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Una vez Jaemin le preguntó por qué fumaba, Jeno tuvo que cuestionarse a sí mismo antes de responder, porque incluso si no deseaba admitirlo, sabía que su adicción había dado comienzo cuando ya no podía con su desorden mental, desde entonces no podía pasar ni un mísero día sin ahogar sus pulmones en humo, le tranquiliza. Pero Jeno también le preguntó por qué bebía tanta cafeína, y Jaemin le dijo con simpleza que lo hacía porque necesitaba mantenerse energizado y de buen ánimo.

Es irónico como uno buscaba calma, mientras que el otro se divertía en la tempestad.

Sin embargo, últimamente parecía ser al revés. En la actualidad, es Jeno quién no logra quedarse quieto, quíen necesita mantenerse en movimiento o terminaría por enloquecer. No sabe si todo se debía a sus supuestos celos o porque Jaemin no estaba actuando tan extrovertido como era en un comienzo. De todas maneras, sus pies lo llevaron a la habitación del pelirosa antes de que siquiera se detuviese a pensarlo más de dos veces.

Jaemin le sonrió en cuanto le vio, invitándolo a pasar y sentarse junto a él en su cama. Jeno entró con sigilo, observando a su alrededor por si cierto chico andaba rondando por esos lados. El día que le llevó de comer a Jaemin, se sintió demasiado incómodo.

─Fue a hacer sus deberes, no te preocupes ─le dijo, sin dejar de sonreír. Jeno asintió y caminó en su dirección─. Pensé que estarías con los chicos.

─Es aburrido estar con los chicos.

Reprimió una risita y con toda la suavidad del mundo, acarició el dorso de su mano.

─Me halagas, guapo ─se arrincona más en la cama y eleva las mantas, para que Jeno pudiese sentarse allí y tapar sus piernas tal como Jaemin estaba haciendo─. ¿No tienes frío?

La pregunta le confundió, la habitación se encontraba lo suficientemente temperada.

─No... ¿Tú sí? ─le interrogó de vuelta, dándose la oportunidad para observar detalles en el rostro de Jaemin a los que antes no le prestó atención, al mismo tiempo que se ubicaba a su lado.

─Luces... ─enfermo quiso decir, más no lo hizo porque si Jaemin se estaba sometiendo a tantas dietas últimamente era por alguna razón, una bastante obvia, sería una estupidez decirle algo como eso, pero no podría mentir sobre lo que notaba a simple vista, se veía como una persona enferma; piel pálida, ojeras bajo sus ojos, y su rostro... ¿Se le marcaban los huesos o sólo era el efecto de su piel de porcelana?─... Te ves bien. ¿Qué has comido hoy?

─Renjun trajo frutas ─señaló el escritorio junto a su cama que efectivamente tenía una bolsa de frutas sobre él.

Pero Jeno mordió su lengua. Otra vez ese nombre.

Si hace unos siete u ocho meses atrás le hubiesen dicho que Huang Renjun sería la razón por la que le iba a hervir la sangre, se hubiese reído como un demente de tal tontería. Renjun fue su amigo en algún momento, hizo las cosas mal y, según Jeno, ya había dejado todo atrás porque de nada le servía estar estancado por siempre con lo sucedido. Si hace unos siete u ocho meses atrás le hubiesen dicho que estaría como un perro rabioso, quizás no habría sido tan difícil de creerlo, pero no por las razones que realmente lo tenían a punto de expulsar humo por sus orejas, razón en la cual Renjun se vio envuelto, esta vez sin siquiera hacer algo.

Quería ser inteligente y manejar lo que sea que le estuviese pasando, tampoco consideraba muy conveniente volver con la psicóloga únicamente por unos celos que ya parecían berrinches de niño pequeño, además de que le avergonzaba admitirlo. Sin embargo, y de todas maneras, nunca fue muy bueno ocultando su disconformidad.

Crazy Babies (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora