Faddei.

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Lejos de Italia

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Lejos de Italia...

La brisa fresca ondeaba los trajes de los caballeros en la mesa, distinguidos hombres de negocios que buscaban hacer tratos para generar ganancias en común sin arriesgarse a perder todo su dinero, sostenían libretas y páginas con sus planes o presupuestos, exponían sus ideas y yo les escuché en silencio.

Las gafas oscuras hacían que todo ante mi vista se tornara del mismo color, meneaba la cucharilla dentro de la taza para mezclar el azúcar con mi té. Una larga mañana, llena de papeleos, llamadas, visitas y noticias que no quería escuchar, había sido estropeada con la llegada de Onkar.

Mi primogénito caminaba hacia mí, sin detenerse a pedir permiso, o siquiera a saludar, los modales no eran su fuerte.

—Tenemos que hablar —aseveró. Solo se dió la vuelta y entró a mi hogar como si él fuese quién está al mando, como si tuviese derecho a darme la espalda.

Me disculpé con mi compañía y pedí que me enviaran sus propuestas por correo, todos asintieron y luego de estrechar sus manos, me adentré en la casa hiendo directamente a mi estudio; me quité el saco y aflojé el nudo de mi córbata como si eso ayudara en esta situación. En cuanto entré, el chico bajó sus pies de mi escritorio y se levantó para tomar lugar en su silla.

—¿Qué quieres? —inquirí de golpe mientras buscaba un vaso para servirme un trago de Vodka.

—Ya sé que Anton vino a poner sus quejas —soltó y se apresuró en explicar—. Tú sabes que trato de ayudarte, no fue la mejor idea lo admito, pero lo intenté, quiero encontrarlo tanto como tú.

Caminé hasta la silla de mi escritorio e imité el acto anterior de él, coloqué mis pies sobre la madera dejándole ver la suela de mis zapatos. No me molesté en responder a sus alegaciones, era una pérdida de tiempo.

Yo prefiero actuar, demostrar con hechos, es la mejor manera de ganarse el respeto de los demás. Las palabras van y vienen, y en el mundo de los 'delincuentes' o 'corruptos', hablar no vale la pena.

—La chica que sucuestramos no dijo nada, pero encontramos a Bogdan, eso es bueno —me miró expectante—. Podemos encontrar a ese niño si lo presionamos, ¡tienes que presionar más! —se exaltó—. Estás actuando como si la vida de ese maldito importara, ¡demuestra tu crueldad como lo haces con nosotros!

Lanzé el vaso en mi mano justo en dirección a su cabeza, pero es muy ágil y con facilidad lo esquivó; fue una pena desperdiciar la bebida que no terminé pero logré que él cerrara la boca.

—Tomaste a una chica de apellido Genovese —me levanté lentamente de la silla— ...la golpeaste, ordenaste que la violaran, la mantuviste con dos comidas al día, sin ropa, y como todo un idiota la encerraste con el hijo de Davis —solté mientras daba pasos recorriendo mi estudio—. No solo perdiste a la chica, que no te dijo nada —aclaré con obviedad—. Sino que también perdiste a la única pieza que nos mantenía lejos del foco público —reí—. Eres más imbécil de lo que creí.

Nova [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora