Rusia.

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Siempre estuve encantada de ver el azul en los ojos de Bastián y luego en los ojos de Deimos, era como tener una zebra sin rayas en casa, aquí es todo lo opuesto, parece que las zebras sin rayas somos nosotros

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Siempre estuve encantada de ver el azul en los ojos de Bastián y luego en los ojos de Deimos, era como tener una zebra sin rayas en casa, aquí es todo lo opuesto, parece que las zebras sin rayas somos nosotros. En cualquier dirección encontraba un par de ojos azules observándome tan extrañadamente como yo lo hacía con los pieles pálidas que iban de un lado a otro.

Hacía frío, más que en casa y eso me hacía extrañar Italia.

Habíamos llegado al aeropuerto, avanzamos por unos pasillos y Renzo se comunicaba con las personas preguntando direcciones mientras Bogdan hablaba al teléfono dando instrucciones claras sobre las tareas de este fin de semana, porque sí, no veníamos a territorio enemigo solo para esuchar la propuesta del tal "Jasha Sokolov", ya que a mi padre se le estancó en la mente la idea de conocer y buscar más oportunidades de inversión.

Él cree que en la cena de esta noche habrán personas importantes, asique el objetivo es acercarse, hablar de negocios y conquistarlos con la idea de una asociación.

—Ya nos vienen a buscar —espetó el hombre al terminar su llamada.

Solo habíamos traído a dos personas de confianza: Alek y Davide. Matthew tenía que quedarse para hacerse cargo de los envíos a España y los cargamentos que venían de México, y Bastián tenía que encargarse de las discotecas, además, el pequeño Mateo no se podía quedar solo con la niñera, si bien Bogdan la contrató luego de una exhaustiva investigación, pero no confía en ella y para ser sincera, ninguno de nosotros lo hacía.

Llegamos a la salida del aeropuerto y ahí estaban ambos caballeros con su letrero que decía en grande y en letra desordenada: Genovese.

Caminar hasta este punto no era necesario, pero mi padre no quería levantar sospechas sobre la protección que cargábamos encima. Envió a Alek y a Davide un día antes con las armas necesarias en su jet privado y luego de pagar buenas cantidades de dinero, dejaron que las maletas entraran.

—¿Qué tal el viaje? —indagó curioso el mayor mientras tomaba el equipaje para guardarlo en la cajuela de la camioneta.

Deimos pasó a mi lado sin responder, no se molestó si quiera en mirarme, solo se subió al auto tomando el puesto de copiloto. Baggio ayudó con las maletas mientras me ví forzada a sonreír y hablar sobre el clima. Renzo comentó justo lo que pensaba hace unos minutos atrás.

—Nos miran como si fuesemos terroristas —frunció el ceño.

—Tal vez es el instinto de supervivencia, eso hace que se alejen —rió Alek.

Justo entonces, una camioneta más se detuvo frente a nosotros, Deimos no dudó en salir del auto dispuesto a empuñar el arma que estaba a su espalda en la pretina de su pantalón y yo lo imité, al igual que Renzo y Baggio. Alek se colocó al lado de Deimos y Davide junto a mí, en una posición defensiva, parecían nuestros guardaespaldas con el rídiculo uniforme negro de tela que llevaban puesto.

Nova [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora