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Le dolía el pecho, le ardía más bien.

Su respiración no le ayudaba lo suficiente, incluso se asustó por un instante, temiendo quedarse sin aire y morir en el pasillo de ese tonto internado, ese tonto internado que se sentía su hogar, más de lo que debería hacer. Afirmándose de la pared, logró llegar a la puerta rojiza que a principio de año le pareció la solución a todos sus problemas.

Ahora entraba en pánico cada vez que debía volver allí y fingir estar bien.

Hyunjin se preguntaba constantemente qué es lo que había hecho para tener que vivir ese tipo de situaciones a diario. Porque no lo entendía, siempre obedeció a sus padres, prefirió estar en sus reuniones de trabajo en vez de hacer verdaderos amigos; de salir y disfrutar su juventud, los priorizó hasta cuando no debía, y aun así, nunca fue suficiente y probablemente jamás lo sería. Llenar sus expectativas significaba dejar el mundo y volver a nacer. No había lugar para un Hyunjin perfecto, al menos no en esa vida, y si sus padres querían una versión mejorada de él, entonces tendrían que asesinarlo.

Lo peor de todo es que los veía capaces de lavarle el cerebro si tuviesen la oportunidad, volverlo en un inútil e ignorante únicamente para su conveniencia, para tener a ese hijo soñado que obedeciera cada una de sus reglas sin quejarse, sin elevar la voz, siempre sumiso y eternamente respetuoso, incluso con las personas que jamás lo respetaron primero y se atrevieron a criticarlo en su propia cara, soltando comentarios maliciosos, siempre exigiendo más de lo que podía darles.

Nadie lo entendería, ni sus propios amigos que sabían muy bien de la empatía. Ellos no lo vivieron, y aunque hacían el intento de comprender y ponerse en sus zapatos, no saben lo que es ser el centro de burlas en las reuniones de su padre y en su propia casa cuando iban las amigas de su madre.

Es muy delgado.

No es para nada carismático.

Le falta sonreír más.

Nadie querrá a tu hijo.

¿Qué se sintió parir a un inútil?

Y por supuesto, críticas habrían en cualquier lugar, dónde sea que vaya y lo que sea que haga, siempre habrá una persona que no esté de acuerdo. Pero hubiese sido un poco más fácil si su familia lo defendiera, si nunca hubiesen permitido que lo juzgaran sin conocerlo, y en cambio, se unieron a quiénes decían esos comentarios, como si Hyunjin no fuese un ser humano al igual que todos.

Estaba tan roto y habían tantas cosas que nunca le contó a nadie, lo destruían cada vez que recordaba la mirada de asco de su padre y la manera en que su madre lo ignoraba desde pequeño cuando se equivocaba. Y esa tarde, luego de verlos por obligación, no fue un impedimento para recordarle lo mismo que solían hacer desde que tenía uso de razón, por lo mismo entró a la habitación con los ojos cristalizados, buscando un poco de paz en la verdadera tormenta.

Si es que podía encontrar paz allí.

Jeongin estaba sentado en la cama con los pies cruzados y varios papeles esparcidos sobre ésta, si no se equivocaba, debía estudiar para los exámenes de biología que tendría dentro de unas semanas. Sin embargo, en cuanto observó su desaliñada apariencia, dejó todo de lado y se acercó a él.

─Hyunjin, ¿qué pasó? ─al menos aún se preocupa por mí. Pensó, acariciando sus propios brazos, intentando darse el calor que no había en la habitación─. ¿Cómo te fue con tus padres?

Tragó el nudo que le clavaba púas en su garganta y respondió: ─¿Cómo crees que me fue?

Se quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo, mientras caminaba hasta su cama con pasos errados, se sentó sobre ella y quitó sus zapatos con poco esfuerzo. No tenía la fuerza suficiente para agacharse y dejarlos perfectamente ordenados a los pies de la cama, esa noche no quería ser perfecto, ni mucho menos estar cerca de serlo.

Crazy Babies (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora