Cameron.

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Escuché risas, pasos y murmullos que provenían de la planta baja, el reloj en la mesa de noche marcaba las 4:42 a

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Escuché risas, pasos y murmullos que provenían de la planta baja, el reloj en la mesa de noche marcaba las 4:42 a.m. y no tenía que ser adivina para saber de quiénes se trataba.

Cuando llegué no había nadie, la casa estaba completamente vacía y oscura, faltaban dos autos y supuse que los chicos habían salido, pero es demasiado tarde. Usualmente regresan a media noche, pero ya va a amanecer.

Me levanté y en silencio salí al pasillo, avancé en puntillas hasta las escaleras y desde arriba podía ver a mis hermanos pasados de ebríos. Bastián no llevaba camisa, Renzo estaba sentado en el sofá viendo a la nada, Fabio sostenía una botella y bebía como desquiciado, Baggio tarareaba y conteneaba las caderas mientras Lucas estaba de pie observándolos a todos. Entonces, de la cocina salió Deimos con cuatro tazas de café en una bandeja.

—Tengan, beban —espetó y se acercó a Fabio para arrebatarle la botella—. De esto ya fue suficiente.

Reí suavemente por el gesto del chico, parecían niños, solo un par de jóvenes cuidando a otros jóvenes... es muy cómico.

—Luego de eso se largan a dormir —demandó Lucas—. Si Alek los encuentra así, están jodidos.

Procedió a tomar asiento junto a Renzo quien aún no reaccionaba de su trance y ahí fue cuando caí en cuenta.

—¿Qué tomaron? —todos miraron en mi dirección, sus expresiones cambiaron completamente pero no respondieron—. ¿Qué carajos tomaron? —volví a cuestionar bajando las escaleras.

—Strega —simplificó Lucas.

—¿Crees que soy estúpida? —me acerqué a Renzo y tomé su rostro entre mis manos, estaba desorientado, sus ojos me decían todo lo que quería saber—. Dime la verdad —exigí.

Volteé y me acerqué a Fabio, estaba exactamente igual que Renzo, y no me hizo falta mirar a Bastián, ya había notado sus ojos enrojecidos y las púpilas dilatadas.

—Lucas...

—No es mi culpa —afirmó—. Ni siquiera sabía que tenían eso, se tomaron las pastillas porque quisieron.

Suspiré cansada, estaba molesta, pero sabía que no era culpa de Lucas, estos imbéciles siempre hacen lo que se les viene en gana.

—Bota el café —le sugerí a Deimos—. Tú, ayúdame a llevarlos arriba —mi hermano obedeció y de uno en uno los llevamos a sus habitaciones.

No los cambiamos, no los bañamos, ni siquiera les quitamos los zapatos, si se vomitaban encima era su maldito problema, a mí solo me interesaba que durmieran, era lo mejor. No hay nada que una siesta no pueda arreglar.

Nova [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora