Capítulo 5

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Adrián

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Adrián

Hoy es un día frío que parece pedir a gritos quedarse en casa, sumergirse en las páginas de un buen libro y quizás devorarlo de una sola sentada. Sin embargo, mi agenda tiene otros planes para mí, con una serie de entrevistas programadas que, hasta ahora, han resultado ser una completa pérdida de tiempo.

Hace una semana envié un correo electrónico a Lucía, pero el silencio sepulcral que ha seguido me deja desconcertado. ¿Acaso vive en lo más recóndito de una montaña, donde la señal del correo electrónico nunca llega? Pero ¿qué absurdos pensamientos estoy teniendo? Mi expectativa de respuesta no es tanto por el trabajo que nos une, sino más bien porque anhelo tener algún tipo de contacto con ella. Quiero hablar con Lucía, sí, pero más que eso, deseo que ella también quiera hablar conmigo.

En mi moto, atravesando las calles hacia el lugar de la entrevista, me siento cómodo con mi atuendo característico: todo de negro, salvo por la camiseta blanca que destaca entre las sombras. Es mi estilo definido, una firma personal que me identifica.

Al llegar al lugar, me encuentro con un mar de rostros, mis lectores, aquellos que han dado vida a mis palabras y han compartido este viaje literario conmigo. Sin embargo, a pesar de ser la razón por la que estoy aquí, la ansiedad me embarga.

Después de unos veinte minutos, me encuentro sentado en un sillón junto a una joven, quien supongo será la encargada de la entrevista. En un instante, otra chica se acerca y me ajusta un micrófono a la ropa antes de retirarse.

Pronto, mis lectores toman asiento frente a mí. Les saludo con un gesto de la mano mientras me presentan como el escritor que soy, y entonces comienza la sesión de preguntas. Esta vez, no provienen de un periodista, sino directamente de aquellos que han recorrido las páginas de mis libros.

— ¿Recuerdas el primer libro que leíste? —me pregunta una chica rubia, con curiosidad.

— La Ilíada. No logré captar la mitad de la historia porque era demasiado pequeño, tenía apenas 9 años —respondo con una sonrisa nostálgica.

— ¿Qué sueles hacer cuando escribes? —interviene otro de ellos.

— Siempre tengo una libreta conmigo, constantemente escribo en ella. De hecho, la traigo ahora mismo —comento, extrayendo la libreta de mi chaqueta para mostrarla—. Si surge alguna idea mientras escribo, la anoto para incorporarla más tarde en la historia.

— ¿Cuándo saldrá tu próxima novela? —cuestiona alguien más.

— Pronto, muy pronto —respondo en un murmullo—. Ya estamos diseñando la portada.

— ¿Podrías contarnos un poco sobre ella, por favor? —insiste una chica, con una expresión de súplica en su rostro.

— Entre nosotros, El Doctor Salem es un médico maniático —susurro, llevando una mano a mi boca como si fuera un secreto. La reacción es un coro de exclamaciones emocionadas, y yo no puedo evitar soltar una carcajada.

El arte que me llevó a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora