013

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Entraron a la habitación y Jeno por poco escupe su propia lengua.

No termina de comprender cómo es que acabó en aquella situación tan lamentable. Es decir, se levantó como cada aburrida mañana, desayunó lo que el corto tiempo le permitía y tomó sus bolsos con pertenencias que necesitaría más adelante, le esperaba un abrumador año escolar. Llegó justo a la hora, y luego de hablar con los chicos y fumarse un cigarrillo que lo mantuvo alejado de la ansiedad, emprendió camino junto a Jaemin.

La escuela parecía un jodido orfanato, ni siquiera un internado como en las películas que tanto mencionaban los chicos. Quizás un poco más moderno que en las escenas de terror, pero seguía luciendo atemorizante para él.

Probablemente solo le asustaba lo nuevo.

Los pasillos eran de color escarlata con detalles dorados que Jaemin amó en cuanto lo vio, porque en todo el recorrido hasta su habitación, no dejó de parlotear de lo estético que le parecía, a pesar del vago uso que le estaban dando. Tampoco le sorprendía su actuar, Na Jaemin es el tipo de persona que encuentra la belleza hasta en lo más ordinario y sombrío. Él es un claro ejemplo.

Jeno debió haber sospechado que algo no andaba bien. ¿Por qué otra razón, el mismísimo Na Jaemin, cambiaría completamente su rostro en el momento que leyó la pequeña hoja pegada en la puerta?

Hoja en la que estaban escritos los nombres de quienes debían compartir habitación.

E incluso viendo como Jaemin pasó de felicidad a incomodidad en tan solo tres segundos, no sospechó ni se imaginó lo peor, como hubiese hecho en otra ocasión. Y es que todo sucedió tan rápido que no le dio tiempo para nada. Pero era lo de menos, porque el compañero de habitación de Jaemin los estaba observando con grandes ojos café, piel rozando la palidez y la clara sorpresa en el rostro.

Debía ser una maldita broma.

─¿Qué estás...? ─Jaemin negó con la cabeza, riendo a causa del nerviosismo y mordiendo su labio inferior.

─Hola para ti también, Jaemin ─su jodida voz se escuchó como un eco en la desolada habitación, luego de decir esas palabras dirigidas al pelirosa, le observó fijamente─. Y hola Jeno... Supongo que siempre es un gusto volver a verlos.

¡Un gusto! La risita socarrona que escapó desde lo más profundo de su garganta fue suficiente para demostrar su inconformidad.

Le ardía la sangre. En serio lo hacía.

Renjun les sonrió como si no hubiese sido la misma persona que los hizo sentir a ambos como la peor mierda en el mundo. Renjun estaba ahí, frente a ellos, ordenando su ropa con tanta tranquilidad que lo enfermaba. Quería gritar, patalear, hacer un jodido berrinche si es que era necesario.

¿Y lo peor? Que desconocía el sentimiento ferviente creciendo en su pecho.

¿Es dolor? ¿Es rabia? ¿Es angustia?

Definitivamente debía consultarlo con su terapeuta, porque no comprendía la razón por la cual le ardía tanto. ¿Por qué si a Renjun ya lo había soltado hace un par de meses?

─Los dejo solos ─Renjun pasó por el lado de ambos, sin decir mucho y palmeando el hombro de Jaemin─. Esto no lo he planeado yo, por si lo llegan a pensar ─explica por último y desaparece demasiado rápido por los pasillos que tanto le habían gustado a Jaemin.

Jeno tragó en seco y observó el delicado semblante de Jaemin, en busca de algo.

Sacudió la cabeza de un lado a otro, intentando regular su maldita respiración para no sacar todo su niño interior e infeliz con el pobre chico que estaba obligado a compartir habitación con su ex novio. Giró el rostro hacia la puerta, ahí reposaba el pequeño papel al que anteriormente no le dio mayor importancia.

Crazy Babies (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora