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Eloise Pearson

Perfección, la palabra favorita de mi madre, al menos eso es lo que pienso, todavía viene a mi mente los extensos discursos donde me explicaba por qué no debía haber ninguna imperfección. En las fiestas, en la escuela, en casa, hasta para elegir un simple menú, y si algo salía mal se volvía el fin del mundo.

Lo que Eleonor parece desconocer, es que la perfección es subjetiva; lo que muchas veces ella podría considerar imperfecto, puede ser visto completamente perfecto desde la perspectiva de alguien más.

Es una tarde muy cálida, lo tomo como un arrullo de bienvenida para mi nueva vida, mi pequeño escape. Llegué hace media hora a casa de mi padre pensé que él iría por mí, pero como siempre mis padres terminan agotando las esperanzas que tengo en ellos.

En su lugar envió a un tipo alto con traje negro, lentes oscuros y un rostro tan serio que resultaba intimidante, a diferencia del cartel que sostenía el cual estaba lleno de calcomanías de flores y corazones con una foto de una niña, mejor dicho, una foto mía de cuando tenía 8 años que en la parte de abajo decía: Señorita Eloise.

Al bajarme del auto, en la casa de Patrick, mi padre, me encontré con personas yendo de un lado al otro, eso me recordó cuando Eleonor solía organizar sus fiestas.

Una mujer de mediana edad de cabello castaño y ojos azules se me acercó, se presentó como Helena y me informó que era la encargada de la casa. Según ella, las instrucciones que le habían dado era prepararme para una fiesta en "mi honor". Me ofreció un grupo de chicas para que me ayudaran a arreglarme, pero lo rechacé.

Así que aquí me encuentro acostada en mi cama, con el vestido que se supone que tengo que usar a mi lado. Suelto un suspiro cansino y me levanto sin mucho ánimo, me coloco el vestido y me miro al espejo. 

Aún sigo viendo el reflejo de lo que Eleanor quiere que sea. Un vestido blanco, muy formal para mi gusto. Quizá Patrick tiene en mente mostrarme como una chica perfecta, pero la verdad es que esa no soy yo. Así que me quito aquel vestido y lo cambio por otro que está colgado en el perchero, al parecer uno de los descartados.

El vestido es de color negro, con escote corazón, muy diferente para lo que estoy acostumbrada, de tirantes finos que le dan un toque elegante, con una falda amplia voluminosa con estilo vintage de los años 50, es clásico, pero es algo elegido por mí.


Me suelto el cabello castaño que me llega por la mitad de la espalda, me maquillo y añado unos zapatos plateados que están cerca del vestido anterior.
Hace poco aprendí a arreglarme por mi propia cuenta ya que me incomodaba que muchas personas manipularan mi imagen. El maquillaje, los peinados y la ropa que elegían me convertían en una persona que no era yo.
Ahora sí puedo decir que estoy satisfecha con el resultado.

La ama de llaves, Helena, aparece en mi habitación y alaba mi vestimenta.
—Le advertimos al señor quizá no se sentiría muy cómoda con el vestido elegido, así que le dejamos otras opciones, por si las moscas—dice con complicidad.

—Gracias— respondo con una sonrisa agradecida.
— Su padre vendrá a verla pronto. —Termina diciendo y me deja sola en la habitación.

Una fiesta llena de desconocidos, espero poder encajar con alguien. De algún modo me siento sola y me hace extrañar a aquel ojiazul carismático quien solía ponerle apodos a las personas para recordar quienes eran porque Eleonor y su madre nos obligaban a saber con quién estábamos tratando y que ventaja podríamos sacar de ello.

En cambio, ahora son completamente desconocidos y la ansiedad me está ganando.

—Una princesa— Escuchó una voz tierna desde la puerta.

—Kate—Dice Helena, a la pequeña de ojos azules que está a su lado— Deberías estar con el señor Edward.

—¿Te gustó mi cartel? — pregunta la niña que parece de unos seis años, ignorando a la ama de llaves.
La señora Helena la toma de la mano y me mira.
— Disculpe las molestias, sabemos que estas cosas la incomodan.

Las observó sin entender hasta que caí en cuenta que seguramente deben pensar que soy idéntica a Eleonor. ¿Esa es la percepción que tienen todos de mí?

Me acercó a la niña y me coloco a su nivel.


— Me encantó tu cartel— le digo sonriente— Es claro que ese señor tan serio que fue a recogerme no podía ser el autor de semejante arte.

La niña sonríe, me levanto y miro a la señora Helena quien me observa sorprendida.
— No se preocupe— aclaro—Debe pensar muchas cosas de mí, pero no soy lo que dicen. Puede llamarme solo Eloise.

Helena parpadea un instante y luego relaja su mirada.

—Está bien Eloise.

Ambas se van y me quedo observando desde una ventana la cantidad de gente que viene llegando en sus lujosos autos.

—Has crecido mucho— pregunta una voz suave y masculina detrás de mí.


Un hombre alto de cabello rubio y ojos verdes me mira con cuidado, mi padre el cual no veo desde hace nueve años. Patrick Pearson conocido millonario dueño de varias cadenas de hoteles lujosos.

Creo que tenía muchas expectativas de nuestro reencuentro, pero se siente tan plano y vacío.

—Ha pasado tiempo— le respondo.

—¿Lista?

Niego, Patrick me mira de arriba a abajo confundido.
—¿Qué te hace falta?
—Las ganas de ir— respondo y me siento en la cama.
— Vamos Eloise—dice— creí que te gustaría.
—Si, claro porque me encanta ir a fiestas donde no conozco a nadie— digo de manera sarcástica.

— Tu madre las hace todo el tiempo, no pensé que te molestaría. —Justifica.

Ruedo los ojos y me dirijo a la salida.

— Tienes razón, Eleonor hace esto todo el tiempo, yo no.

—Eloise...

Lo interrumpo.

—Bajemos de una vez—Termino y salgo de la habitación.

No espero a mi padre, llego a las escaleras que dan al salón, pero me detengo. Demasiados desconocidos expectantes, seguro saben que los dueños saldrán por aquí.

Debería estar acostumbrada a esto, era parte de mi vida con mi madre. Sin embargo, no estaba sola. Me replanteo la idea de volver a mi habitación, pero mi padre viene por el pasillo hablando con alguien por teléfono.

Mi respiración se acelera, me siento atrapada. Busco a mi alrededor una forma de escape en esta gigantesca casa, pero no veo ninguna.
—¿Perdida? — Cuestiona una voz masculina detrás de mí.
Al girar un chico con ojos grises profundos me observa curioso. Seguro debe ser algún trabajador de la fiesta.
—¿Hay alguna otra salida? —preguntó con desesperación.

Me mira con confusión y yo miro que mi padre se acerca.

No quiero estar aquí.

Es lo único que puedo pensar

—Por favor— Suplico.

El chico dirige su mirada hacia el pasillo por donde se acerca mi padre, hay indecisión en su rostro. Luego sus ojos se abren un poco como si cayeran en cuenta de algo.

—¿Sabes correr con tacones? —pregunta, y yo asiento sin dudar.

Toma mi mano con firmeza y dice: 

—Entonces corre.


















Un mapa hacia ti-EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora