Desgracia.

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Empecé a despertar, estaba retomando la consciencia sin abrir mis ojos, recordé lo ocurrido, recordé los golpes y los sentí de nuevo

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Empecé a despertar, estaba retomando la consciencia sin abrir mis ojos, recordé lo ocurrido, recordé los golpes y los sentí de nuevo. Un dolor inmenso me invadió, me sentí magullada y tratando de moverme, me dí cuenta de que no estaba en una cama.

Abrí mis ojos de golpe, y con mucha dificultad logré ver un poco, toqué mi rostro y todo estaba hinchado, mis pómulos, y mi nariz;  también me percaté del frío en mi cuerpo, y de mis pies desnudos, poco a poco me levanté y mi mundo se fue abajo.

Estaba dentro de cuatro paredes, tirada en el piso húmedo y frío; una puerta de hierro yacía en frente y al intentar moverme para llegar ahí, me percaté de otra cosa: una cadena. Mi pie izquierdo estaba sujeto por esa cosa que no me permitía moverme a más de dos o tres metros.

Y lo peor... estaba en ropa interior, mi piel expuesta, con cicatrices, tonos morados y rojos debido a los golpes, y una que otra mancha de sangre adherida a mi piel. Si antes sentía miedo, no sé cómo llamar lo que sentí entonces. Cubrí mi cuerpo con mis brazos y lloré en silencio, me dolía, pero me dolía aún más pensar en lo que pudo haber pasado.

¿Cómo están mis hermanos? ¿Estoy sola aquí? ¿Vendrán por mí?

Mi mente se nubló y sentí aquella nubesita gris sobre mi cabeza durante las siguientes horas. Solo me sentaba en el frío suelo, y me movía constántemente, esperando algo que desconocía, pero esperé mucho. No sabía cuánto tiempo había pasado desde el incidente en la casa, pero sabía que llevaba más de un día aquí. Pensé en las posibilidades de que estas personas decidieran mantenerme dormida con drogas... es el método más común para prostituir, pero sabía que estos hombres no me querían prostituir, querían algo más de mí.

A lo lejos escuché pasos, en lo que parecía ser un corredor, en frente o a unos metros de distancia del recinto en el que estaba. Se escuchaban varias voces, todas varoniles, pero diferentes, y se hicieron más claras, a medida que se acercaban.

La puerta finalmente se abrió y tuve que obligarme a tomar mi actitud ruda antes de que me tocaran. Segura de que podía derribar al hombre frente a mí me levanté del suelo, y entonces él se rió, soltó alguna frase en aquel extraño idioma y otros dos hombres aparecieron con uno maltratado, lo halaban como podían, y lo dejaron dentro de mi habitación. Le colocaron la misma cadena que a mí, y tenía una bolsa, una especie de saco en el rostro. Estaba en ropa interior igual que yo, y eso me permitió ver todas las heridas abiertas en su piel, algunas parecían recién hechas y otras estaban cicatrizando.

Me arrinconé en mi lado de la habitación, esperando que aquel hombre dijera algo, pero solo emitía lastimeros sonidos, y se movía muy poco, por unos segundos, lo escuché sisear, y juro que escuché algún quejido de llanto, eso me motivó a intentar acercarme.

Nova [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora