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Una vez le habían dicho que la felicidad no se busca, sino que ésta llega por sí sola.

Fue un largo camino de autoconocimiento, convenciendose de que aquellas palabras eran ciertas y que todo lo que deseaba vendría por sí solo, no tendría que correr tras ellas. Pero siempre ha sido tan impaciente y es tan molesto ver como cada persona y experiencia eran meramente pasajeras, nada llegaba para quedarse y comenzaba a ser exasperante. Llegó un punto en que se rindió, quizás porque seguía siendo un niño y se esmeraba por encontrar algo que los niños comúnmente no tenían, siempre queriendo crecer a la fuerza y jugando a ser mayor, cuando aún le faltaba mucho por aprender.

Entonces conoció a Park Jisung y descubrió que se vive por etapas. Justo como le dijeron, las mejores personas llegan en los momentos más inesperados, sin buscarlas o siquiera imaginarlas.

¿Por qué querría crecer? Si el tiempo se detiene cuando está junto a él.

Seguía siendo muy joven, aún le faltaban errores por cometer y experiencias por vivir. Ciertamente, nunca dejamos de aprender, y a Chenle le agradaba la idea de estar tejiendo su suéter de juventud todo el tiempo, y si es que se le acababa la lana, no se iba a preocupar, todo sucede por una razón, sabría cómo arreglarlo.

─¿Crees que llueva hoy? ─Jisung preguntó, mientras observaba por el gran ventanal con vista al mar─. Hay mucho sol, supongo que no.

Chenle no respondió, se quedó allí de pie, observando a Jisung como si fuese todo lo que siempre había necesitado. Suspiró sólo como un adolescente enamorado haría y se dejó caer en el sofá de la sala, sin apartar la mirada y con mil escenarios en la cabeza que nunca creyó vivir, pero que en realidad eran recuerdos. Porque desde que conoce a Jisung, ya no es una película en su cabeza, está en el mundo real, viviendo lo que tiene que vivir.

─¿Tengo algo en el rostro? ─y entonces, sus ojos se volvieron a encontrar una vez más y Chenle negó con la cabeza, riendo.

─Estaba pensando en que el agua debe estar congelada ─señaló el mar a la lejanía─. ¿Jugamos?

Bastó esa simple pregunta para llamar la completa atención de su novio. ¿Qué había hecho para tener a una persona tan competitiva a su lado? No importaba qué hicieran, Jisung siempre le iba a ganar.

─¿A qué?

─El último en guardar todo tiene que meterse al mar.

Y así fue como ocuparon toda su ajetreada mañana compitiendo entre ellos, sumergidos en un juego donde el ganador estaba asignado antes de comenzar y no había nadie más que ellos dos para observarlos. Fue bastante divertido correr por toda la casa, dándose suaves empujones y riendo cada vez que uno iba en desventaja, realmente estaban haciendo un desastre. A Chenle le daba más gracia imaginar el rostro de su aburrido padre si lo viese corriendo por los pasillos, abriendo los cajones de los muebles sin ningún cuidado y gritando hasta por lo más mínimo. Aquello, desde luego, le causaba las risas que no terminaban de salir cuando Jisung tropezó y casi se cae.

Pero tal y como era de esperar, aunque casi haya rodado por las escaleras, Park Jisung fue el tan esperado ganador. Alzó a Chenle entre sus brazos y lo besó hasta que al chino se le fue cualquier molestia acumulada por ser un mal perdedor, olvidó la competencia por unos segundos y volvió al mundo cuando Jisung le dijo que se quitara los zapatos para ir al mar.

─¡Hay que comer! ─exclamó.

Iba caminando de espaldas a la playa, el sol dando justo en su rostro y la arena caliente bajo sus pies descalzos. Jisung frente a él, lo orillaba a lo que sería su perdida más patética.

Crazy Babies (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora