Capítulo 39

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Último capítulo

Lucía

Adrián lleva una semana en mi casa, y ha sido fantástico. Aunque últimamente se le ve muy cansado, lo atribuyo a su nuevo libro que está a punto de salir. También sé que su mamá cumple años en pocos días, así que está bastante callado. Lo bueno es que ya no tiene pesadillas.

Me duele verlo así y pensar que ha pasado gran parte de su vida sin compañía, excepto por Óscar e Isaac. Pero conozco a Adrián; no creo que haya dejado que nadie lo acompañara mucho tiempo.

Yo he estado ocupada en la hacienda, ya que las nuevas remodelaciones se han terminado. Pasar tiempo con Adrián me ha inspirado para mis pinturas. He creado algunas obras en las que estamos juntos o él está solo. Él, siempre engreído, me pide que las cuelgue tanto en la casa como en la hacienda.

Ahora, estamos en el pueblo cercano haciendo compras para la comida de hoy. Vienen mi papá, Óscar, Carlos, Victoria, Ana e Isaac. Me hubiera gustado que viniera la señora Rosa, pero no puede por cuestiones laborales.

Me alegra que venga Ana. Hace dos días que está rarísima y no me contesta las llamadas, pero finalmente logré que viniera hoy.

En cuanto a mi mamá, hemos avanzado un poco. Si queremos sanar y que todo salga bien, se hará a su debido tiempo. Ahora mismo está en la casa que le dejó mi abuelo; allí, por lo que sé, no está sola, está con Leonardo y su novia.

— ¿Qué te parece este tomate? —le pregunto a Adrián.

— Está un poco verde, pero puede servir para la ensalada.

Buscamos algunas cosas más y luego nos dirigimos a casa. Al llegar, nos encontramos con Ana e Isaac frente al portón, esperándonos. Sky, al verlos, se pone eufórico. En cuanto Adrián abre la puerta de la camioneta, Sky sale corriendo hacia Ana, moviendo la cola con tanta energía que parece que va a despegar.

Ana se agacha para recibir a Sky, riendo mientras él salta a su alrededor. Isaac se une a la escena, acariciando a Sky también.

— Llegaron un poco temprano —les dice Adrián al abrir el portón—. Era al mediodía, no por la mañana.

— Cálmate, Adrisaurio, queremos ayudarles con la comida —le dice Isaac con una sonrisa.

— Exactamente —añade Ana, sonriendo de acuerdo con Isaac—. Hola, chicos, ¿cómo están?

— Hola, amiga —respondo con una sonrisa—. Me alegra que hayas podido venir.

— No me lo iba a perder —dice Ana, aunque su sonrisa parece un poco forzada.

Menos mal que llegaron. Ana es muy buena cocinando; podría darme ideas y ayudarme un poco. Ingresamos a la casa, y Adrián e Isaac dejan las compras sobre el mesón de la cocina.

— ¿Qué les parece si empezamos ya? —sugiero.

— Es muy temprano, Dana —me dice Adrián, llamándome por mi primer nombre.

— Es para tener todo listo —le respondo acercándome a él—, ya te dije que no me llames así.

— Está bien, Dana —me responde con una sonrisa traviesa.

Le lanzo una mirada de desaprobación, pero él me envuelve con sus fuertes brazos en un abrazo reconfortante.

— Sí, podríamos iniciar ya —dice Ana, apoyándome.

— Ustedes mandan —responde Isaac con una sonrisa—. ¿Qué hay que hacer?

— Isaac y Adrián, piquen el tomate y la cebolla —ordena Ana y ambos asienten—. Nosotras picaremos el resto y haremos la pasta.

El arte que me llevó a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora