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Eloise Pearson

Su mirada parecía perdida, apretaba sus puños a sus costados, estaba pálido, pero a pesar de eso se veía nervioso. Sentí mi corazón bombear con fuerza de preocupación.

—¿Caden? —lo volví a llamar.

Su mirada volvió a mí. Su respiración sonaba pesada.

—No...—su voz sonaba ahogada—No puedo... respirar—soltó llevándose sus manos a la garganta.

Mis ojos se abrieron de inmediato, no tenía idea de qué hacer.

—Llamaré a Helena—le dije asustada tratando de salir, pero su gran tamaño se posó frente a mí impidiéndome el paso.

Meneó su cabeza en señal de negación.

—Por favor...no dejes que nadie me vea—dijo a duras penas. Escuché la desesperación en su voz.

Lo miraba confundida, si se estaba ahogando debíamos ir de inmediato a un médico.

—¿Qué hago Caden? —Solté en hilo de voz, sin embargo, su pecho cada vez subía y bajaba acelerado —Entra. —le pedí moviéndome a un lado.

Caden entró y se dejó caer en el piso cerca de mi cama mientras su cabeza se apoyaba en ella. Se veía muy mal.

Yo caminaba de un lado a otro, pensando en que hacer, mis conocimientos en medicina eran escasos. No más que medicación para el dolor de cabeza y mareos, ah y mis somníferos.

El chico recostado en el piso tenía los ojos cerrados, estaba temblando y su pecho seguía subiendo y bajando con celeridad. ¿Qué te sucede Ferrati?

Cuando comencé a relacionar sus síntomas sudoración, nerviosismo, sentimiento de asfixia...

Hace más de un año que no sufría algo así, pero eran sus síntomas similares a los míos. Caden estaba teniendo un... ¿Ataque de ansiedad?

Sabia como tratar con ello, pero solo en mí. De algún modo había encontrado la manera autorregularme. ¿Funcionaría igual con él?

No tenía otra opción, sea como sea iba ayudarlo.

—Caden—lo llamé suavemente mientras me acercaba y me arrodillaba frente a él.

El chico de mirada exótica abrió los ojos lentamente, estaba temblando. Tuve una especie de deja vú al encontrarme con su mirada vulnerable.

Intenté recordar de donde, pero no logré asociar de dónde.

¡Concéntrate Eloise!

Lo miré preocupada, sin embargo, intenté mantenerme en calma.

—Todo va a estar bien —comencé— va a pasar...—recordé algunas frases de la que había escuchado de la persona que siempre había estado para mi. —Estoy aquí para ti—solté suavemente.

Quizá no era la persona apropiada para decirle eso, le había dicho semanas atrás que no se acercara mí, pero no tenía otra opción.

Su mirada estaba fija en mí.

—No puedo...—intentaba decir, pero parecía quedarse sin aire.

—Si puedes—le dije tratando de mantener mi tono en calma.

Me senté a su lado, él me seguía con su mirada. Coloqué mi mano sobre la suya que estaba cerrada en un puño, estaba fría.

—Si puedes—repetí mirándolo de manera profunda, seguí repitiéndolo hasta que noté como su respiración comenzaba a calmarse, eso era bueno tenía miedo de que se desmayara. —Respira lentamente. —Alenté—Inhala y exhala.

Un mapa hacia ti-EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora