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En muchas etapas de nuestra vida creemos que llegamos a un punto de madurez mayor, a un límite donde ya lo sabemos absolutamente todo y no hay nada más para aprender, esto sucede especialmente en la adolescencia, aquella etapa tan confusa y complicada. Lo cierto es que nunca dejamos de aprender, incluso si son cosas pequeñas, seguimos aprendiendo. Jaemin también creía que ya lo conocía todo, pero entonces la realidad le dio un golpe y le demostró una vez más que era un idiota, un ignorante sin experiencia, jugando a ser el todopoderoso.

Recordaba esa ocasión en que su padre le dijo que las personas que alardeaban de ser conocedoras eran quienes menos sabían de la vida. Jaemin no pensó que años más tarde se convertiría en lo mismo que su padre tanto criticaba, pero allí se encontraba, pasando otra noche en el hospital porque confió en sus nulas capacidades y asumió que no se le podía ir de las manos.

Que débiles pueden ser las personas cuando el cerebro es fuerte y el cuerpo frágil.

─¿En qué piensas? ─le preguntó Jeno desde la ventana. Llevaba un buen rato viendo la ciudad desde ahí, asombrado de alguna manera por la desconexión que había a esas horas. Jaemin le insistió en que volveriera al internado, pero él no quiso hacerlo.

Estiró las piernas sobre la cama y quitó el maldito suero de su antebrazo con cuidado, dejando caer la aguja al suelo.

─En que eres inalcanzable ─dijo distraídamente─. ¿Nunca te has puesto a pensar en que eres como un Ángel? Bueno, puede que te cueste notarlo, pero incluso en tu peor momento, sigues siendo inalcanzable.

Jeno le miró de reojo, mientras arqueaba la ceja. ─¿Inalcanzable para quién? ¿De qué estás hablando?

─Para muchas personas... ¿En serio no notas cómo todos están pendientes a ti? ─cuestionó y se acercó a la orilla de la incómoda camilla─. Muchas enfermeras me han preguntado si eres mi novio. Entonces, a lo que voy, básicamente eres inalcanzable, y no sólo ahora, lo has sido durante años y nunca te das cuenta. Podrías tener el mundo en tus manos si así lo quisieras.

Él se acercó para ayudarlo a bajar, los pies descalzos de Jaemin temblaron con el contacto del frío suelo, no obstante, se sintió bastante bien, como beber agua luego de pasar por el desierto o como respirar aire puro luego de intoxicarse los pulmones.

─Es extraño que lo digas ─murmuró, soltando su mano suavemente.

─Acostúmbrate porque no dejaré de hacerlo.

─Me sonó a amenaza.

Jaemin sonrió de lado, recorriendo todo el lugar con pasos lentos y la mirada curiosa.

─Claro que es una amenaza, guapo.

Quizás iba más allá del romanticismo, quizás es porque Jaemin siempre supo que Jeno lo necesita o porque le gusta arreglar personas rotas, pero no puede evitarlo y cada vez que tiene la oportunidad, no duda en aprovecharla.

Lee Jeno no había tenido una vida de rosas, Na Jaemin tampoco la tuvo tan fácil. Y demonios, no debería sentirse tan bien. Porque son dos personas que el mundo las ha tratado para la mierda, son dos pobres tontos que buscaban un poco de calidez en la Antártida. Deberían odiarse entre sí como hacían al principio, pero en vez de hacerlo, terminaron enamorándose de los cristales del otro y aun así nunca se hicieron algún corte. En vez de gritar, se quedaron en silencio y se enamoraron, no solo de la calma que se generaba cuando se callaban, también de la tempestad que comenzaba cuando sus miradas hacían contacto y se acariciaban.

Después de todo, a pesar de la mierda que pasaron individualmente, sus corazones seguían latiendo y sus vidas seguían rogando por encontrarse algún día. No existía otra explicación. Porque las personas se frustran al no ser conocedoras de todo en el mundo, pero al contrario, Jaemin sintió desde el primer momento que ya conocía a Jeno, incluso si era la primera vez que lo veía. Y sabía que Jeno lo había sentido de igual manera.

Crazy Babies (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora