Anciano.

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Bastián

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Bastián.

El Red Night estaba en su máximo apogeo, las dos plantas del local estaban llenas de personas que se embriagaban con lícor y ansiaban inhalar un poco de cocaína, justo como yo.

Había prometido no consumir nada que alterara mi juicio mientras la familia estuviera por fuera, porque mi responsabilidad más grande es administrar el negocio bien por lo que resistía mi deseo. Hay muchas amenazas que no tardan en explotar en nuestras caras, asique lo más recomendable es mantenerse alerta.

Observé con detalle a las personas desde la tarima, el DJ hacía un excelente trabajo, era un tipo joven que sabe lo que le gusta a los de esta generación, y claro que también estaba bajo efectos de sustancias que no debería pero era aceptable para mí mientras no causara ningún problema. El animador se encargaba de dar palabras de júbilo cada ciertos minutos para mantener la euforia del momento a flor de piel y estaba funcionando.

Me dí la vuelta y crucé la cortina que daba al pasillo de atrás, conectaba la tarima con el bar y la oficina. Avancé con el trago de Strega en mi mano y me desconcentré de mi entorno en cuanto mi teléfono vibró en mi bolsillo.

Al revisar me encontré con un mensaje nada amigable de Annie, en donde me informaba que su fecha de parto estaba próxima, adjuntó imágenes de su última ecografía y no pude ocultar mi sonrisa al ver la silueta plasmada en blanco y negro de mi hijo. Mi vida estaba apunto de cambiar por completo, cambiar pañales no era lo mío, pero tenía que asumir la paternidad. Annie estaba convencida y segura de que no le interesaba tener relación con el bebé luego de su nacimiento y eso me dejaba en claro que debía asumir toda la responsabilidad solo.

Una vez salí a un costado del bar en la segunda planta, noté la mirada de una chica acompañada por sus amigas en una mesa del rincón. Todas vestían escotadas dando a conocer su falta de pudor y ladeé mi sonrisa porque sabía lo que quería. Hice un ademán para que me siguiera y ella acató mi sugerencia, abrí la puerta de la oficina y esperé hasta que ella entró para cerrarla.

—¿Cómo te llamas?

—Vanessa —respondió segura—. ¿Y tú?

La pregunta me hizo elevar la ceja, nadie aquí no sabe quién soy yo, es imposible. Los rumores del promiscúo Bastián Genovese se exparsen como el polen, y ella con el grupo de amigas que ví anteriormente, tenía motivos suficientes para saber mi nombre.

La chica tomó los plieges de su falda de cuerina entre sus dedos y trató de bajarla intimidada por mi escudriñosa mirada.

—¿Cuántos años tienes, Vanessa?

—Cumplí dieciocho —sonrió—. Vinimos para celebrar.

Era muy atractiva.

Su cabello ondulado tan negro como el mío caía por sus hombros. Sus ojos oscuros resaltaban con sus pestañas rizadas al igual que su nariz pequeña sobre sus labios delgados muy bien enmarcados. El arco de cúpido se acentuaba a medida que su sonrisa se borraba al no entender por qué mi silencio.

Nova [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora