La última cena

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Eloise Pearson

Este es el momento...

En la vida debes aprender tomar las riendas. Desafiante, lo es, pero hoy tomaré un poco del valor que he estado reuniendo y me enfrentaré a quien tiene el poder, a quien sujeta mis riendas, mi mayor desafió: mi madre, Eleonor Francis.

Está mujer que me dio la vida y también la responsable de no dejarme vivirla. Una mujer alta con una figura esbelta, delicada, con un rostro fino perfectamente detallado, pero con unos ojos vacíos carentes de alguna expresión. Una máscara impecable, pero completamente vacía por dentro. 

— No lo discutiré, no vas a irte—Su voz tan apacible y al mismo tiempo afilada.

— Ya tomé mi decisión — enfrenté sin desviar la mirada—Si no me dejas ir, tendré que revelar algunas cosas y créeme no quieres que nada de eso se conozca.

Mi corazón latía frenéticamente, como si quisiera salir de mi pecho, con todas mis fuerzas oculté la ansiedad y el temor que me invadía.

Nunca he sido capaz de enfrentarla, ni si quiera era capaz de sostenerle la mirada. No es una madre comunicativa es más parecido a una dictadora.   Y sí, siento miedo de ella.  Pero como toda persona tiene un punto débil y el de Eleonor es miedo a perder el control. 

Lo ha ido perdiendo poco a poco conmigo y no se percató. Para ella solo soy una marioneta que usa para acrecentar su orgullo, quiero darle a entender que terminó, que estoy decidida y no hay nada que me vaya a hacer reconsiderar mi decisión o la arruinaré.

Su atención ha dejado estar en su plato, me observa a mí, es la primer a vez que me ve como una amenaza. Eleonor detesta sentirse amenazada y perder el control.

— ¿Ahora me amenazas Eloise?— señala con su voz impasible— ¿Después de todo lo que te he dado? ¿Así me quieres pagar?

Una sonrisa irónica se forma en mi rostro porque considero que he pagado lo suficiente. Mejor dicho, perdido lo suficiente. Una de las formas en que ejerce el control en mi es generándome culpa, no pienso permitirlo, se acabó.

A las 9:00 de la mañana es mi vuelo—le informé Espero que haya espacio en tu agenda Eleonor.

—Detente—exigió yo me vuelvo hacia ella llena de enojo.

— No. — Alcé  mi voz con firmeza, alcanzó a ver en un ligero tinte de sorpresa en su rostro que esconde rápidamente. 

—Crees que algo cambiará, al final volverás, te haré volver—la seguridad en su tono me ocasiona un escalofrío que me recorre todo el cuerpo, me da una última mirada y vuelve su atención a su plato. 

Así, sin ninguna palabra más, comprendo que la conversación ha terminado. Se que he ganado hoy.

Un silencio se apodera de la mesa, sin embargo, allí nos quedamos, mi madre tiene una obsesión por cenar juntas, aunque no digamos una palabra o ella sea quien lleve las riendas de la conversación. Llegué a considerarlo nuestro momento madre e hija, un tiempo se volvió una parte favorita de mi día porque le contaba todos mis logros esperando un solo rastro de orgullo, solo obtenía asentimientos de cabeza de su parte. Eso era suficiente para mí hasta que ya no obtuve más.

En honor a lo que alguna vez consideré mi parte favorita del día, me quedó esperando hasta que terminé de cenar. Hasta que el movimiento de una silla hace eco por el comedor y el sonido de unos pasos alejándose son la señal de que terminó.

Sé que Eleonor siempre cumple sus amenazas y eso me asusta. Pero celebraré esta victoria momentánea. Mientras camino por los pasillos de esta fría casa, me replanteo muchas cosas. Y al abrir la puerta me encuentro a la única persona que me hace dudar de esta decisión, sentada al borde mi cama.

Un mapa hacia ti-EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora