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Escalofríos son los que recorren todo mi cuerpo al ver a Eleonor, su mirada imponente y vacía se encuentra con la mía. Postura perfecta, su cabello castaño perfectamente recogido, rostro perfectamente terso, esta vestida completamente de blanco  no hay ningún rastro de arrugas en su ropa.

La perfecta Eleonor esta aquí.

Un trago amargo pasa por mi garganta. El desdén al verme es tan evidente. 

Quisiera  reclamarle, gritarle por todo lo que ha hecho, pero no puedo evitar sentir....miedo. 

—No piensas saludar a tu madre—su lenta y delicada voz hace presencia en la habitación.

 A veces me pregunto como alguien como ella puede tener esa delicada voz, se supone que oírla debe dar una especie de paz interior en mi caso me produce todo lo contrario.

Silencio, solo la observo detenidamente.

—Unos meses con el inútil de tu padre y se te olvida todo rastro educación.—suelta y da un paso dentro de la habitación, comienza a inspeccionarla.

No dejo de observarla, cada movimiento, gesto o acción indican su siguiente paso.

Rodea la habitación mirando todo con detenimiento hasta que su mirada recae sobre la barra de chocolate que he colocado a mi lado. 

Una ligera sonrisa se forma en sus labios. Arrugo la nota en un puño, en un vano intento por ocultarla.

Eleonor fija su mirada en mi.

—Ese mísero regalo era lo que te hacía sonreír.—señala—siempre te he enseñado a no impresionarte por esas tonterías, mi niña.

Tomo aire tratando de buscar valentía.

—¿Qué haces aquí?—exijo trato de sonar segura por dentro estoy temblando.

Eleonor inclina su cabeza hacia un lado y sonríe ligeramente.

—Soy tu madre Eloise, me preocupo por ti—No puedo creer nada de lo que sale de su boca.

Lastimosamente.

Río con ironía y la miro con enojo.

—¿Qué haces aquí?—vuelvo a preguntar de manera tajante.

La sonrisa de mi madre se amplia.

—He venido por ti.

Me vuelvo a tensar.

—¿Qué te hace pensar que quiero ir contigo?—zanjo y me levanto.

—Te has visto en un espejo Eloise, has visto lo..

La interrumpo.

—¡No te atrevas!—digo apuntándola con mi dedo índice.

Su mirada sigue imperturbable.

—Eso es lo que pasa cuando te juntas con gente corriente—suelta—Entren—ordena lo que me deja confundida y tres  hombres vestidos de negro aparecen en la habitación.

—Te vas por las buenas o a mi manera—la escucho decir detrás mío.

Me empieza a faltar el aire, mi valentía se ha ido.

No puedo volver con ella.

—No iré a ninguna parte—me vuelvo contra la mujer de ojos azules, pero esta se aleja de mi y le hace una señal a uno de los hombres.

—Vamos a casa Eloise—dice antes de llegar a la puerta.

Intento alejar de los hombres, pero ellos me toman por los codos.

Un mapa hacia ti-EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora