de comer sushi, a lo que vinimos.

El mayor rodó los ojos y no dudó ni un segundo en tomar las caderas del morenito entre sus manos y presionar sin mucha fuerza. A veces, Mark creía que iba a enloquecer. Sigue sin creer que Donghyuck sea realmente su novio, que sea suyo de una manera muy alejada al sentimiento de posesividad. Sigue siendo irreal el que puede tenerlo así, que no está soñando cada vez que lo encuentra en su cama por las mañanas y a su lado en las noches frías. No es un sueño, es la realidad.

La mejor de las realidades, aquella es la mejor etapa de su vida sólo porque tenía a Lee Donghyuck junto a él.

─¿Qué hay de los modales? ─cuestionó─. Invitame un café primero. ¿Crees que soy así de fácil?

─Ay, Mark Lee... Si nada te detuvo cuando me diste el primer beso.

Mark no le responde porque, después de todo, él tiene razón. Cuando se trata de Donghyuck; una petición, un favor, a cualquier locura cede sin detenerse a pensarlo dos veces, sin indagar las desventajas que pueda traer, le hace olvidar que todo el tiempo debe ser bueno. Sin embargo, es agradable saber que la persona a la que le brindó toda su confianza y vulnerabilidad, no abusaba del poder que tenía.

Se aferraron el uno al otro, mientras compartían un beso lento y movían sus caderas al mismo ritmo, Donghyuck jadeando y susurrando palabras inhorentes con los ojos cerrados, abrazándolo con las piernas a los costados de su cuerpo y los brazos temblorosos que se sujetaban en la cama, junto a la cabeza de Mark. Podía sentir la erección creciendo en su trasero y la propia frotándose contra el abdomen de su novio. Iba al infierno y volvía con cada embestida falsa, los empujes se volvían desiguales mientras gemía su nombre entrecortadamente. Parecía un adolescente inexperto, incluso podía asegurar que ni en su primera vez a los quince años se convirtió en un ser tembloroso como lo hacía cada vez que su piel tenía contacto con la de Mark.