Hogar.

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Roggiano, Italia

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Roggiano, Italia.


Llevábamos más de una hora viajando, nos habíamos alejado mucho de casa, y sabía que no íbamos hacia la vieja casa de campo —lo cual era un alivio—, pero me preocupaba estar en una zona desconocida aunque está claro que era el objetivo principal de Bogdan, sacarnos del radar. Luego de unos cuantos minutos más Matthew afirmó que habíamos llegado, estábamos en Roggiano. Había tantas praderas y pasto verde como en casa.

Bajé la ventana del auto para observar con lujo de detalle nuestro nuevo hogar. No era un vecindario, no habían casas colindantes, no habían vecinos, solo la vía de pavimento y la naturaleza.

Era una propiedad independiente, solitaria.

Debo admitir que habían arreglado todo bien, había un sistema de seguridad manejado desde un pequeño control que Matthew tenía, eso permitía que las rejas que cercaban el lugar se abrieran y nos dejaran pasar, había una cámara en el frente, y muchas luces que resaltan la gran casa. Un color blanco hueso, con tonos marrones la hacía ver muy elegante, además de la vegetación.

Una vez bajé del auto me percaté del césped húmedo como si hubiese llovido además de las pequeñas palmeras, y algunas flores en la entrada. Matthew bajó del auto con todos los demás siguiéndolo, abrió las puertas y encendió algunas luces dejando ver que todo era más brillante que en la antigua casa. El lugar ya estaba amoblado, estaba limpio, perfectamente adaptado para nosotros.

—Escuchen —espetó el Vero, la mano derecha de mi padre—. Aquí tienen unas instrucciones que dejó Bogdan —colocó algunos papeles sobre la mesa del living—. Hay suficiente comida por ahora, las armas están al final del pasillo, en la habitación de la derecha —señaló un camino oscuro detrás de las escaleras—. La habitación de seguridad está justo ahí dentro, y en cada una de sus habitaciones tienen unos respuestos para un caso de emergencia —aclaró—. Hay censores alrededor de la casa, ya vieron el de la entrada, y recuerden que tienen que presionar esto —señaló un botón blanco justo al lado de la puerta— ...si alguien se acerca, eso nos alertará a nosotros, ¿de acuerdo?

Todos asentimos. Matthew era casi un padre para nosotros, e incluso creo que tenía más respeto de nuestra parte que Bogdan.

—Bien —asintió—. Aquí están las llaves, cuídenlas, llámenme si necesitan algo —espetó el hombre antes de irse.

Por el momento solo éramos nosotros: Lucas, Bastián, Alek, Deimos y yo. Los dos primeros subieron a buscar sus habitaciones, Alek terminó de encender las luces mientras daba un recorrido, y Deimos ni siquiera había entrado. Avancé hacia la cocina, era bastante grande, abrí la heladera y, en efecto, había suficiente comida, podríamos alimentar obreros durante un mes con todo eso.

Nova [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora