El Plan.

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Alek

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Alek.

La brisa fría se llevaba el humo de mi cigarro encendido, mientras yo trataba de retener un poco el aliento, antes de soltar el humo en mi interior. Hace mucho tiempo dejé de fumar, pero el efecto que causaba en mí, no había cambiado nada.

—Creí que ya no hacías eso —la voz grave de Matthew me sorprendió. Hice un pequeño sobresalto que él notó—. Tienes que relajarte.

Relajarme... No sabía lo que era relajación desde hace mucho, tampoco recordaba lo que era ir y enfrentarse a mercenarios profesionales más avanzados que yo. No había experimentado este tipo de nervios en mucho tiempo, y de algún modo me afectó.

Le dí una cálada más al cigarro antes de tirarlo al suelo, y pisarlo. Nuevamente esa brisa fría, en tremenda noche de finales de verano, la luna estaba redonda en lo alto del cielo, y recordé a Elinor. La única mujer que pudo moverme el piso, que me tuvo a sus pies, tuvo una hija que no he podido proteger.

—¿Qué vamos a hacer? —solté la pregunta esperando que Matthew supiera qué decir.

—Debemos armar un plan, pero la estrategia te corresponde a tí —respondió.

¿Cuál sería la estrategia esta vez? ¿Cuál podría ser el plan?

Sabía que nos estábamos enfrentado a algo más que solo la mafia rusa, así como sabía que las probabilidades de que recuperaramos a Nova eran casi nulas. Esto me sobrepasaba a mí, a Bogdan, a Matthew, a todos juntos; no existía una solución apropiada.

—Tenemos que encontrar la casa —espeté—. Cuando tengamos eso, tendremos que buscar la manera de entrar a una fortaleza, será un campo de batalla, y aún si logramos entrar, podrían eliminarla a ella.

Ante mis palabras Matthew asintió; como veterano y Vero, la experiencia de él era más basta y completa que la mía, y ambos sabíamos que en el intento de rescatar a la chica, ella podía morir. Jamás dejarían al cabo suelto vivir, y aún más considerando que es una mujer, para ellos, ella no sirve de nada.

—¿Cuántos hombres necesitas?

—Más de veinte —respondí—. Consíguelos, yo iré a ver cómo siguen los muchachos.

Entré al hospital, tomé el elevador hasta llegar al séptimo piso, tres habitaciones contigüas estaban ocupadas por tres de la familia. Me asomé por la ventanilla de la puerta de la primera habitación, Baggio aún tenía sus ojos cerrados, su rostro estaba demacrado, sus manos se veían moradas y tenían algunos destellos de rojo, los aparatos conectados a él mostraban sus signos vitales normales, y al lado de la cama, una mesa llena de medicamentos que habían estado suministrándole.

Nova [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora