Ira.

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Alek

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Alek

Sabía que este día llegaría, en cierta medida añoraba que llegara pero al ver el caos que causó, el impacto que tuvo fue superior a lo que pensé. Las miradas perdidas de los chicos frente a mí me atormentaban, no habían dicho ni una sola palabra y ya casi había pasado una hora. Con la mejor de las intenciones les ofrecí un té, café, incluso una cerveza por si querían relajarse, pero al parecer no había nada que pudiera ayudarlos con eso.

Los ojos de cada uno estaban enrojecidos y cristalinos por el llanto y el cansancio tal vez, algunos ni siquiera parpadeaban sumidos en sus mentes, probablemente se torturaban en el silencio sepúlcral que nos rodeaba creyendo que esto era culpa de ellos y eso sería lo más erróneo que podrían suponer.

Es frustrante pensar que al único culpable ya no se le podía reclamar, está muerto. Gustavio Genovese pudo haber evitado todo esto, pudo haber ayudado a su hija y a las otras dos mujeres al verlas en aprietos, sin embargo se negó y se limpió las manos cuando la investigación del gobierno cayó sobre él por todos los asesinatos y los actos ilícitos que cometió. Él había sido un verdadero monstruo. Yo no podía culpar a Bogdan, él hizo lo que creyó correcto y lo hizo bien, jamás desamparó a los niños y se sacrificó por darles lo mejor aún cuando ni siquiera él quería estar en el puesto de hoy en día. Odiaba verse como el líder de la Mafia Roja algún día y dejó ese peso sobre los hombros de Renata, quien era la opción perfecta hasta que se embarazó.

El Vero de Bogdan me miró, estaba igual de desconcertado y aflígido que yo, no era para menos. Nos dolía verlos así, nosotros hemos formado parte de la crianza de estos chicos, los vimos crecer y los apoyamos en cada maldito paso que daban, ¿Cómo no nos iba a doler?

—Deberíamos decirles algo —susurró dándome un leve golpe con su codo—. Hazlo tú.

Lo miré con desdeño. No había nada que pudiera decir, no debía explicarles nada puesto que ellos ya sabían la verdad, cualquier cosa que dijera para "aplacar" el fuego forestal que consumía sus cabezas solo sería gasolina. No podía afirmarles lo que pensaban pero tampoco podía negarlo.

—Al menos hablales de sus madres —zanjó—. No seas cobarde.

Resoplé y avancé por el recinto despacio, tomé lugar en la silla junto al ventanal y los observé sin saber exactamente qué decir, hasta que dos pares de ojos azules cayeron sobre mí y pude distinguir en ellos ira, estaban apunto de estallar y ambos sabían que lo que iba a salir de mi boca era un intento en vano por calmarlos.

—Son iguales y a la vez distintos —solté y no mentí—. Davis Oswood era... diferente... diferente a lo que había en esta casa, diferente a lo que las personas aquí conocían —ambos chicos me miraban expectantes—. Era alegre y salvaje, muy amable con las mujeres de la familia y sádico para enfrentarse a sus "enemigos" —hice énfasis en las comillas—. Lo investigamos y no encontramos nada, sin esposa y sin hijos, era la ficha perfecta, asique lo enviaron con Brianna a algunas misiones y al cabo del tiempo, cuando los rusos despertaron de su ensoñación y vinieron por nuestras cabezas, él huyó. Aprovechó para capturar rusos e italianos en un mismo lugar, y ahí se dió cuenta de que tenía un hijo.

Nova [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora